Cuando Nathaly se convirtió en madre por primera vez enfrentó una profunda crisis emocional. Sabía que se trataba de un problema, pero no lo aceptaba desde su interior.
Años atrás, la joven profesional había sido diagnosticada con ansiedad y distimia, pero gracias al empleo de varias técnicas de relajación, obteniendo una vía de escape que era su trabajo y el soporte de su esposo, había logrado mantener un equilibrio en su vida.
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Sin embargo, el posparto fue distinto: la ausencia de su pareja por motivos laborales, la falta de su rutina habitual y la sobrecarga emocional derivaron en un intenso estado nostálgico.
Fue gracias a una conversación con una amiga cuando decidió buscar ayuda profesional, quien le indicó que había tenido varios síntomas de depresión posparto. Según la Unicef, la depresión posparto suele aparecer entre 2 y 8 semanas después de dar a luz, pero puede darse hasta un año después del nacimiento del bebé.
Algunos síntomas a los que se debe prestar atención son la sensación de agobio, llanto persistente, la falta de lazos de afecto con el bebé y las dudas sobre la propia capacidad para cuidar de una misma y del infante.
Sin embargo, esta es solo una de afecciones mentales que puede sufrir la mujer mientras es madre. Durante esta etapa, los cambios son profundos y se manifiestan en lo biológico, lo psicológico y lo social.
Varias investigaciones científicas han revelado que durante el embarazo, el cerebro de la mujer se modifica. La materia gris se reduce, incluyendo áreas relacionadas con la cognición social, también podría afectar la memoria y concentración, es por ello que a estas conductas son conocidas de manera popular como “momnesia”, sumado a los cambios hormonales, la privación del sueño y el estrés.
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Pero lejos de ser un déficit, Katherine Alcívar, psicóloga y docente de la Universidad UIDE, afirma que estos síntomas también son una adaptación maravillosa del cerebro para priorizar lo que es verdaderamente importante, la empatía y el vínculo con el bebé.
En Ecuador, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) el 19,4% de las madres con hijos menores de cinco años presentan sintomatología depresiva. Las madres con mayores síntomas depresivos se encuentran en el nivel de instrucción medio o bachillerato.
Esto significa que una de cada cinco podría estar sufriendo en silencio, mientras el entorno le exige sonreír y seguir adelante con sus responsabilidades.
A ello, se suma parte de un escenario irónicamente contradictorio, donde en redes sociales muchos elogian a las “súper mamás”. Alcívar comenta que el otro lado de la moneda es que hay madres que lloran en el baño para no preocupar a nadie y en medio de todo esto, siguen realizando su labor: bañan, alimentan, dan de lactar, consuelan, trabajan, y cuidan, a veces sin dormir, a veces sin hablar de sí mismas.
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Ante esta realidad, la psicóloga sostiene que la maternidad no es una línea recta, sino un mapa que se reescribe a cada paso, sin que deba convertirse en una travesía solitaria.
En el caso de Nathaly, fue una amiga, quien sin ser madre pudo escucharla y motivarla para que buscara ayuda de un especialista, en otros casos es una madre, un esposo o alguien con conocimiento del tema y empatía.