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¿Buen Vivir o Desarrollo?

miércoles, 10 agosto 2016 - 09:41
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El académico sueco Rickard Lalander recorre Ecuador y Bolivia intentando entender si es posible justificar la extracción de recursos naturales para el ‘buen vivir’ y respetar los derechos constitucionales de la naturaleza.

Hay un refrán inglés que dice: “no se puede guardar el pastel y comerlo también”, o lo guarda o se lo come, pero no se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Al darle derechos a la naturaleza y también ampliar la explotación de recursos como petróleo y minería, el Ecuador se compromete a conservar el pastel pero en la práctica lo consume más rápido que antes. Este dilema, a un nivel mucho más sofisticado, es el que plantea Rickard Lalander, un sociólogo y politólogo sueco, que es de los pocos académicos que ha tenido el “privilegio” de estudiar comparativamente la aplicación de políticas del socialismo del siglo XXI en Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Rafael Correa y Evo Morales han emergido como héroes climáticos en las grandes cumbres. Esa imagen ha caído, especialmente entre grupos de ecologistas

Lalander, catedrático de la Universidad de Helsinki y de la Universidad de Estocolmo, ha realizado un extenso trabajo de campo en comunidades indígenas de Bolivia desde hace 15 años, y de Ecuador desde hace 12, para entender las implicaciones prácticas del buen vivir (Sumak Kawsay, en kichwa o vivir bien (Suma Qamaña, en aymara) el concepto que es el marco principal de las nuevas constituciones de estos dos países. “¿Es posible justificar la extracción de recursos naturales bajo la bandera del bien común y todavía respetar los derechos constitucionales de la naturaleza? ¿Sería imaginable el modelo del Sumak Kawsay sin el ‘desarrollo’ (crecimiento económico) o es que el desarrollo económico constituye un prerrequisito para el camino hacia el Vivir Bien con bienestar social para todos en estos países todavía plagados por la pobreza?”. Las preguntas que Lalander plantea son provocadoras y muy pertinentes. Su estudio ‘El dilema ecuatoriano de los recursos, sumak kawsay o desarrollo’ fue publicado en el último número de la revista académica Critical Sociology.

Usted encuentra una contradicción en la Constitución pues otorga derechos a la naturaleza y a los pueblos ancestrales, pero para proteger esos derechos debe recurrir a la extracción de recursos naturales.
Ecuador y Bolivia tienen la legislación más avanzada de los derechos de la naturaleza como sujeto jurídico, y hay también una expansión y profundización de los derechos de los pueblos étnicamente definidos, pero estos derechos contrastan en la práctica con las ambiciones de extraer recursos naturales. La dependencia del extractivismo se ha mantenido y se ha fortalecido aún más con la caída de los precios petroleros en el mercado mundial. En Bolivia hay un desacuerdo entre los “pachamamistas” que no quieren tocar a la madre tierra y los “desarrollistas” que abogan por la explotación de recursos, algo similar ocurre en Ecuador.


Desde hace 12 años, el sociólogo Rickard Lalander
recorre el Ecuador entrevistando a gente de
comunidades indígenas, amazónicas y montuvias.

El Gobierno diría que si la explotación beneficia a las comunidades locales, está justificada.
Hay artículos en la Constitución que justifican la explotación y comercialización de los recursos naturales mientras sirvan para el bien común. Pero siempre habrá cierto grado de sacrificio, siempre habrá tensiones cuando las políticas de bienestar social se fundamentan en el extractivismo. A nivel global, estas contradicciones son evidentes. El otorgarle derechos a la naturaleza y la iniciativa Yasuní ITT son los símbolos emblemáticos más importantes que ha tenido Ecuador. Tanto Rafael Correa como Evo Morales han emergido como héroes climáticos en las grandes cumbres. Esa imagen ha caído, especialmente entre grupos de ecologistas y movimientos que proponen alternativas al capitalismo petrolero.

Nuestra Constitución incluye el concepto del “buen vivir” pero no lo define, por lo que resulta muy confuso y con frecuencia funcionarios lo definen como paz interior o felicidad.
Tampoco en el Plan Nacional de Desarrollo para el Buen Vivir hay una definición concreta, sigue siendo muy flexible, muy abstracto, incluso los mismos defensores del sumak kawsay reconocen que este es un desafío y una debilidad. Pero esto se debe también a que ningún concepto es estático, cambia con el tiempo, según el contexto cultural y geográfico, cambia entre ciudad y el campo.

¿La percepción de lo que es vivir bien cambia según la región del país?
A veces en la Costa ecuatoriana dicen que eso del buen vivir es para la gente amazónica o andina. Vivir bien para uno puede ser vivir mal para el otro. Hay mitos del nativo ecológicamente noble, pero incluso en la Amazonia se puede encontrar gente que quiere más modernidad, más infraestructura, más comunicaciones, más dinero. Sus reivindicaciones comunes tienen más que ver con necesidades básicas que con reconocimiento cultural étnico o protección ambiental.

Se debe preguntar cuán indígena y cuán ancestral es el buen vivir y el sumak kawsay... Si uno le pregunta a un anciano en la Sierra no podría explicar o definir qué significa

¿Si el buen vivir es un valor de nuestros pueblos ancestrales, por qué la idea resulta ajena a la mayoría de los ecuatorianos?
Se debe preguntar cuán indígena y cuán ancestral es el buen vivir y el sumak kawsay. Se dice que se basa en la conceptualización de valores ancestrales indígenas. Estos conceptos en Ecuador y Bolivia fueron intelectualizados durante los años 90, como instrumentos políticos e ideológicos. En Bolivia por el aymara Simon Yampara y en Ecuador los pioneros son Alfredo y Carlos Viteri Gualinga. Por supuesto la palabra “sumak” existía en quechua, “kawsay” también, pero si uno pregunta a un anciano en la Sierra no podría explicar o definir qué significa “sumak kawsay”. Por otro lado sí saben practicar los principios de solidaridad y colectivismo a través de las mingas.

¿Cómo se hace el link con el socialismo del siglo XXI?
El ecosocialismo es una tendencia dentro de la izquierda, tan vieja que algunos argumentan que Marx fue el primer ecosocialista. La preocupación ambiental se ha incorporado en grupos de la izquierda política. Durante la época de Hugo Chávez se formaron programas de gobierno para el “vivir bien” y él mismo hablaba del sumak kawsay, a pesar de ser un país tan petrolero y tan contaminador.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos está diseñando herramientas para medir el “buen vivir”, y habla de incluir elementos tan subjetivos como “la capacidad de amar y ser amado”…
En Bolivia también hay este indicador en la filosofía de suma qamaña, que mide calidad de vida, la participación, espiritualidad, por supuesto es subjetivo y relativo, por eso es complicado. Saber amar y ser amado, hay muchas posibles interpretaciones de este indicador. ¿Cómo medirlo? Es muy difícil, y ¿cómo combinarlo con otras variables e indicadores? Pienso que es mucho más relevante considerar la percepción individual y colectiva de qué aspectos son fundamentales para la población para tener una vida digna. Para algunos será la educación, la salud, el contacto de la naturaleza, para otros será la religión. Y en Bolivia dicen que hay que comprender el vivir bien contrastándolo con vivir cada vez mejor, vivir mejor que el vecino. A nivel nacional, tener índices de crecimiento mejores que países vecinos.


En la Costa dicen que eso del “buen vivir”
es para la gente andina o amazónica,
según estudios de Lalander.

Vivir “cada vez mejor” es un concepto más claro…
Vivir cada vez mejor es progreso, es crecimiento económico, pero también es competencia, es compararse con el otro, es individualismo y contrasta con los valores colectivistas de los indígenas bolivianos. Por eso hay un dilema de valores muy interesante. Son conocidos los avances económicos de algunas familias aymaras en Bolivia, la llaman incluso la nueva burguesía aymara. Entre los nuevos ricos de Bolivia hay algunos aymaras, son empresarios muy exitosos. El enriquecimiento no es necesariamente mal visto en Bolivia, los aymaras justifican sus logros económicos precisamente por la solidaridad con los suyos, pues benefician al “ayllu” o familia extendida e incluso a los miembros de su comunidad.

Aquí en cambio se dice que para impulsar el buen vivir necesariamente hay que controlar la opulencia y el consumismo, y establecer umbrales de suficiencia y riqueza…
En el contexto del socialismo del siglo XXI, se dice que hay que controlar el consumismo. ¿Qué significaría en la práctica? Que los ricos deberían contentarse con mucho menos y que los de escasos recursos no deberían tener aspiraciones demasiado altas. Es muy complicado, pero hay que reconocer que hay una mentalidad individualista y capitalista muy dominante, toda la sociedad está marcada por el consumismo que nos impulsa a comprar nuevos modelos de celulares, computadoras, autos, cada año. El sumak kawsay propone alternativas ante las graves desigualdades sociales y económicas, pero es un desafío que continúa. Es un proyecto tal vez utópico.

Usted dice que el sumak kawsay desafía la forma en que comprendemos el bienestar, bien común y desarrollo, ¿por qué?
Porque el sumak kawsay no mide el bienestar mediante la estadística de Producto Interno Bruto per cápita. El sumak kawsay “deseconomiza” esta idea de desarrollo y le agrega valor humano, natural y ambiental.

¿Pero sin desarrollo económico no hay buen vivir?
Es importante revisar críticamente la conceptualización de desarrollo. Hay un movimiento global muy fuerte que propone el “degrowth” (descrecimiento, la reducción controlada de la producción económica y del consumo para llegar a una relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza). El sociólogo John Bellamy Foster, un ecosocialista, se pregunta si esas críticas al desarrollo significan que deberíamos acabar con las ambiciones de desarrollo y progreso, y la respuesta según él es no. En las regiones menos privilegiadas del mundo, un desarrollo que se traduzca en mejores condiciones de vida para la población, todavía será necesario.

¿Encuentra usted alguna ventaja en que la Constitución reconozca los derechos de la naturaleza?
En los años de euforia en Ecuador cuando se aprobó la Constitución de 2008, todos, desde René Ramírez hasta Alberto Acosta hablaban de este milagro de Constitución, una Constitución “biocéntrica” y menos antropocéntrica, que consideraba los valores de la naturaleza antes que los del hombre. Bueno, en la práctica, no es tanto así pero los gobiernos de Ecuador y Bolivia, por lo menos tienen que defenderse ante las críticas de no respetar la Constitución en caso de extraer recursos en determinado territorio, mientras que otros estados sin constituciones radicales avanzadas ni siquiera tienen que considerar eso.

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