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Habemus cannabis

martes, 22 octubre 2019 - 10:21
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La producción del cáñamo mueve unos 19 mil millones de dólares anuales en el mundo. Estos cultivos florecen en Asia, Europa, Estados Unidos y, para no ir tan lejos, en Perú y Colombia. Por eso, un diminuto frasco de aceite de esta planta, usado por personas que sufren cáncer, epilepsia, párkinson, entre otras enfermedades, cuesta más de 50 dólares. Ahora, este remedio podría producirse en Ecuador y abrir la puerta a una nueva industria farmacéutica, textil, alimenticia, e incluso de biocombustibles.
 
¿Cómo?
 
El 17 de septiembre, la Asamblea Nacional votó un paquete de reformas al Código Integral Penal (COIP) que, entre otras, excluye al “cannabis no psicoactivo o cáñamo” de las sustancias sujetas a fiscalización. Es decir, ya no es considerada una droga y se puede cultivar y procesar bajo la regulación del Ministerio de Agricultura.
 
“Es un avance enorme porque nos estamos metiendo en este mercado. Al fin se hace la diferenciación y se entiende que esto no es marihuana”, dice Santiago Trejo, consultor en Industrias Sensibles. Explica que el polémico cannabis se divide en dos grandes variedades: la marihuana, que tiene activos psicotrópicos que producen el “efecto vuelo”. Y por otro lado, el cáñamo, que tiene usos terapéuticos e industriales.
 
“Pero estamos abriendo la puerta a una grave amenaza porque no tenemos instituciones sólidas que supervisen esta producción”, alerta el asambleísta César Carrión. A su criterio, el Ecuador es un país de tránsito de droga y, con esta reforma, los narcotraficantes tendrán menores controles o podrán justificar su producción.
 
 
¿Listos para la producción?
 
Telas, chocolates, cremas, cosméticos, medicinas, semillas y una infinidad de artículos salen del cáñamo. “Son solo una muestra del potencial de esta planta, que podría generar muchas plazas de trabajo en el país y ayudar a los campesinos para tener otra alternativa a los cultivos tradicionales”, dice David Eche, PhD en Agricultura Orgánica y docente de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central de Ecuador.
 
Pero la producción no será inmediata: el Ministerio de Agricultura deberá expedir los reglamentos necesarios en un plazo de seis meses. Además, se requieren de semillas que en el país no hay y definir los lugares más idóneos para sembrar. Estas plantas, explica Eche, requieren de lugares planos, donde haya doce horas de luz del sol y noches heladas.
 
En el país nunca se ha sembrado esta planta: no es igual a la marihuana, de la cual se han identificado cultivos en frontera norte. La reforma al COIP dispone que el cáñamo que se permite producir en el país debe tener menos del 1 por ciento de THC. El cannabis tiene dos grandes componentes: el THC, que tiene componentes psicotrópicos y produce el “efecto vuelo”, y el CBD, de uso medicinal. La variedad marihuana tiene alto contenido THC, mientras el cáñamo tiene altos niveles de CBD.
 
De todos modos, el cáñamo y la marihuana son muy difíciles de distinguir a nivel visual y quienes estén a cargo de supervisar los cultivos deben aprender mucho. “Por eso la academia debe sumarse en la elaboración de políticas públicas e investigación para producir las semillas”, dice Eche.
 
El asambleísta Carrión, por su parte, considera absurdo que el Ministerio de Agricultura pueda garantizar que no se siembre marihuana. “Esto es un tema de seguridad y se necesita gente que conozca la diferencias entre las drogas.” Lamenta que el debate primero proponía la importación de cannabis medicinal para las personas que lo necesitan, pero que a última hora se pasó a reformar el COIP. “Ya hicieron prueba y error con la tabla de drogas y ahora nuevamente improvisan.
 
Haciendo números
 
Colombia tiene ingresos por 400 millones de dólares por la producción de CBD, la aplicación medicinal del cáñamo. Con la experiencia y números de los vecinos países, Santiago Trejo, quien asesoró al Ministerio de Agricultura, estima que, si Ecuador siembra 2.000 hectáreas de cáñamo, se podrían generar 100 mil empleos y recibir inversiones por más 500 millones de dólares.
 
Empresas internacionales ya fijaron sus ojos sobre los terrenos de Yachay, en la provincia de Imbabura, hace un año. La firma estadounidense Avant-Garde Holding Americas planteó a la universidad un proyecto asociativo para la plantación y explotación de cáñamo para uso medicinal y alimenticio. Las semillas que propone sembrar tendrían 0,5 por ciento de THC, y entre el 5 y el 25 por ciento de CBD. Aunque la gerencia de Yachay aprobó la viabilidad del proyecto, ha demorado su ejecución por los cambios administrativos. De todos modos, allí podría iniciar esta nueva industria.
 
Sin embargo, más allá de las grandes inversiones, David Eche considera que también se debe pesar en los pequeños agricultores. “Por lo general, estas grandes inversiones están pensado en sacar el CDB que es lo más rentable. Pero también están las semillas y las fibras, que no requieren mayor industrialización y puede dar trabajo a pequeños productores”.
 
“Hace tres años proponemos esto”, dice Farith Pino, quien junto a Eche, forman parte de “Cáñamo Industrial para el Desarrollo Sostenible”, una iniciativa para fomentar este cultivo y desarrollar cultivos rurales, puesto que de la planta tiene un sinnúmero de aplicaciones.
 
Para quienes aún piensan que se está promoviendo una droga, Farith Pino recuerda que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un reporte en el 2017 en el que recalca que el componente CBD del cáñamo es inofensivo para la salud y no genera. El reto estará en la capacidad del Estado para vigilar que se produzca cáñamo  y no marihuana.

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