La vida no vale nada
El dictador Josef Stalin, que ejecutó a 35 millones de personas, solía ufanarse: “La muerte de un individuo es una tragedia. La muerte de muchos es una estadística”. En Ecuador, las muertes de personas que se atreven a cumplir con su deber: denunciar delitos y hacer que se cumpla la Ley, corren el riesgo de convertirse en una estadística en el registro de las muertes violentas. En Guayaquil, la directora administrativa del Hospital Teodoro Maldonado Carbo fue asesinada por haber dispuesto que se apliquen las sanciones administrativas para quienes son responsables del desabastecimiento de medicinas en esa casa de salud. El Hospital Teodoro Maldonado tiene una historia de escándalos, donde operan mafias, que aspiran a seguir lucrando con sobreprecios en medicinase insumos, mientras los afiliados deben comprar estos medicamentos.
No solo quienes aspiran a limpiar las cloacas de la corrupción están en la mira de los criminales. Los periodistas también se han convertido en blanco del crimen organizado. Ante amenazas contra la vida de la periodista Karol Noroña del portal Gkillcity, quien ha denunciado a las mafias de las prisiones, ella ha debido partir al exterior. “Ninguna historia merece el precio de una vida”, explica la directora Isabela Ponce. Igualmente, varios periodistas de televisión recibieron sobres con discos extraíbles que al instalarlos en el computador debían estallar. Lenin Artieda, entrevistador de Contacto Directo, fue la primera víctima. Sufrió daños leves, gracias a su pronta reacción. Los demás comunicadores al conocer lo acontecido en Ecuavisa, no abrieron los sobres. ¿Qué oscuros intereses estaban detrás de estos múltiples intentos de causar daño? ¿Estamos cada vez acercándonos más al escenario de países donde el crimen organizado tiene el dominio de las armas y la garantía de la impunidad, como es el caso de México, donde murieron 67 periodistas en 2022?
Después del horror inicial, las consecuencias se quedan solo con los familiares de las víctimas que deben enfrentarse a un tortuoso camino de indiferencia, olvido e impunidad. El problema es que la indefensión se va generalizando a todo el conglomerado social, pero casi todos seguimos en negación pensando que no es un problema nuestro, sino de otros y que si somos cuidadosos nada nos pasará. No podemos seguir indiferentes, la amenaza es para todos y es imperativo organizarse para encontrar soluciones, que ciertamente no vendrán desde la política, pues la mayoría de políticos está concentrada en mantener su metro cuadrado de poder, aunque para hacerlo queden de lado los valores, convicciones y las verdaderas necesidades del país.
