<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

¿Hay cabida para Guillermo Lasso?

lunes, 10 abril 2023 - 15:21
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Para el gobierno, el futuro político solo se mide en una línea temporal: menos de 45 días si su estrategia fracasa y la Asamblea consigue destituir al Presidente; entre seis y ocho meses si no queda otra que ir por la muerte cruzada sorteando las amenazas de la Conaie; o dos años más si el juicio político no alcanza los 92 votos.

    Por fuera de esta matriz hay poco que contar y eso es lo preocupante, porque si Guillermo Lasso sobrevive a la censura, no queda claro cómo gobernará dos años más un Ecuador que fatalmente ha instalado en su administración las palabras incertidumbre y pesimismo.

    Hasta diciembre de 2022 había cierto consenso en el sentido de que el bloqueo institucional, el desborde de la inseguridad y las amenazas permanentes de movilización habían detenido la buena marcha del Régimen. Sin embargo, -así lo revelan varias encuestas de opinión y los principales agentes económicos internacionales- hoy pesa más el penoso convencimiento de que Lasso y su gobierno son los grandes responsables del durísimo momento que se atraviesa.

    Errático, con una operación política reactiva y poco eficiente y con unos indicadores de gestión que las personas evalúan con rabia por la falta de medicinas, pasaportes o por la cifra de muertos en las calles cada vez más cerca de sus hogares. Por eso, el riesgo país está por los 2.000 puntos y en el exterior se habla de una virtual caída.

    Ante semejantes nubarrones, quizás el objetivo del Gobierno, de trazar su horizonte en mayo de 2025, resulte insuficiente.

    Lasso llegó al poder con una misión histórica y esto no es exageración. Tenía que impulsar un gobierno moderno, que cuidara los recursos fiscales del Estado, pero no en desmedro de una gestión pública pobre como la que se le reprocha. En síntesis, había que demostrar que la derecha puede ser una alternativa válida de gobierno.

    Un presidente es, antes que nada, un pedagogo porque solo desde esa misión se puede explicar que la actual explosión de la inseguridad va mucho más allá de cuántas toneladas de droga se incauten, los patrulleros que se compren o el número de policías que se formen.

    Si el desate de este mal -como así resulta- deviene de un problema estructural que se incubó en 2007 con la complicidad de los políticos revolucionarios de entonces, el país en su conjunto tenía que remar bajo ese objetivo con una política programática que sume inteligencia antidelictiva y financiera, inversión social, despliegue policial certero y una agenda legislativa ordenada.

    Es decir, que la ciudadanía lograra entender que sin ‘su’ ruta gubernamental, por fuera de todo populismo, no se puede superar una crisis de este calibre. Pero lo que se ve hasta ahora son medidas desesperadas como el porte de armas que suenan más a improvisación.

    Con pedagogía era más fácil y eficiente conducir la política. No faltaron voces que desde el inicio de su gestión le sugirieron despejar de un solo tajo el atasco legislativo y, con un mensaje audaz de futuro, repolitizar su mandato.

    Luego de tantas oportunidades perdidas, a Lasso solo le queda resistir. A estas alturas ya no es el tiempo, sino el replanteamiento total de su liderazgo el verdadero desafío.

    Más leídas
     
    Lo más reciente