<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Joven canadiense contrató sicarios para matar a sus padres, que descubrieron su vida de mentiras

martes, 13 octubre 2020 - 10:51
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

La canadiense Jennyfer Pan vivió inventando boletines de calificaciones brillantes, un título universitario y trabajos que nunca tuvo.
 
El giro dramático que dio a su vida cuando la verdad se supo terminó llevándola a prisión
 
Los padres de Jennyfer Pan, una canadiense de orígenes asiáticos, creyeron que su férrea disciplina había dado como frutos una hija perfecta. Pero la presión por ser siempre la mejor, la dejó presa de un mundo de mentiras que terminó desmoronándose y haciéndola planear, al verse descubierta, la muerte de sus propia familia. 
 
Contrató a sicarios a los que pagó 10 mil dólares e hizo que fingieran un supuesto robo, cuyo objetivo verdadero era terminar con la vida de su madre Bich Ha y su padre Huei Hann Pan.
 
Como muchos padres controladores, Bich Ha Pan y Huei Hann Pan nunca dejaron a su hija decidir qué hacer con su tiempo, ni socializar con quien quisiera. Su rutina consistía en dejarla en la escuela por las mañanas y recogerla cuando terminaba su día. No podia tener amigos pues podrían distraerla de sus estudios. Tampoco iba a los eventos sociales de su escuela, como bailes y fiestas. 
 
Jennifer se hizo experta en falsificar reportes de materias, todas con puntuación perfecta, menciones de honor e incluso el título de bachiller, porque en realidad nunca pasó de ser una estudiante mediocre y terminó desertando del colegio.
 
En la universidad vino lo peor, ella conoció un chico llamado Daniel Wong con el que comenzó una relación sentimental totalmente escondidas de sus padres.
 
A ellos les dijo que estaba estudiando en la Universidad de Ryerson, mostrándoles una carta de admisión falsa, y que se había mudado con una amiga.
 
Por mucho tiempo mantuvo la mentira de que estaba estudiando para ser farmacóloga, tal cual querían sus padres.
 
Después de los supuestos dos años en Ryerson aumentó sus apuestas y dijo que se trasladaría a otra universidad de Canadá. Compró libros de texto, vio documentales para parecer informada en su supuesta área de estudio y convenció a sus padres de que con subvenciones y becas que había ganado ya no necesitaba que pagaran más por su educación.
 
Realmente vivía con Daniel, su novio, y trabajaba como mesera en un restaurante y daba clases de piano. Pero en su interior se cultivaba un creciente rencor hacia sus padres y las constantes mentiras la agobiaron al punto de creer que matarlos sería su única salida.
 
Después de “graduarse” de la universidad, otra mentira que reforzó con una artimaña para evitar que sus padres fueran a la ceremonia de graduación, la vida de Jennifer se complicó aún más.
 
Al principio logró convencerlos de que había tomado un trabajo en un hospital.
 
En 2010 sucedieron una serie de eventos que desencadenaron el desenlace fatal. Un día su padre la obligó a que lo dejara llevarla al hospital donde supuestamente trabajaba. Ella entró corriendo con la esperanza de que eso sería suficiente para su padre y que este se iría, pero él decidió seguirla y no encontró registro de que ella trabajara allí.
 
Luego llamó a su supuesta compañera de cuarto, solo para enterarse que hacía años no hablaba con Jennifer. La forzaron a confesar y ella les contó todo: que no se había graduado de secundaría ni asistido a las universidades de Ryerson o Toronto y que había estado viviendo con su novio todo ese tiempo.
 
Molesto, obligó a su hija a regresar a la casa, renunciar a su verdadero trabajo en el restaurante y dejar a Daniel, su novio. Pese a que ya era una adulta -tenía 24 años- le quitó su celular, su computador portátil, e incluso, instaló un GPS en su automóvil para controlar su movilidad.
 
Todo esto ocurrió en 2010, el año en que Jennifer decidió matar a sus padres.
 
El impulso final vino tras reencontrase con un viejo amigo llamado Andrew, quién vivía una situación similar y también estaba decidido a matar a su padre; él le presentó a la joven a alguien que conocía y entre los tres idearon un plan para asesinar al padre de Jennifer en el parqueadero de su trabajo.
 
La idea era fingir un atraco en el que murieran Bich Ha y Huei Hann Pan, la conexión la consiguió Daniel y el pago fue de $10.000 dólares.
 
Los supuestos ladrones entraron y sacaron de su dormitorio a los padres y a Jennifer, a quien ‘obligaron’ a darle todo el dinero que su familia tenía en la casa y cuando lo hizo la devolvieron al piso de arriba dejándola atada de manos y piernas con un cordón de zapatos.
 
Después, dispararon a los padres de la joven en la cabeza. La madre murió de inmediato, no pasó lo mismo con el padre, que sobrevivió, logró salir de la casa y recibir ayuda de un vecino quien llamó a una ambulancia que lo trasladó al hospital, donde lo pusieron en coma inducido.
 
Jennifer llamó al 911 y reportó los disparos. Al llegar, la policía se percató de que había algo extraño en el robo, pues no se llevaron otras posesiones de valor, como el lujoso automóvil que tenían en el garaje. Además, el hecho de que entraran por la puerta principal también levantó sospechas.
 
Al interrogar a Jennifer la policía logró que confesara parte de lo ocurrido. Dijo que había contratado a los sicarios pero no para asesinar a sus padres sino para escenificar su propia muerte, que estaba deprimida y cansada de vivir, pero que estos se habían equivocado.
 
Desde ese momento las autoridades ordenaron su arresto, publica Infobae. 
 
En 2014 llegó la sentencia, en la cual se le dictó cadena perpetua a Jennifer, entonces de 28 años, a su novio Daniel Wong a los tres hombres que la ayudaron con su plan.
 
En 25 años, es decir, en el 2039, podría solicitar la libertad condicional, y volver a la calle vigilada, como vivió toda su vida.

Más leídas
 
Lo más reciente