El viernes 27 de junio, la provincia del Guayas registró dos sismos que despertaron a muchos ciudadanos con la alerta sísmica en sus teléfonos. El primero, de magnitud 4.8, se registró pasada la una de la madrugada con epicentro cerca de Guayaquil. El segundo, de magnitud 3.3, ocurrió casi a las nueve de la mañana, cerca de Naranjal.
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Durante toda la semana, la actividad sísmica también fue notable en esta zona del país, con movimientos en Naranjal y Guayaquil que alcanzaron magnitudes entre 3.9 y 5.5, además de temblores registrados en Manabí y Puerto López.
En entrevista con Vistazo.com, Maurizio Mulas, investigador y docente de la Facultad de Ingeniería en Ciencias de la Tierra de la ESPOL, asegura que no se trata de un aumento real en la actividad sísmica.
Hoy, Ecuador cuenta con más estaciones sísmicas, sistemas de alerta anticipada como el de Google y una población más atenta. "Nos enteramos más rápido, incluso sin haberlo sentido, y eso da la sensación de que tiembla más", aclara el ingeniero en Geología.
El experto participó en una investigación colectiva que identificó una falla geológica submarina, llamada F40, con capacidad de generar un sismo de hasta 8.2 de magnitud. Se ubica frente a las costas de Santa Elena y Guayas, y su longitud estimada es de 155 kilómetros.
“Eso no significa que vaya a ocurrir uno de esa magnitud; solo que podría, porque tiene el tamaño y las condiciones para ello”, matiza.
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La costa ecuatoriana, desde Esmeraldas hasta Guayaquil, está sobre una zona de alta acumulación de energía sísmica debido al contacto entre placas tectónicas. El investigador lo compara con mover un mueble pesado.
Según el patrón de recurrencia sísmica, los eventos más fuertes en Guayaquil pueden ocurrir cada 100 años, mientras que en otras zonas como Esmeraldas o Manabí la frecuencia puede ser menor, pero no son predecibles.
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¿Los sismos pequeños evitan uno grande? ¿Tiembla más después de las lluvias? ¿Cada 10 años ocurre un gran terremoto en Ecuador? No. El investigador aclara que esas ideas, aunque populares, no tienen respaldo científico.
Especialmente la relacionada a que los temblores pequeños ‘descargan’ la energía de uno más fuerte porque la escala de magnitud sísmica es logarítmica. Veamos un ejemplo.
Un sismo de magnitud 6 no libera el doble de energía que uno de magnitud 5, sino unas 32 veces más. Esto se debe a que la escala sísmica es logarítmica. Por ejemplo, un terremoto de magnitud 8 puede liberar casi 33.000 veces más energía que uno de magnitud 5.
Esto significa que se necesitan decenas de miles de temblores pequeños para compensar lo que libera un solo gran terremoto.
“No podemos predecir un sismo, pero sí podemos preparar a las personas para enfrentarlo”, afirma. Por eso insiste en la necesidad de tener listas las mochilas de emergencia, participar en simulacros y, sobre todo, informarse solo a través de fuentes oficiales como el Instituto Geofísico y la Secretaría de Gestión de Riesgos.
“Ellos tienen los datos, hacen el trabajo serio. No escuchen a los pseudocientíficos que generan pánico desde las redes sociales”, advierte. En momentos de crisis, seguir una indicación clara y confiable puede salvar vidas.