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La pandemia visibilizó las fortalezas científicas en el Ecuador

miércoles, 30 septiembre 2020 - 03:59
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Una vez que todos quedamos confinados por el COVID-19, muchos actores sociales comenzaron a preguntarse qué podían hacer, cómo podían aportar desde su ‘trinchera’ para solventar las necesidades que suponía la emergencia sanitaria. Pronto surgieron diversas iniciativas, trabajo conjunto, redes de contacto …
 
En este contexto, los protagonistas de la ciencia se volvieron más visibles, pues, la necesidad de generar respuestas frente a la pandemia activó la colaboración. En la universidad UTE esto ocurrió primero entre laboratorios (de epidemiólogos y genetistas).
 
Luego, a través del apoyo de la Empresa de Agua Potable y Saneamiento de Quito, para la obtención de muestras, y del hospital Carlos Andrade Marín para la detección del virus. Jennifer García, docente e investigadora del centro de genética y genómica de la UTE, explica así el trabajo que hubo detrás de la detección de partículas del SARS-CoV-2 en aguas residuales de la Capital, con el que los investigadores de esta universidad identificaron un número más preciso de casos en Quito, incluso en 70 por ciento más de lo oficialmente reportado.
 
Sin embargo, la científica sabe que, si comparamos el momento que vivimos con el antes de la pandemia, lo positivo es que ahora se ha visibilizado a los científicos y a la importancia de su asesoramiento en la toma de decisiones.
 
Así lo ha hecho el Comité de Operaciones de Emergencia COE Nacional y la Secretaría de Salud del Municipio de Quito, donde la universidad aporta con su conocimiento. “Ahora nos consideran más para entender y aportar con lo que sabemos. Creo que la gente en Ecuador ni siquiera sabía que el país tenía científicos”, afirma.
 
Ese reconocimiento ha sido lo más valioso y no solo por fama, sino por el potencial científico, donde, con inversión y apoyo “podemos hacerlo todo”, incluso desarrollar la vacuna (contra el COVID-19).
 
Otro aspecto importante ha sido la interacción entre universidades y la referencia de investigaciones como el estudio de la Universidad de Las Américas, que con otra metodología también identificó rasgos del virus en los ríos Machángara y Monjas.
 
De la iniciativa a la acción
Sentarse alrededor de una misma mesa para solventar necesidades comunes es lo que lograron diferentes actores sociales. En la Amazonía, por ejemplo, además de llegar con kits alimenticios y de higiene, se pensó en comprender las condiciones culturales y geográficas de acceso a la salud. Allí la respuesta fue la acción colectiva.
 
Una de ellas, la definición de una ruta de la salud indígena amazónica, como parte del proyecto 'Todos los Ojos en la Amazonía' de la Fundación Hivos. Si bien el proyecto, según explica su directora, Carolina Zambrano, se enfoca en el uso de tecnología y datos para la defensa territorial, con la pandemia comprendieron que no podían hablar de defensa territorial ni de conservación o derechos indígenas, sin hablar de acceso a la salud.
 
Es así que el trabajo entre representantes de la organización indígena Confeniae, del Ministerio de Salud, de universidades, como la San Francisco de Quito y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Ecuador se centró en conocer la realidad del territorio y en cómo cada nacionalidad indígena entiende el COVID-19, para desde allí “traducir” esas necesidades al sistema público de salud.
 
Con el mapeo de requerimientos de necesidades se identificó centros que pueden tratar el virus, equipos y, a la vez, dónde y cómo llegar con recursos necesarios.
 
Apoyo en la tecnología
Las videollamadas y las teleconferencias han caracterizado diversos encuentros académicos, durante este tiempo. Universidades y redes de conocimiento realizaron talleres y capacitaciones, mediante webinars; muchos de ellos, de acceso libre y quizás inaccesibles en otro contexto.
 
Además de ello, la red PhD Network realizó dos debates, uno para abordar el polémico uso del dióxido de cloro para tratar a pacientes con coronavirus; y otro sobre la corrupción en medio de la pandemia.
 
Mario Hidalgo, cofundador de la Red, explica que el objetivo de la iniciativa, además de intercambiar experiencias y conocimiento, es incidir en la política pública, “basándonos en evidencia y datos, desde todas las áreas del conocimiento”.
 
Creada en 2015, PhD Network está integrada por más de 4.500 investigadores y técnicos, cuyo trabajo se organiza en grupos de investigación, a los que –en medio de la coyuntura– se sumó uno sobre COVID-19 y otro sobre políticas anticorrupción.
 
 
Más información en la edición impresa de Revista Enfoque de septiembre.

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