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El ciclo de la venganza

jueves, 30 marzo 2023 - 16:44
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    A un Gobierno con la iniciativa desarmada se le vuelve cada vez más complicado convencerle al país de que tanto sobresalto y decepción terminará cuando el presidente Lasso logre (si es que lo consigue) esquivar el juicio político.

    La languidez de ese relato contrasta con la algarabía de quienes quieren sacarlo del poder, desde todos los flancos, haciendo del odio y la amenaza en las redes sociales y en el discurso de los políticos que patrocinan la caída, el arma más vergonzosa.

    Hace seis años, el país suponía que la Ley de Comunicación, por ejemplo, era el marco regulatorio que permitía multiplicar el ataque y administrar la pugna, volviendo más agresiva la capacidad de destrucción de quienes controlaban este instrumento.

    Esa Ley terminó en la ‘basura de la historia’ mas no la capacidad de los actores políticos y sus huestes de inocular odio en la sociedad como si no fuera suficiente el derrame de sangre en las calles por la violencia del narcotráfico y la delincuencia.

    En los años de la defensa de las libertades y la lucha contra el autoritarismo, partidos democráticos como el PSC y Pachakutik cerraron filas alrededor de esta causa, creando un frente muy poderoso que alentó a la sociedad a perder el miedo.

    El panorama empeora porque esas organizaciones hoy son parte de la amenaza y el bloqueo. Han relativizado todos los principios de la convivencia sin importarles que, en su afán por ajustar las cuentas personales con Lasso por los acuerdos rotos en mayo de 2021 o porque la línea de acción de la dirigencia indígena es incendiarlo todo, hayan permitido el nuevo secuestro de las instituciones. Ya no solo se oye a Rafael Correa cuestionar el papel de la Corte Constitucional y alentar su descabezamiento. La Conaie piensa rodearla para presionar por el juicio político. Y la gente de Nebot se reparte el Cpccs y busca la toma del Consejo de la Judicatura, pidiendo a la Fiscalía acelerar las acusaciones a los vocales Murillo y Morillo, por el caso de las supuestas llamadas a jueces para proteger a Guadalupe Llori.

    La simbiosis entre correístas, socialcristianos y los seguidores de Leonidas Iza logró que en las redes sociales la máquina de odio alcanzara un nivel de asedio exponencial. Se han perdido las formas y el irrespeto es absoluto. El desquite empieza por el insulto.

    Es una pena que hasta en la más elemental disputa política de las ideas, la mafia haya impuesto sus códigos y sus representantes usen corbata y voten en el Pleno.

    Otros sectores también han confundido los papeles. Medios digitales, activistas u organizaciones de la sociedad civil disfrutan y lucran del arrinconamiento a Lasso para que se desplome pronto. Pero en su legítimo interés por exponer los graves yerros y omisiones de la actual administración, han permitido que la sombra de la impunidad cobije al correísmo en el discurso cotidiano y con las maniobras públicas que socapan.

    Sí, dirán que Lasso selló el pasaporte para su regreso y tienen razón. Pero el carga montón que han alentado hará que el autoritario sea más fuerte, ignorando que cuando vuelva al poder, el ciclo de la venganza comenzará por ellos: por quienes se sienten inteligentes haciendo política desde el carro ganador.

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