Mujeres en la parrilla: En Ecuador las asadoras son minoría, pero se abren espacio ante el público
Con delantal y carbón encendido, las mujeres ecuatorianas irrumpen en un oficio exigente, desafiando roles y conquistando nuevos espacios en la cocina a fuego lento.
Ketty Rivadeneira es asadora profesional desde hace cuatro años. Esa es la actividad a la que se dedica a diario, bajo relación de dependencia en un restaurante especializado en Guayaquil. Ella está consciente de que se trata de un oficio con poca presencia femenina. Reflexiona más a fondo y se da cuenta de que, quizá, sea la única mujer trabajando formalmente en este campo en Guayaquil.
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En la empresa donde labora hay 28 asadores, en siete locales, y Ketty es la única mujer al pie de la brasa. Es un trabajo exigente, envuelto en calor, que ensucia las manos y demanda fuerza. Pero todo eso pasa desapercibido por la pasión que le pone a lo que ama hacer.
Ketty se formó inicialmente como Maestra Artesana en Jefe de Cocina Chef, un título que cuenta con certificación de la Cámara de Industrias y Comercio Alemana. Fue ahí, en medio del amplio conocimiento culinario, cuando le atrajo la idea de especializarse en asados, algo que hasta entonces veía solo como un pasatiempo familiar, reservado para fechas especiales como cumpleaños.
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“Me metí a especializarme como parrillera, en técnicas de asado a la parrilla, soy miembro de la Asociación de Asadores Ecuatorianos, y es difícil, porque es un mundo para varones”, dice Ketty, quien admite que al inicio enfrentó rechazos.
Frente a ocho personas, Ketty reveló secretos para asar chorizos y cortes como picaña, colita de cuadril, matambre y entrañas, empleando distintas técnicas como espeto en churrasquera y en parrilla.
Jimmy Uruchima fue uno de los participantes de la clase magistral, admite que nunca había visto a una mujer dirigiendo una parrilla y precisamente esa fue su motivación para inscribirse en el taller.
Fernando Vecilla, presidente de la Asociación de Asadores Ecuatorianos, menciona que Ketty es la única mujer entre sus afiliados. Y aunque no dispone de datos oficiales, por contactos y conocidos estima que, al menos en la Costa, hay unas seis mujeres que se dedican a esta actividad. En regiones como la Sierra y la Amazonía podrían sumarse más casos.
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¿Por qué aún se ve como una actividad exclusiva de hombres?
Vecilla considera que la respuesta está ligada a un tema cultural.
Lo mismo opina Krupskaya Toscano, otra asadora profesional que ha hecho del asado su oficio en Valencia, provincia de Los Ríos. Ella considera que se trata de una cuestión social.
Al igual que Ketty, Krupskaya se formó como gastrónoma. Estudió en la Universidad de Guayaquil y su gusto por los asados nació en 2018, durante una práctica en parrilla.
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Comenzó trabajando en grupo, en eventos a domicilio los fines de semana, mientras estudiaba de lunes a viernes. Poco a poco fue abriéndose camino hasta convertirse en asadora en varios restaurantes de renombre, especializados en carnes.
Hoy trabaja de forma independiente, con pedidos de asado a domicilio que prepara desde su casa. Su objetivo es ahorrar para abrir un restaurante y continuar manejando su tiempo, de manera que también pueda estar presente en la crianza de su pequeño hijo.
Además, sueña con que más mujeres se involucren en el mundo de los asados desde una perspectiva profesional.
Para Vecilla, en cambio, será cuestión de tiempo para que más personas —sobre todo mujeres— se dediquen al oficio de asadoras y logren destacar, como ya ocurre en otros países.
En Argentina, por ejemplo, actualmente se desarrollan competencias y encuentros de asado donde las mujeres participan activamente, ya sea de manera individual o en equipos, ocupando espacios que hasta hace pocas décadas eran dominados exclusivamente por hombres.
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Ketty, por su parte, espera que se rompa el paradigma de que la parrilla no es para mujeres.