Opinión

Assange, Putin, Trump y otros machos del montón

La democracia será feminista o no será. En el fragmentado Ecuador de hoy la propuesta política más cabal proviene de “Mujeres por la democracia”.

La filtración de correos masivos de Hillary Clinton a manos de Julian Assange, hombre clave en la geopolítica de Vladimir Putin, ha confirmado cuánto ansían el triunfo de Trump el exdirector de la KGB y la oligarquía rusa hija del comunismo soviético.

Paul Krugman fue el primero en asombrarse de la confesa admiración entre ellos, basada en su mutuo desprecio a instituciones de la democracia formal como la separación de poderes, en su visión “pérdidas de tiempo” impropias de un líder, donde el significante líder se asocia a los significados tirano y macho.

Más allá de las acusaciones de violación en su contra, detenidas para impedir su extradición a Estados Unidos, Assange es otro ejemplo de masculinidad hegemónica; en contraste con la ética del objetor de conciencia y defensor de peones Snowden, el propósito de Assange es ascender en el tablero del poder.

A Snowden no le quedó otro remedio que refugiarse en Rusia para garantizar su integridad y la de su compañera; pero durante sus revelaciones siempre protegió las identidades de los involucrados. Assange, en pos de su celebridad, violó y traicionó procedimientos de sus compañeros y compañeras iniciales de WikiLeaks.

Me lo imagino departiendo en una típica conversación “entre hombres” (donde el significante hombre se asocia al significado prohibida la entrada a mujeres y débiles), junto a Putin, Trump y otros chicos del montón, procedentes de un arco ideológico supuestamente adversario.

Rafael Correa lleva una década retratándose como devoto practicante del machismo latinoamericano, apostólico y romano. Y Pablo Iglesias, líder de Podemos en España, acaba de ser amonestado por el Instituto de la Mujer, tras revelarse los términos en que hace dos años se refirió, en un chat interno de su agrupación, a la periodista derechista Mariló Montero: “La azotaría hasta que sangrara”.

Esta cadena reaccionaria (también machista, Montero había descrito públicamente a Iglesias como “hombre oscuro, ajeno al tipo de macho ibérico que ofrece seguridad”), confirma el androcentrismo de un movimiento concebido como alternativo, pero que disemina y despliega una retórica fundamentalmente viril, donde el significante viril se asocia al significado potencia: Podemos. Un partido con severos problemas incluso con la tan formal como necesaria paridad.

Igualdad y feminismo son significantes sinónimos de la democracia pendiente de construir, cuando no están vaciados y viciados de contenido, como en la Asamblea del Ecuador, gobernada por sumisas.

El feminismo es un discurso crítico y una práctica cotidiana liberadora, también para los hombres. Por eso hay que leer los compromisos de “Mujeres por la democracia”, para advertir cuán claro tiene este grupo los acuerdos mínimos que el Ecuador de hoy necesita. Desconozco quién será su candidata o candidato; afortunadamente su trabajo no ha empezado por ahí. Pero desde ya cuentan con el voto de un hombre a favor del liderazgo de las mujeres y los hombres feministas.

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