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Una vez más

viernes, 5 febrero 2021 - 09:14
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    El Ecuador pasa por la peor crisis desde el retorno a la democracia. Aunque nuestra gente se ha malacostumbrado a pasar por ciclos de recesiones económicas, encegueciendo nuestra percepción fruto de la acumulación de desidia y dolor, esta vez la crisis se presenta con un mayor grado de complejidad producto de una mezcla de problemas sin resolver, los cuales están a punto de ganar inercia, hasta llegar al descontrol. Así no sea nuestra voluntad, esta situación tiene el poder de ponernos contra el piso, hasta que finalmente abramos los ojos y visualicemos la cruda realidad. Ojalá esto no pase cuando sea demasiado tarde.

    De manera muy visual, podemos imaginar que el cúmulo de dificultades avanza como coches de madera sin frenos al inicio de una pendiente muy inclinada, y con la desafortunada capacidad de derribar a todos quienes encuentren a su paso, hasta terminar por estrellarse a velocidad máxima, o en el despeñadero, arrasando con todo. Podemos pensar en al menos cuatro frentes que requieren atención urgente, antes de que ganen mayor aceleración.

    Empezando por lo social: más de la mitad de nuestros hermanos compatriotas se encuentran bajo el umbral de la pobreza; tan solo tres de cada diez de nosotros somos lo suficientemente afortunados de tener un empleo estable. Para colmo de males, alrededor de cien mil menores no regresaron al sistema educativo y de ellos, casi treinta mil niños mendigan en las calles de las principales ciudades.

    Revisando brevemente lo ambiental: vivimos en un país con una capacidad de reciclar de menos del 4% de lo que se consume, logrando que casi todos los desechos de los productos que usamos terminen en rellenos sanitarios colapsados, botaderos de cielo abierto con graves dificultades, y en muchas ocasiones, en ríos y quebradas. Para agravar el asunto, solo el 12% de aguas servidas son tratadas, por lo cual nuestros ríos y aguas costeras reciben decenas de miles de litros de agua contaminada, causando día a día terribles impactos ecológicos.

    Por si fuera poco, y ahora desde el lado económico, el país tiene una enorme deuda pública, estimada en la exorbitante cantidad de 63 mil millones de dólares, equivalentes al 65% del PIB, más una caída de al menos 10 puntos porcentuales de este indicador en el 2020 y con necesidades de financiar, mediante deuda, alrededor de 9000 millones anuales hasta el 2025.

    Me gustaría en verdad cerrar, en este punto, la línea de ideas sobre todo lo que debemos enfrentar, pero las vicisitudes no se quedan ahí. Producto de la pandemia, los hospitales se encuentran sobresaturados, nuestros médicos fatigados por pelear contra la pandemia por casi un año sin mayores recursos, sumado a una ciudadanía que se debate entre morir de hambre encerrada o perecer por la COVID 19 buscando oportunidades. Las vacunas, que aparecían en el horizonte como la posible luz al final de las tinieblas, terminan siendo hasta ahora solo espejismos.

    Aún así y una vez más, los ecuatorianos vamos a acudir este domingo a las urnas. Muchos de nosotros llegaremos con el dolor de haber perdido a seres queridos, otros sin empleo o con deudas, y quizás la gran mayoría con el corazón en la mano. Nuestra gente, a pesar de todo, tiene una capacidad de resiliencia que sorprende a los foráneos, quienes no terminan de sorprenderse al conocer de cerca al ecuatoriano.

    Este 7 de febrero, votemos más allá del ruido que viene de todo lado en estos tiempos. Decidamos por quien nosotros creamos que es la mejor opción, es nuestro derecho. Luego del período electoral, viene lo más importante, dejar los odios en el pasado, respetar la decisión popular, nos guste o no quien gane, y trabajar juntos para sacar a nuestro país adelante. Ningún político logrará que superemos estos tiempos difíciles si lo hacemos separados.
     

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