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El muro de los lamentos

martes, 29 diciembre 2020 - 11:15
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    POR PATRICIA ESTUPIÑÁN
     
    Cansado de la indiferencia de los  empleados del IESS en Quito,  sin que nadie se conduela de su  drama, un anciano se cortó este año  las venas en las cercanías de la matriz  de la institución, reclamando su jubilación. Al verlo en las noticias, las autoridades máximas ofrecieron asistirlo. Se podría pensar que fue un caso  aislado, pero hay muchos. Rosa T.,
    una empleada doméstica quiteña que  cumplió 60 años, fue a la institución  para iniciar los trámites. No constan  los períodos de aportes que tiene firmados en su antigua libreta. Igual le  sucede a Leonor P. Ambas saben que  sus antiguos patronos sí las afiliaron.  La primera hizo varios préstamos quirografarios y la segunda un hipotecario. ¿Qué pasó con esos ingresos que  hoy, dolarizados, equivalen a centavos, pero que cuentan para el cumplimiento de números de aportes?  Rosa y Leonor han deambulado sin  encontrar respuesta.
     
    La indiferencia también es crítica en los centros de salud. Eva  B., en Guayaquil, acudió por meses  con dolor en la boca del estómago  y recibió paracetamol y pastillas digestivas. A comienzos de este año  Mario N. fue porque que tenía problemas estomacales y perdía peso;  le dieron pastillas contra los parásitos. Los dos estaban enfermos de  cáncer y cuando fueron a centros  privados porque no se sanaban con  los tratamientos del IESS, el cáncer  había avanzado en ambos casos.  Eva murió dos meses después del  diagnóstico privado y Mario está en  etapa terminal en SOLCA.
     
    La desidia se evidencia en el  caso de Alfonso B., cuyo padre  murió en 2013. A su muerte un  abogado liquidó en Notaría los  haberes respectivos a la empleada que lo acompañó. En 2019, Alfonso se enteró por la prensa de  que existía una glosa y que como  heredero debía cancelarla. Luego  de más de siete meses de trámites y abogados para probar ante  el IESS que la exempleada había  recibido la liquidación, la glosa se  anuló. No obstante, como el departamento respectivo no subió  la resolución al sistema, se emitió la glosa y se inmovilizaron los  fondos de las cuentas de Alfonso. Cansado de la maraña, pagó la  glosa, pero el juez que debe firmar  el documento lo tiene más de un  mes en su escritorio. Las cuentas  siguen inmovilizadas.
     
    ¿Quién responde por tanta indiferencia y desidia, que cuesta vidas,  lágrimas y dinero, que nunca se devuelve? Los judíos llevan sus ruegos  a Dios y los dejan en las hendijas del  Muro de los Lamentos en Jerusalén. Así les pasa a muchos afiliados  al IESS, que elevan sus oraciones esperando que en el IESS alguien se  conduela de su suerte.

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