Fuera de peligro, Lucas reveló que, para mantenerse con el vida en ese gélido y empinado paraje, durmió dentro de cuevas, sobre hojas, y unió fuerzas con un inesperado compañero.
Durante varios días, el pequeño se mantuvo distanciado de los animales al trepar a una gran roca y alimentarse con frutas silvestres que recogió por el camino.
Dos personas fueron las que vieron a Émile por última vez, mientras caminaba a solas al costado de una calle, por la localidad en la que viven sus abuelos.