Las horas de incertidumbre y rabia que acompañaron la tragedia de los cuatro menores de Las Malvinas (Guayaquil) dieron paso a una catarsis incompleta. Tras la aprehensión de los chicos por parte de una patrulla de Taura, el injustificable abandono a su suerte y el asesinato, en teoría por cuenta de grupos delincuenciales, buena parte del país se puso a hablar de la vida y la dignidad.
Voces con mayor conocimiento de las leyes recitaron la doctrina de los crímenes de Estado. Y desde el enfoque de los políticos, la discusión terminó en la cantaleta de siempre: el ajuste neoliberal privó a la educación pública de recursos. Por ello, la deserción puso a decenas de miles de niños a merced delas mafias y el terrorismo.
Están los que aseguran que no hay nada más nefasto que tener a los militares en las calles, porque eso es revivir al Plan Cóndor de los años 70. O quienes justifican la sangre, porque solo con mano durase combate el terrorismo. Con mano dura y penas de adultos para los adolescentes.
El país, como siempre, discute desde la grandilocuencia y las doctrinas fallidas y no aterriza en el sentido común. Nadie se ha puesto a pensar en cuán necesarios son los municipios en el bienestar y la convivencia de los barrios asolados por la delincuencia y el desempleo.
Hace pocos días, desde Colombia fue deportado Dalton Narváez, exalcalde de Durán. Tiene prisión preventiva por peculado, pues habría malversado fondos para proyectos de agua potable.
Durán es la octava ciudad más grande del Ecuador y una de las más peligrosas del continente. En sus barrios hasta los tanqueros deben pagar una vacuna.
Es un secreto a voces que las mafias se tomaron el Municipio que Narváez comandó por 10 años, bajo el sello del PSC. La otra exalcaldesa, Alexandra Arce, del correísmo, llora la muerte de su marido, asesinado por sicarios en medio de un extraño silencio alrededor de este crimen. Y Jaime Chonillo, el actual primer personero, bien gracias. Despacha desde el exterior porque dice que lo van a matar.
Mientras no se entienda que gobernar una ciudad es transformar la vida de cada vecino, Ecuador no superará esta violencia sangrienta.
Los barrios con servicios básicos son lugares sanos. Las calles, plazas y parques que están bien cuidados y son bellos, elevan la autoestima. Las oficinas que despachan con eficiencia y son transparentes proyectan respeto institucional. En suma, se construyen tejido social. Y cuando este aflora el deporte, la cultura y los emprendimientos son el punto de referencia y el sueño al que cada niño tiene derecho de volver realidad.
Cuando las autoridades no roban, la plata alcanza para mucho más. Sin embargo, nadie exige cuentas a los alcaldes que solo operan para sus caudillos y ahora para las mafias.
Si hay corrupción, difícilmente la empresa privada afincará en esas ciudades y barrios abandonados. Sus inversiones son urgentes porque para tener niños felices, sanos y seguros, sus padres necesitan empleos lícitos, cercanos y estables. Solo así surgen los círculos virtuosos.
¿Por qué atar la masacre de los niños de Las Malvinas con el fracaso municipal de Durán? Simple, son pocos los kilómetros que separan a estos dos lugares penosamente castigados.