<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

La talla democrática

lunes, 6 marzo 2023 - 08:23
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    No faltaron los consultores, analistas y estrategas que sugirieron a Henry Cucalón no aceptar el Ministerio de Gobierno. El argumento era que acompañar a un presidente desgastado, derrotado y al borde de la caída, como Guillermo Lasso, sería un despropósito para alguien que tiene un currículum intachable.

    En la política ecuatoriana, renuente a los acuerdos y condicionada a operar siempre en función delos vencedores, este tipo de consejos prevalece, abonando la cultura de la autodestrucción. Pero el flamante funcionario siguió su espíritu democrático, convenciéndose de que los políticos también pueden volverse trascendentes desde la adversidad.

    Por eso, él se perfila hoy como uno de los poquísimos factores de estabilidad que le quedan al Ecuador, sin que el propio Lasso, empecinado en mantener su bronca absurda con Jaime Nebot, se dé cuenta de lo importante que es Cucalón a la hora de tender puentes y crear una agenda mínima de trabajo que lo aleje de la incesante conspiración.

    Los dos millones de votos que el correísmo atrajo en estos comicios seccionales, en términos aritméticos, representan la mitad de la fuerza electoral (3,9 millones de votos)alcanzada en 2014, cuando el gobierno de Rafael Correa recibió su peor derrota desde 2006.

    Es verdad que alzarse con las alcaldías de Quito y Guayaquil, así como con las prefecturas de Pichincha y Guayas, reviste un resultado político indiscutible, pero el porcentaje total de votación apenas seduce a dos 10 ecuatorianos. Por eso, el expresidente puede marearse con un triunfo sobredimensionado si no entiende que sus nuevas autoridades le deben al país un talante democrático que preserve la estabilidad.

    Es bueno que figuras como Pabel Muñoz, Aquiles Álvarez o Marcela Aguiñaga tengan, al menos de labios para afuera, una posición constructiva y ajena al caos que sí se respira en la Asamblea, alentada por Correa, para sacar a Lasso a como dé lugar.

    En el fondo, los alcaldes y prefectos electos saben que ayudar a prender la mecha en las calles puede darle a Leonidas Iza una fuerza demoledora capaz de golpear, incluso, a la propia Revolución Ciudadana.

    Estos momentos también son vitales para medir la talla democrática del periodismo nacional. Siempre será necesario que la sociedad exija a los gobernantes un respeto irrestricto a la libertad de expresión. Lo hizo con Correa y hoy lo hace con Lasso. El espíritu de cuerpo, en estos casos, debe prevalecer por encima de cualquier otra consideración.

    Sin embargo, eso no significa que en las salas de redacción, gremios y aulas universitarias se deje de cuestionar nuestro ejercicio profesional y los fueros éticos que lo conducen. Solo así se separa el trigo de la paja, para que aquellos periodistas que consideran “buenos amigos” a los narcotraficantes Fito y Junior, en un confianzudo manejo de fuentes, no digan a los colegas serios que, como “quedaron tan jodidos del coco por el gobierno totalitario” de Correa, hoy cuidan a Lasso. Cualquier investigación que busca réditos políticos y no la contrastación; que deja una estela de réplicas, aclaraciones y reclamos; pero sobre todo dudas de para qué intereses opera, carecerá de valor histórico y democrático.

    Más leídas
     
    Lo más reciente