A veces, el rugido de un motor y la perfección de una toma pueden hacernos olvidar lo que realmente buscamos cuando vamos al cine: conexión. ‘F1: The Movie’, dirigida por Joseph Kosinski, tiene todo para deslumbrar: locaciones reales, una banda sonora que hace vibrar los asientos, tecnología de punta y un elenco lleno de nombres que venden entradas.
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Brad Pitt interpreta a un piloto retirado que regresa a las pistas no por gloria, sino por la posibilidad de salvar a un equipo que atraviesa los peores momentos. Es una historia que hemos visto muchas veces: el veterano experimentado que enseña a la nueva promesa, el maestro que arrastra su pasado y un equipo que parece perderlo todo mientras se agota el tiempo.
La película tiene la intención de emocionar, de captar a quienes nunca han visto una carrera; pero, al mismo tiempo, parece tenerle miedo a ahondar en lo que realmente hace que un piloto entre en carrera, con la posibilidad latente de que, si algo falla, puede morir. Los conflictos se plantean con rapidez, pero se resuelven con una ligereza que a veces desconcierta.
El filme es un espectáculo visual que combina velocidad y grandes emociones, pero lo mejor que tiene F1 no está en el guion, sino en los detalles: el sudor en el rostro de Damson Idris, el temblor en las manos de Pitt cuando vuelve al volante, los breves silencios antes de arrancar. En todos esos momentos, en los pequeños grandes detalles, la película deja de ser un espectáculo para convertirse en algo más íntimo.
Tal como lo analizamos en la cobertura exclusiva de la rueda de prensa, es fundamental tener en cuenta que los detalles destacados son gracias a la calidad suprema de su apartado técnico, que es, sin exagerar, de otro nivel: cámaras montadas en autos reales, planos imposibles en circuitos legendarios, y una edición de sonido tan precisa que cada cambio de marcha se siente. No es solo cine de carreras, es una experiencia inmersiva, pulida hasta el último fotograma.
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La participación de pilotos reales aporta un valor documental interesante, pero termina sintiéndose más como cameo que como parte de una narrativa viva. Recalco que la película, estéticamente es perfecta, pero brilla más por cómo se ve que por lo que te cuenta. Por eso, recomiendo totalmente que esta experiencia se disfrute en pantalla grande. No necesitas ser fanático del automovilismo para deleitarse del filme, una combinación precisa de imagen, sonido y velocidad que hacen de F1 una parada altamente disfrutable.