Editorial

Necesidad impostergable

“Quien quiera que batalla al monstruo  de la corrupción debe asegurarse de no convertirse en monstruo”. En Ecuador, el excontralor Carlos Pólit Faggioni refleja la frase de  Nieztche. No solo que no vigiló que los recursos del Estado se manejen con eficacia, eficiencia y prudencia, sino que se convirtió en  cómplice de los corruptores, como la empresa  Odebrecht que le pagó un soborno de 10  millones de dólares. Un informe de Naciones  Unidas, encargado a prominentes empresas  constructoras mundiales, confirma que las  obras emblemáticas del anterior gobierno están mal hechas y costaron más. No sorprende  entonces que Ecuador se encuentre entre los  países más corruptos del mundo. El índice de  Transparencia Internacional, ONG que mide  la percepción sobre corrupción en 180 países,  ubica al país en el número 117, muy por debajo de algunas naciones africanas.
 
Si bien ningún país ha logrado extirpar  de raíz la corrupción, hay modelos exitosos para reducirla. El contralor Pablo Celi,  quien luego de una buena gestión ha sido  confirmado por el Consejo de Participación  Ciudadana Transitorio para continuar en  el cargo, ha propuesto que la Contraloría se  transforme en Tribunal de Cuentas. En los  países donde existen tribunales de cuentas,  la función está conformada por un grupo de  jueces y el presidente es igual entre iguales,  de esta manera se asegura la independencia  de los controladores de los controlados, que  es lo que no ocurrió con Carlos Pólit. En España, modelo al que ha hecho referencia Celi,  el tribunal “Es el gran hermano”, para vigilar  que el gasto público se efectúe con honradez  y eficiencia. También podría considerarse  el modelo uruguayo por sus resultados. Ese  país es segundo en percepción de transparencia y honestidad en América del Sur, muy  cerca de Chile, que es el primero.
 
Sin embargo, el cambio de sistema será  insuficiente para desbrozar la maleza de  una década de corrupción y es posible que  por el volumen de casos, muchos terminen  en la impunidad, que a su vez genera más  corrupción. Es imperativo, además, que el  presidente Lenín Moreno cumpla con su  promesa de solicitar una comisión especial  a Naciones Unidas para investigar la década  pasada. La eficiencia de un organismo extraterritorial, sin vínculos en el país está a la  vista con el excelente trabajo hecho recientemente sobre los proyectos emblemáticos.  No hay tiempo que perder.

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