Se acabó el Buen Vivir para Assange en Londres
María Belén Arroyo lunes, 29 abril 2019 - 09:51
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Como si hubiera roto un espejo, pero con efecto inverso. Este abril terminaron siete años de protección, blindaje y buen vivir para el hacker de origen australiano Julian Assange, en la sede diplomática ecuatoriana en Londres. Lo más probable es que sea extraditado y rinda cuentas ante la justicia estadounidense, por delitos informáticos que incluyen filtración de documentos que comprometen la seguridad de ese país.
Permaneció durante casi siete años asilado en la sede diplomática de un país, cuya importancia minimizó, pero que en diciembre de 2017 le concedió, en forma graciosa, la nacionalidad ecuatoriana, sin que el beneficiario supiese articular una oración completa en castellano. El plan le hubiera permitido acceder a inmunidad diplomática a través de un cargo oficial. De haberse concretado, el huésped hubiese salido de la embajada por la puerta grande a fines de 2017, y no en manos de los "Bobbys" (como se conoce a la fuerza pública londinense) como acaba de ocurrir.
Su defensa asegura que se violaron todos los derechos humanos del asilado, que no tuvo acceso a internet y que estuvo incomunicado. Que fue espiado por cámaras ocultas en toda la Embajada y que el australiano no podía ir ni al baño en paz. Que hoy, ya en manos de la justicia británica, no puede eunirse con sus abogados ni con sus familiares cercanos.
Idolatrado por unos, como el máximo defensor de la libertad de expresión, al difundir secretos que desnudan el poder omnímodo del Estado frente a los ciudadanos. Satanizado por otros, por filtrar información a través de medios tecnológicos, intentando beneficiar a potencias mundiales en ascenso (Rusia), en desmedro de los intereses de Estados Unidos. Ambos tienen algo de razón.
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