En la comunidad de Sálima, Esmeraldas, sentada frente a los manglares, Rosa Torres, socia de la organización Asopesbunche, relata cómo la protección de estos ecosistemas lleva décadas en el cantón de Muisne.
Recuerda que la labor comenzó con su abuela, luego continuó su madre, y ahora ella sigue los pasos de sus antecesoras en la preservación y cuidado de los manglares, que son esenciales para la alimentación de las familias locales. En un cantón donde no existen muchas empresas ni suficientes plazas de trabajo, los manglares se han convertido en un recurso vital para la comunidad.
Nos adentramos en la comunidad de Bunche, ubicada a una hora y media al sur de Esmeraldas, donde Rosa vive con su familia. Allí, nos guió hasta el área de los manglares, donde mostró la zona destinada a la repoblación de conchas. Rosa se puso sus botas y guantes de goma para protegerse, ya que, con ellos, toca las raíces de los manglares para buscar especies como la concha, el cangrejo, la jaiba, el ostión y el churo.
El uso de estos equipos de protección es esencial, ya que el acceso a los manglares implica el riesgo de sufrir cortes o heridas, tanto por las especies que habitan en el lugar como por los residuos de basura que han llegado hasta allí.
Uno de los desafíos más graves que enfrenta la asociación, con 48 años de trayectoria en la preservación de 69,2 hectáreas de manglares, es la contaminación provocada por los desechos de las camaroneras, que afectan tanto la salud del ecosistema como a las especies que dependen de él. A esto se suma la creciente presencia de plásticos en estos espacios. En la primera jornada de limpieza de ese día, se recolectaron más de 30 toneladas de este material.
"Encontramos conchas adheridas a los residuos plásticos", lamenta, pues esto impide su movilidad y provoca su muerte, lo que genera una disminución en su población.
El proceso de recolectar las diversas especies que habitan en los manglares, especialmente las conchas, puede llevar alrededor de cinco horas. Durante este tiempo, las personas están expuestas al sol, al calor intenso, al lodo y a otras adversidades climáticas, que varían según la época del año.
Nada ha detenido a Rosa, al igual que a las 1.500 voluntarias de las unidades educativas locales y clubes ecológicos, para formar parte del proyecto Mujeres Liderando por los Manglares desde 2023. Este esfuerzo busca preservar esta tradición vital en el cantón de Muisne.
La iniciativa, impulsada por la organización Ayuda en Acción, tiene como objetivo empoderar a las mujeres y garantizar la continuidad de su labor histórica: proteger este recurso esencial para la comunidad.
Dos años después, aproximadamente 255 hectáreas de manglares fueron fortalecidas gracias al control y vigilancia de las denominadas Guardianas de los Manglares. Además, se logró la reforestación de más de 5 hectáreas y se ejecutaron jornadas de limpieza en más de 40 hectáreas de playa y 30 manglares, destaca Fiorella Mackliff, directora de Ayuda en Acción en Ecuador.
Una razón clave es su capacidad para capturar carbono, lo que los convierte en un recurso vital en la lucha contra el cambio climático. Este proceso se conoce como carbono azul, ya que los manglares almacenan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), mucho más que los bosques terrestres, ayudando a mitigar el calentamiento global.
Si profundizamos, los manglares también actúan como estabilizadores del suelo, protegen las costas de las mareas altas e inundaciones y sirven de hábitat para una gran diversidad de especies marinas.
En Muisne, las mujeres han asumido un papel fundamental en la protección de esta especie. Organizaciones como Asopesarisa, Asopesanjocha y Asopesbunche están lideradas por mujeres que no solo se dedican a la preservación del ecosistema, sino que también educan a la comunidad sobre su importancia. Estas líderes impulsan labores de limpieza, movilizan a la población para prevenir la contaminación de los manglares y luchan contra la tala ilegal.
Asimismo promueven la correcta recolección de las especies marinas, como las conchas, asegurándose de que no se extraigan ejemplares pequeños que aún no están listos para ser consumidos.
Así, lo explica Rosa, quien resalta que las conchas pequeñas, que tienen un tamaño de 3.2 cm, no son aptas para el consumo, y su recolección prematura pone en riesgo la reproducción de la especie. "Para que una concha esté lista para ser consumida, debe medir al menos 4.5 cm", dice, advirtiendo que la sobrepesca puede llevar a la extinción de esta especie vital.
Aunque las mujeres en Muisne han asumido con fuerza la lucha por la conservación de los ecosistemas y la adaptación al cambio climático, el proyecto está transformando sus comunidades y brindando un futuro más sostenible.
"El trabajo de las mujeres en la conservación de los manglares no solo protege el medio ambiente, sino que también ofrece alternativas económicas para las familias, lo que permite diversificar sus fuentes de ingreso y generar estabilidad en zonas vulnerables", dice Eduardo Michuy, responsable Nacional de Cadenas de Valor Sostenibles y Negocios de Ayuda en Acción Ecuador, en una entrevista con Vistazo.
En ese sentido, el proyecto también impulsa la creación de microempresas que permiten a la comunidad generar ingresos a partir de los recursos naturales de manera sostenible. Rosa lo ejemplifica bien, pues ha logrado transformar productos marinos en platillos como: hamburguesas de camarón y pescado, lo que contribuye a la economía local sin sobreexplotar las especies marinas.
Michuy agrega que este tipo de iniciativas son fundamentales para fortalecer la resiliencia de las comunidades frente a los desafíos ambientales y sociales:
El conocimiento sobre la conservación de los manglares continúa pasando de generación en generación. Doménica Vinueza de 18 años y, miembro de la asociación Asopesbunche, participa activamente en el proyecto limpiando de playas y manglares.
Gracias a su juventud, ha aprovechado la tecnología, utilizando drones para monitorear la salud del ecosistema.
El uso de estas herramientas ha ayudado a la comunidad a vigilar la tala ilegal, la contaminación y la actividad de las camaroneras.
Sentada frente a los manglares, Rosa Torres cree que llegar a la juventud es clave para asegurar la continuidad de la conservación de esta especie.
"Esto no es solo un problema del cantón, es un problema de todo el país", enfatiza. Hace referencia a la contaminación, al plástico que llega a los ríos, termina en el mar y, finalmente, se acumula en los manglares que ella, junto a muchas otras mujeres, se esfuerzan por proteger.
"Si compramos una botella de agua, no la botemos por ahí guardémosla en la mochila o el bolso. Ese plástico no desaparece, toma años en degradarse", y afecta directamente a los ecosistemas, agrega. Lo cierto es que los plásticos no son la única amenaza.
De hecho, la reciente emergencia ambiental por el derrame de petróleo ha puesto en riesgo los manglares de la zona norte de Esmeraldas. El derrame afectó especialmente a las especies marinas, como las conchas, que han quedado contaminadas y han perdido su valor comercial.
Rosa hace un llamado para que jóvenes se sumen a las jornadas de limpieza y ayuden a difundir el mensaje: no tirar basura y cuidar nuestro entorno natural. "Si no lo cuidamos nosotros, nadie lo hará", afirma, destacando que ya se están viviendo los estragos de la contaminación. La realidad de hoy es muy distinta a la de cuando ella comenzó; "Todo eso se está perdiendo".