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Najas, el origen de un palacio histórico

jueves, 13 diciembre 2018 - 04:35
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Al edificio de la Cancillería del Ecuador se le conoce como el Palacio de Najas. En realidad su primer nombre fue Villa Susana, como consta en los planos diseñados en la década de 1920. La construcción fue encargada por el comerciante de origen libanés José Constantino Najas.

A mediados de 1880, la madre de José Constantino, Amelia Haer, hizo algo impensable para una mujer hace más de cien años. Ella, junto a cuatro hijos: Miguel, José, Teodora, Alejandrina y embarazada de Emilio, huyó de Trípoli para mejorar su situación económica y profesar libremente su religión. Como muchos de los cristianos maronitas, originarios del Líbano, Amelia huía de la persecución de que eran objeto los católicos maronitas por parte de los drusos y de los gobernantes, los turcos otomanos.

Amelia y su familia llegaron a Puerto Príncipe, Haití. Probablemente escogieron el destino porque hablaban el idioma francés. En Haití nació Emilio, de quien desciende la familia Najas, establecida en Quito. En Haití los Nahas (que al llegar al Ecuador cambiaron el apellido por Najas, al sustituir la h por j), fundaron un almacén, pero se incendió, lo que les obligó a emprender una nueva travesía bordeando el Cabo de Hornos hasta llegar a las costas ecuatorianas y desembarcar en el puerto de Guayaquil.

De Guayaquil subieron a la sierra y se establecieron finalmente en Quito, donde los hermanos mayores iniciaron el “Bazar Verdún”, lugar en que se vendía artículos y muebles europeos. “Era la tienda más importante de la ciudad”, explica Fernando Najas, arquitecto quiteño, nieto de Emilio.

En uno de sus viajes a Francia, José se casa con Susana Lavelle, quien se incorporó a las actividades comerciales del bazar. El éxito comercial hizo que, a comienzos de 1920, José Najas y su esposa adquirieran un gran lote de terreno, en el sector que ahora se conoce se conoce como La Mariscal, en el centro norte de Quito. En esa zona, la aristocracia capitalina había empezado a levantar sus mansiones. A pocas cuadras estaba la Circasiana, casa de la familia Jijón y también la del arquitecto suizo Francisco Durini.

Por ser un palacio de estilo “mansardo”, una referencia de las construcciones señoriales de Paris a fines del siglo XIX, a la residencia se la comenzó a llamar “Palacio de Najas”. La esposa de José, Susan Lavelle, intervino en los más mínimos detalles de la casona, desde la escalinata de mármol, la chimenea ornamental, los muebles franceses –algunos de los cuales todavía se usan en la Cancillería.

Por su magnificencia, a mediados de la década de 1930, el Palacio de Najas fue alquilado por el Estado para usarlo como “Casa de los Presidentes” ya que el Palacio de Carondelet no contaba con habitaciones de uso doméstico. Allí residieron los presidentes Federico Páez, Alberto Enríquez Gallo, Manuel María Borrero y Aurelio Mosquera Narváez, quien se habría suicidado en 1939.

Siendo presidente Carlos Arroyo del Río, en 1943, autorizó al canciller de la época, Francisco Guarderas a adquirir el inmueble por 800 mil sucres, para que se instale allí el ministerio de Relaciones Exteriores que había funcionado en la calle Chile.

En tanto, los hermanos José y Miguel Najas, por conflictos personales decidieron vender sus negocios y sus propiedades e irse a Argentina. Los demás se quedaron en Quito.

“De la mansión de corte neoclásico e influencia francesa se mantiene actualmente solo la parte posterior que corresponde a salas, salones y comedores, ya que el sector principal que daba a la avenida 10 de Agosto fue derrocado para ubicar a las oficinas de la Cancillería” explica el arquitecto Fernando Najas. El Palacio fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1994.

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