El combate debe ser a la corrupción escondida en paraísos fiscales. La ilegalidad está en no poder demostrar el origen de los recursos, no en tenerlos en un paraíso fiscal.
En medio de la peor crisis desde que el país se dolarizó, el gobierno quiere distraer la atención del público con una nueva cruzada: combatir a los paraísos fiscales. Denuncia que son los causantes de los males que aquejan a la patria, que provocan la salida de divisas e inclusive ponen en riesgo a la dolarización. Esta visión es errada y muestra las limitaciones ideológicas propias del subdesarrollo en que nos encontramos.
Empecemos explicando que un paraíso fiscal o un refugio fiscal, si se traduce con mayor exactitud el término del inglés, es un Estado que aplica un régimen tributario especialmente favorable a ciudadanos extranjeros para que se domicilien en su territorio. ¿Por qué esta promesa es tan atractiva para los ecuatorianos?
Desde diciembre de 2007 el gobierno ha realizado 29 reformas en materia tributaria ¡casi tres por año! Si los países con regímenes tributarios favorables se llaman paraísos fiscales, a Ecuador sin duda lo podemos llamar un infierno fiscal. Los paraísos fiscales no son los causantes de la salida de divisas, sino las políticas públicas que generan desconfianza y un entorno desfavorable para la inversión.
La preocupación de las autoridades debería centrarse en combatir dineros mal habidos que se esconden en paraísos fiscales. La ilegalidad está en no poder demostrar el origen de los recursos, no en tenerlos en un paraíso fiscal. Por eso, preocupan las denuncias recientes contra funcionarios públicos que no habrían podido justificar el origen de sus patrimonios ocultos a través de paraísos fiscales.
En vez de desmentir estas denuncias demostrando claramente el origen de los recursos, el gobierno ha iniciado una cacería de brujas para desviar la atención de la opinión pública. Se acusó a universidades privadas y a empresarios por utilizar paraísos fiscales. Inclusive se desea hacer una consulta popular para prohibir a funcionarios públicos la tenencia de recursos en esos territorios.
El Presidente fue al extremo de asegurar que sacar capitales, de países como los nuestros, es algo inmoral. Siguiendo esa lógica, ¡un empresario peruano que invierta en Ecuador estaría cometiendo un acto inmoral! ¡Igual de reprochable sería que una empresa ecuatoriana se internacionalice y abra una sucursal en Colombia!
Ya es hora de superar las taras de la mentalidad tercermundista que nos aseguran que somos incapaces de competir; que las empresas ecuatorianas no pueden convertirse en multinacionales, ya que ese lujo está reservado a países desarrollados; que debemos contentarnos con nuestro pequeño mercado interno, porque los mercados mundiales ya tienen dueño…
Los primeros límites que debemos superar están en nuestra mente. Dejemos de pensar en pequeño, porque los resultados siempre serán pequeños. Dejemos de mirar hacia adentro mientras las oportunidades que nos da este mundo globalizado pasan frente a nuestras narices. Empujemos a nuestras empresas a invertir en el exterior y a que se internacionalicen. ¡Despojémonos de una vez de las cadenas mentales que nos impuso la Teoría de la Dependencia y empecemos a pensar en grande!