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A propósito del Festival “Encuentros del Otro Cine”: los retos del cine ecuatoriano

jueves, 20 octubre 2022 - 18:40
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El sector audiovisual, y en específico el del cine, fue uno de los que mayor transformación sufrió durante la pandemia en curso.

*OPINIÓN:

Las tendencias de cambio ya se habían instalado en los últimos años, en especial respecto a la distribución-exhibición por la proliferación de plataformas digitales de contenidos audiovisuales. Esta situación, sumada al vaciamiento de las salas de cine como consecuencia de los confinamientos, configuró un punto de quiebre para el sector del audiovisual, dentro del cual el campo cinematográfico parece ser uno de los segmentos que más tarda en encontrar sus nuevos equilibrios.

En efecto, la situación global y regional del audiovisual muestra claros signos de cambio y de configuración de un escenario inédito: lo que muchas veces es percibido como una fatalidad, también puede, por el contrario, significar una oportunidad. El cine desarrolló nuevas funciones individuales y sociales durante la pandemia, destacando el sostenimiento colectivo a partir del retrato del mundo pandémico en producciones documentales, y/o por el contrario, la posibilidad de una lúdica evasión a partir de una explosión en la creación de ficciones.

¿Qué hubiera sido del mundo sin acceso al audiovisual durante la pandemia? ¿Cómo será la renovación del cine en la postpandemia?

Un análisis de los públicos en Ecuador confirma la tendencia de migración hacia el consumo de cine virtual en plataformas. Según la 1era Encuesta de Hábitos Lectores, Prácticas y Consumos Culturales en el Ecuador, el 79% de encuestados declaró acceder a contenido audiovisual con un promedio de siete horas semanales. Dentro de ese segmento, el 87,2 % lo hace de forma gratuita por internet, mientras que el 28.5 % cuenta con suscripciones digitales. El tipo de contenido más consumido son las películas, con el 28.5% de representatividad. Es importante precisar que, acorde a la misma encuesta – y como dato que debe prender todas las alarmas- únicamente el 17.2 % de personas indicó asistir a salas de cine, mientras que quienes no lo hacen señalaron al desinterés y a la falta de espacios de proximidad como principales motivos.

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Justamente, al hablar de cine en Ecuador partimos de la constatación de una alta concentración a nivel de infraestructura y equipamiento para exhibición: tres cuartas partes de las salas se concentran en Guayas y Pichincha, y al igual que en todo el mundo, el modelo de complejos multisala prevalece en las 10 de las 24 provincias en las que existe acceso a una sala de cine. Quizás, este aspecto de la cadena de producción es el único en el que se puede aludir a una dinámica de “industria” con la vigencia de un oligopolio conformado por las marcas Supercines, Cinemark y Multicines, las cuales han sostenido sus inversiones y parecen haber sido de las pocas privilegiadas por las ‘políticas naranjas’ implementadas en Ecuador desde 2019.

$!Tomado de: Perspectiva Audiovisual- Boletín Estadístico Trimestral de Cinematografía en Ecuador – IFCI.

La cadena Supercines, propiedad de Corporación El Rosado, declaró en febrero 2020 en conjunto con el Ministerio de Cultura y Patrimonio, el establecimiento de un contrato de inversión por $18,2 millones para el establecimiento de 4 complejos multipantallas en las ciudades de Quito, Guayaquil y Ambato, en el marco de una política de beneficios tributarios. Esta cadena sigue ampliando su cobertura y acaba de inaugurar un nuevo complejo de siete salas en un nuevo centro comercial de Quito.

Paradójicamente, este sostenimiento de la inversión no va acompañado de un aumento en la asistencia y de la preferencia de las audiencias por las producciones nacionales. Lo curioso -y hasta lamentable- es que el año previo al inicio de la pandemia hubo un récord de asistencia para las producciones nacionales: ¿cuánto de ese envión podrá recuperarse en un escenario postpandemia?

$!Fuente: Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación (2022).

Una encuesta realizada por la revista de cine Fuera de Campo, de la Universidad de las Artes, en el artículo “Comportamiento de la audiencia guayaquileña frente a las nuevas plataformas de exhibición de producción cinematográfica”, ofrece datos que merecen atención, puesto que de 150 personas de entre 17 y 27 años, el 65,3 % expresó no haber visto películas ecuatorianas en el último año, mientras que un 23,3 % indicó que había accedido a una. Según la misma encuesta, un 52% manifestó como razón para no consumir filmes nacionales la falta de interés en la trama, mientras que el 48% comunicó que no se había enterado de dicha oferta.

El artículo antes referido también explora estas cuestiones desde el análisis de Valeria Suárez Rovello, realizadora audiovisual y socia fundadora de La Gallera Producciones (Siguiente Round). La directora y productora afirma que “gran parte de las producciones cinematográficas ecuatorianas son exhibidas únicamente en festivales nacionales e internacionales en busca de inversionistas y apoyos, y no en salas de cine”.

Por otro lado, se dificulta la circulación masiva en salas o plataformas debido a la preferencia de las y los espectadores de Ecuador por el cine de entretenimiento y no de autor. Al respecto, Suárez considera indispensable generar estrategias de marketing que apunten al público objetivo de cada filme, poniendo como ejemplo el éxito de las películas cristianas nacionales que a pesar de no promocionarse en televisión han logrado generar expectativa y motivación entre su comunidad de seguidores en redes sociales.

En la otra cara de la moneda, la producción cinematográfica ecuatoriana ha tenido un comportamiento irregular, altamente dependiente de la provisión de fondos concursables para el fomento audiovisual. Las cifras muestran los momentos de ascenso y descenso de estrenos nacionales: los años 2013 (19) y 2014 (21) aparecen como momentos de explosión creativa fruto de una sostenida inversión, de la institucionalización del sector y de la maduración de sus políticas de fomento, que menguarían durante los años de recesión económica que inician en 2015, y que verían en el año 2018 una recuperación temporal (18 estrenos) para un posterior bajón durante la pandemia.

Revisar lo sucedido en 2021, durante el cual se registró un ligero incremento (13 estrenos) sin llegar a los picos de los años antes referidos, puede ser interesante para ubicarnos en la situación actual y futura de la producción audiovisual: ¿cómo va reaccionando el sector a la intempestiva supresión de su instituto de fomento? ¿cómo vienen las producciones detenidas y rezagadas por la pandemia?, ¿existen nuevos modos de producción que se han instalado en la producción nacional?

La extinción del Instituto de Cine y Creación Audiovisual ahondó la precariedad del sector.

Además de la referida reticencia de la audiencia hacia la producción nacional, la investigación “Cine comercial ecuatoriano antes y durante la pandemia de COVID-19” de Pazmiño, Vaca – Tapia y Cruz (2022) precisa que debido a esta recaudación limitada en taquilla, las películas ecuatorianas deben recurrir a financiamiento público, privado y/o mixto para solventar sus costos.

La preferencia por el cine de entretenimiento condiciona también los calendarios de los productores nacionales. Pazmiño, Vaca – Tapia y Cruz identificaron que los meses preferidos para estreno por los directores ecuatorianos son enero, septiembre y noviembre, es decir, aquellos que presentan una reducción de blockbusters en la oferta de cines comerciales; evidenciando cómo los comportamientos de realizadores y productores nacionales se supeditan de diferentes formas al mainstream.

En este contexto, no sorprende que en una encuesta realizada por Romero-Espinosa y Herrera-Ortega (2022) a 200 cineastas arrojara que el 55% consideró que el principal desafío del cine ecuatoriano es la rentabilidad, seguido por la amplitud temática con el 21% y la diversidad estética y conceptual con el 13%. Nuevamente aparece como elemento central el escaso interés en las tramas como motivo para no consumir cine nacional.

En lo que respecta a producción, quizás la única constante es la de la hegemonía cultural, es decir en términos económicos la del monopolio de siempre. La concentración de las películas más vistas en pantallas nacionales sigue siendo escandalosa: 92,9 % es originaria de Norteamérica, el 4,6 % es de Europa, y el 1,6% de Asia. Mientras tanto, Sudamérica tiene apenas un 0,6 % de representatividad y África un 0,3 %.

A lo expuesto debe sumarse el durísimo impacto que significó la pandemia. En 2020, el 79,43 % de trabajadores en artes cinematográficas y audiovisuales indicó que la emergencia sanitaria modificó en gran medida su forma de trabajar, lo que se ve reflejado en el 1er Termómetro Cultural del Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura. De este mismo grupo, el 92,74 % manifestó que el cambio en su forma de trabajar tuvo un impacto en sus ingresos, mientras que el 68,14 % indicó que la afectación a sus ingresos fue definitiva porque se cancelaron las actividades culturales en las que participaba.

Actualmente, las apuestas sobre el futuro del audiovisual en el Ecuador giran alrededor de una doble disyuntiva. Desde el lado de la oferta, de la producción, y de la creación artística en relación al acomodamiento a estas nuevas dinámicas globales; así como a los incentivos al fomento que se diluyen dentro de una política que busca repartir menores recursos estatales para una variedad mayor de clientelas, generando una dinámica de competencia entre los postulantes a diversas actividades artísticas, lo cual limita la capacidad del sector audiovisual.

Desde el lado de la demanda, se evidencia el crecimiento del consumo digital a través de dispositivos personales y en el hogar, en detrimento de las salas tradicionales. Sin embargo, y ante una eventual declaratoria de fin de pandemia, queda pendiente observar el comportamiento del público y su deseo por retomar la experiencia sensorial que solo se puede hallar frente a una pantalla. También es urgente generar estrategias de formación de públicos, en especial por parte del sector público.

Por esto, será de gran ayuda tener la claridad para pensar a futuro y aprovechar el entusiasmo y la alegría de acoger el retorno de la presencialidad de encuentros emblemáticos como los EDOC. La amplificación y democratización de estas buenas prácticas culturales permitirán aprovechar las brechas que se abren en esta nueva configuración del audiovisual y el cine. Como ejemplo de ello, no nos queda más que celebrar y apostar a que la llegada de este EDOC a la sala de cine de la Universidad de las Artes en su Centro de Innovación y Producción Mz14 sea una de las posibilidades de acercar la esmerada y potente curaduría documental independiente a una población universitaria ávida de propuestas cinematográficas de calidad, pero también con los ojos bien puestos en la necesidad de ampliar los públicos.

¡Larga vida a los EDOC! ¡Larga vida al cine en Mz14!

Guayaquil, 9 de octubre de 2022

*Agradezco a Mario Maquilón, investigador del Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes-ILIA por sus aportes en la elaboración de este artículo.

*Pablo Cardoso es el director Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura de la Universidad de las Artes, economista especializado en los ámbitos de economía de los saberes, de la cultura y la creatividad. Docente e investigador de la UArtes. Doctor en Economía por la Université de parís 1 Panthéon-Sorbonne. Sus líneas de investigación son: economía de los conocimientos, saberes, cultura e innovación; políticas públicas y sistemas de gobernanza, y propiedad intelectual, derecho de autor y capitalismo cognitivo.

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