Opinión

Viva Cuba, pero en la piel de sus ciudadanos

En cada cuerpo cubano mancillado, en cada historia afectiva truncada, en cada derecho pisoteado, en cada vida arruinada, los ecuatorianos acabamos de ser nuevamente expoliados.

Muchísimo antes de la crisis desembocada en una inhumana y viciada deportación masiva, Pocho Álvarez ya había dado cuenta del asedio de la Revolución Ciudadana contra la migración cubana en “Migrantes: los otros nosotros (cubanos)”, breve documental hoy trascendental para desmontar la simplificación con la que el presidente Correa ha querido justificar, en dos minutos, la criminalización de un colectivo perseguido y expulsado, reduciéndolo todo a las “mafias de la inmigración”, idéntico argumento históricamente esgrimido por la Unión Europea para bloquear los exilios humanitarios, ayer el ecuatoriano y hoy el sirio.

En una entrevista conjunta con el diario virtual La República, la activista Cristina Burneo y el abogado Juan Pablo Albán no sólo inventarían el cúmulo de ilegalidades, atropellos y amenazas cometidas por un aparato judicial y policial esbirro del Ejecutivo, cuyos responsables tendrán que responder en algún momento, sino que también observan la complicidad de la mayoritariamente xenófoba sociedad ecuatoriana.

No sólo en Ecuador, país de migrantes, la clase trabajadora tataranieta del “proletarios de todos los países del mundo, uníos” de Marx, es hoy la más proclive a entregar su voto a frentes nacionalistas como los de Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos o Correa en Ecuador: en la posmodernidad y la globalización la orfandad de las utopías y los grandes relatos parece haber naturalizado, expandido y democratizado al fascismo, siempre una salida en falso, popular e iracunda, a las contradicciones sociales.

Diario El Telégrafo, cuya ardua e imposible tarea consiste en mantener la ficción del carácter progresista y democrático del régimen, buscó dar una lección de real politik durante la crisis, citando criterios de expertos en política internacional acerca de cómo la “ciudadanía universal”, consagrada en nuestra cada vez más violada Constitución, sólo será realmente viable (o sea: ¿no mero romanticismo?) cuando todos los países del orbe adopten dicho principio.

Pero en política internacional los derechos se conquistan y propagan dando ejemplo. Así ocurrió durante el gobierno de Jaime Roldós, cuando la Carta de Conducta de Riobamba, firmada por una minoría de países de América, se convirtió ipso facto en el principio rector de quienes defendieron la preeminencia de los derechos humanos por encima de cualquier noción de soberanía de los Estados, un principio contra el cual se ha ido sistemáticamente esta lamentable Revolución Ciudadana.

Detrás de la tolerancia a la criminal deportación masiva de los cubanos está también una preciada herencia de la guerra fría: la estigmatización de la disidencia cubana como gusana. En la contraparte de ese ADN fundacional, editorialistas del régimen culparon de su expulsión al bloqueo norteamericano y a la CIA. Gracias por hacernos entender que quienes realmente trabajan a favor de sus objetivos son el Gobierno Nacional y compañía.

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