Un humilde carpintero, tras una vida frugal dejó una herencia para que 33 jóvenes muy pobres vayan a la universidad, con la única condición de que “devuelvan el favor a otros”.
Cuando uno recibe un favor no hay que pagarlo a quien lo hizo, sino a quien lo necesite después, fue el lema de una popular película “Cadena de favores” difundida en el año 2000. El concepto se hizo real para 33 estudiantes muy pobres del estado de Iowa a quienes un humilde carpintero les pagó la Universidad, con la condición de que a futuro ellos sigan la “cadena de favores”. La historia parece de película pero es real. Acaba de hacerse pública, cuando la última beneficiaria del legado del carpintero recibió el dinero para estudiar terapia física en la Universidad por los próximos cuatro años.
Rick Dale Schroeder fue un hombre humilde que murió en 2005, luego de haber trabajado por 67 años en un aserradero. Un amigo lo describió en un reportaje como “un obrero que traía siempre su almuerzo en una lonchera de metal y era muy bondadoso”. Su historia es simple, su padre murió siendo él un adolescente y le tocó salir a trabajar para ayudar a su madre y hermana. No tuvo la oportunidad de asistir a la universidad. Tampoco se casó ni creó descendencia.
“Tenía dos blue jeans como vestuario: uno le servía para el trabajo y el otro para ir a la Iglesia”. Hombre frugal, ahorró durante toda su vida y viendo que se acercaba el fin acudió donde Steve Nielsen, un amigo que era abogado y le dijo: “Sabes nunca tuve la oportunidad de ir a la universidad, así que quisiera ayudar a algunos chicos para que se eduquen”. Con curiosidad le preguntó: “¿De cuánto dinero estamos hablando?”. La respuesta le dejó sin aliento. “Casi me caigo de mi silla. ‘Unos tres millones’, dijo con timidez”.
No solo fueron algunos, el dinero sirvió para 33 jóvenes, de escasos recursos pero con excelentes notas académicas. Kira Conard fue la última. La noche después de su graduación iba a comunicar a sus amigas más cercanas que no iría a la Universidad pues no tenía recursos. “Crecí en un hogar mantenido solamente por mi madre, que no había podido ayudar a mis tres hermanas mayores. Me sentí impotente…”. Entonces sonó el teléfono y “ el abogado que administraba el fondo, me dijo que tenía los recursos para los cuatro años de Universidad. Sin esa ayuda, nunca podría estudiar”.
Al hacerse pública su historia, los 33 jóvenes beneficiados por Schroeder tuvieron una reunión. Entre ellos había médicos, terapeutas, profesores…todos con excelentes notas, pero que no hubieran podido convertirse en profesionales, sin la ayuda del carpintero Schroeder. Mejor que en la película "Cadena de favores”.