Sostenibilidad

Estero Salado: ¿se podrán salvar los manglares de este ecosistema representativo de Guayaquil?

Los paseos en bote, los baños del Salado y la flora y fauna son recuerdos que permanecen en la memoria de los guayaquileños. La contaminación acabó con la salud de este ecosistema. ¿Se recuperará algún día?

Los cortes en las piernas de María Angélica son parte de los últimos vestigios que quedan (junto a los libros, registros fotográficos y recuerdos) de lo que alguna vez fue el gran Estero Salado en Guayaquil.

Este ecosistema formado por distintas especies vegetales como el mangle rojo, el mangle negro o el mangle blanco; fue uno de los lugares de recreación más icónicos del puerto principal por su agua cristalina y sus innumerables ramales que fueron aprovechados por niños y adultos.

La Familia Valarezo Chalen fue parte de ese privilegiado grupo de ciudadanos que vieron al Estero Salado en todo su esplendor. Ignacio Saturnino Valarezo, de 76 años, nació en el golfo de Guayaquil. Cuando cumplió 30 se mudo a la ciudad con su esposa a una pequeña casa de caña al pie del Estero Salado en la zona que ahora se conoce como el "Parque de la Guitarra" en el Malecón del Salado.

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$!Foto César Mera

Ese lugar vio nacer y crecer a sus nueves hijos, incluida María Angélica. La rutina familiar no variaba mucho: Saturnino salía a trabajar como guardia del Yacht Club, los niños se quedaban con la mamá y todos los días le pedían permiso para poder bañarse en el Estero Salado antes de ir a sus clases vespertinas en el colegio Vicente Rocafuerte. Hoy, esos niños ya son adultos que tienen su propia familia y aunque siguen viviendo en el mismo lugar, el paisaje es completamente diferente.

"En vez del puente había una escalerita para bajarse a bañar. Alquilaban botes para salir a pasear y habían puestos de venta de trajes de baño. El agua era totalmente cristalina, con peces y camarones. Todavía tenemos las marcas en nuestra piel por bañarnos todos los días y cortarnos con las conchas, pero todo eso se perdió con la contaminación".
$!Archivo Vistazo

INICIOS DE LA DECADENCIA

En 1953 se inició la construcción de Urdesa (Urbanización del Salado). Este fue el primer proyecto urbanístico a gran escala de Guayaquil que nació para tener todas las comodidades y servicios disponibles para sus habitantes.

De hecho, según data de la Guía histórica de Guayaquil escrita por Julio Estrada Ycaza, se construyó una calzada para el tránsito de camiones, automóviles e incluso se dejaron grandes tubos de alcantarillado para dar paso al agua y permitir su renovación.

Pero ese fue el inicio del fin, porque al poco tiempo, quienes vivían en las orillas empezaron a descargar sus aguas servidas hacia el Estero Salado y eso provocó una contminación masiva en el ecosistema que dejó enfermedades y una ola de migración de varias especies animales como las garzas.

$!El Estero Salado fue un sitio de recreación muy popular por el parque de diversiones American Park, las regatas y el canotaje.

Eso no fue todo. La tala de manglar para edificar viviendas continuó a tal punto que ahora se estima que un 60 por ciento de la ciudad está construida sobre el manglar de los ramales del Estero Salado y eso la convirtió en una de las 50 ciudades más inundables del planeta.

¿Por qué? Los manglares extraen hasta cinco veces más carbono que los bosques terrestres y esto hace que sus hojas, ramas, raíces y sedimentos aumenten el nivel del suelo y frenan la subida del nivel del mar.

Es decir, que son considerados como un muro natural que protegen a las comunidades costeras de los huracanes y las inundaciones. Y aunque su importancia natural fue algo que no debería haber pasado desapercibido, la realidad fue diferente.

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$!Fotografía de hace más de 20 años de los botes para recreación en una zona del Estero Salado.

Melvin Hoyos, historiador ecuatoriano con más de 20 años de experiencia, recuerda que la destrucción del Estero Salado y del manglar inició con la expansión urbanística.

Tanto Urdesa , el Barrio Garay y el suburbio tenían tuberías de aguas servidas con desfogue al Estero. De hecho, Hoyos recuerda que una de las primeras invasiones inició en el suburbio: allí se realizaron construcciones palafíticas que se tomaron parte del lecho del Salado.

"Toda la basura y desechos orgánicos terminaban en este ecosistema y como no había un intercambio regular de agua, se fue acidificando. Ahora, hasta el hormigón que utilizan para construir los puentes necesita un componente especial para soportar el nivel de acidez del agua. Alguna vez un ingeniero me dijo que el agua del Estero Salado dejó de ser H2O hace mucho tiempo, porque es sumamente peligroso", explica Hoyos.
$!El Estero Salado cuenta con distintos tipos de flora como mangle rojo, mangle negro, mangle blanco, mangle geli y mangle piñuelo.

¿SERÁ IGUAL?

Más de 10 mil hectáreas forman la "Reserva de Producción de Fauna Manglares El Salado". Este espacio está inscrito en el sistema de áreas protegidas desde el 2002. Pese a que sus puntos de acceso son a través del Estero Salado, no disminuye los riesgos a loq ue se enfrenta este hábitat.

La falta de alcantarillado, los desechos en las calles que se desplazan hacia el Estero en épocas de lluvia y los efluentes de aguas servidas son las principales amenazas que incrementan la posibilidad de perder este espacio natural.

Pero uno de los mayores peligros que nos haría perder por completo este ecosistema sería seguir construyendo sobre las riberas y tomarse los últimos remanentes de manglar que le quedan al Salado.

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$!Foto César Mera

Natalia Molina, docente de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UEES, lleva más de 30 años trabajando por la protección de los manglares de Guayaquil y asegura que las mismas obras de la ciudad son lo que ha destruido este patrimonio natural.

"Guayaquil es una de las pocas ciudades que todavía puede decir que tiene manglares urbanos. No se trata de estar en contra del desarrollo urbano, pero no creo que con tanta tecnología y avances sigamos cometiendo los mismos errores arquitectónicos y de salubridad sobre un cuerpo de agua que estamos tratando de rescatar y cuidar".

¿Es posible soñar con aquellos tiempos donde el Estero Salado estaba totalmente sano? La respuesta es sí, pero se necesitan una serie de acciones para lograrlo.

$!Foto César Mera

Debe existir un manejo integrado de estos espacios para que se combine educación y así evitar la contaminación por parte de los ciudadanos, emisión de normativas que prohíban la construcción sobre los cuerpos de agua y que además guíen la expansión urbana, la asignación de recursos para realizar tratamientos para poder recuperar el agua que ya está contaminada, pero sobretodo se necesita voluntad política que no titubee al momento de tomar una decisión para proteger el último pulmón que le queda a Guayaquil.

Este problema no es aislado. Es algo con lo que se batalla a nivel global. Según datos de Naciones Unidas, entre el 2000 y el 2020 se perdieron más de 670 mil hectáreas de manglares alrededor de todo el mundo. Pero en el caso de la Perla del Pacífico esto no es un problema menor.

Es parte de su esencia y su capacidad para adaptarse a los fenómenos climáticos que son cada vez más extremos. Los archivos históricos respaldan esta teoría al momento de describir a la urbe porteña en sus escritos: "Guayaquil no es más que un manglar con ínfulas de ciudad".

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