Comenzaron a secarse las fuentes y los indígenas miraron al cielo: el glaciar retrocedía imparable en el volcán nevado Chimborazo, pero en las faldas del pico más alto de Ecuador el panorama no era menos dramático.
El páramo que acumula el agua que brota del disminuido glaciar había sido alterado. Donde solo debía haber pajonal crecen cultivos y pastan vacas introducidos por los mismos indígenas y mestizos que se asientan en los pies del Chimborazo, de 6.310 metros de altura.
Vistos a sí mismos como guardianes de la naturaleza, los nativos habían contribuido a causar un enorme daño al ecosistema.