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Frontera de miedo

sábado, 5 septiembre 2015 - 09:15
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Fotos: REUTERS

Eran imágenes muy lejanas a la representación de la expulsión del paraíso. No indicaban que sus protagonistas vinieran de un Edén. Centenares de hombres descamisados atravesando un río y cargando sobre su espalda una nevera, un armario o un colchón. Mujeres descalzas pasando con recién nacidos en brazos. Un niño caminando entre piedras y agua, aferrado a su camión de plástico. Y en medio del río, sentado sobre una piedra, un bebé de menos de dos años, solo y desnudo, a quien la audacia de un joven policía salvó de ser arrastrado por la corriente. Había sido abandonado.

En improvisados campamentos con techo de plástico, los colombianos relataban que los miembros de la Guardia Nacional marcaron primero sus casas y luego procedieron a derribarlas. Algunos eran deportados, muchos simplemente eran migrantes ilegales que huyeron antes de ser detenidos. Porque en la detención, según relataban, corrían el riesgo de que los separaran de sus hijos. Una madre contó al Canal Caracol de televisión que los uniformados le dijeron: “sus hijos nacieron en Venezuela y se quedan aquí. Usted se va”.

El peor drama que se haya vivido en la frontera entre Colombia y Venezuela comenzó el 20 de agosto cuando Nicolás Maduro ordenó el cierre de los pasos que comunican con las ciudades colombianas de Cúcuta y Arauca, las capitales de provincia con mayor población y actividad binacional. La decisión fue justificada por el ataque contra tres militares venezolanos, que según Maduro, participaban en una operación anticontrabando en el estado de Táchira.


El presidente Juan Manuel Santos reaccionó de manera tardía.
Ha sido criticado por su pasividad. A los seis días de la crisis
visitó un centro de refugiados.

Para el Presidente bolivariano ésta era la evidencia de que el paramilitarismo y los grupos irregulares colombianos se habían tomado la inmensa frontera de 2.219 kilómetros. Y reafirmaba su tesis de que estos ejércitos armados están auspiciados por la derecha colombiana que quiere derrocarlo.

El cierre de los dos pasos fronterizos regía inicialmente por 72 horas. Pero en Colombia reaccionó primero la oposición que el gobierno. El expresidente Álvaro Uribe llegó hasta Cúcuta y con megáfono en mano, desafío a Nicolás Maduro, a quien comparó con Hitler, criticó el silencio de Juan Manuel Santos y hasta ofreció sus fincas para dar albergue a los expulsados. En aparente respuesta, Maduro extendió el cierre indefinidamente, mientras el presidente de la Asamblea venezolana, Diosdado Cabello, advertía con clausurar más pasos legales como el de Maicao, en la provincia de La Guajira.


El expresidente Álvaro Uribe llegó hasta Cúcuta y con megáfono en mano,
desafío a Nicolás Maduro, a quien comparó con Hitler, criticó el silencio de
Santos y hasta ofreció sus fincas para dar albergue a los expulsados.

FRONTERA CALIENTE

La frontera colombo-venezolana tiene las complejidades de todo vecindario, pero la extensión de ésta, sumada a la situación política de Venezuela y al largo conflicto interno colombiano, la hacen casi incomprensible. Intentaremos describirla.

En términos económicos es una balanza que se recarga a un lado o al otro según el tipo de cambio. Hay épocas en las que Venezuela abastece a Colombia y en otras opera al contrario, cuando la capacidad adquisitiva del bolívar lo permite. Pero solo una parte de ese intercambio se hace por las rutas legales. Existen un número indeterminado de trochas usadas por grandes contrabandistas o por comerciantes informales, que pasan el río ya sea caminando, en botes a remo o en lanchas de motor, según de quienes se trate.

Hoy la situación cambiaria le da a quienes vayan de Colombia, más capacidad de compra en Venezuela (país que ha registrado la mayor devaluación del continente). Un dólar de Colombia permite adquirir el equivalente a tres dólares de Venezuela. (5.000 pesos representan 1'000.000 de bolívares). Y en las condiciones actuales de desabastecimiento, el gobierno argumenta que el contrabando se está apoderando de los escasos bienes que son para los venezolanos. Técnicamente es válido, pero para Maduro los contrabandistas son solamente colombianos y se refugian en barrios ilegales de las poblaciones fronterizas. Por eso, dice, debe expulsarlos.


Los colombianos relataban que los miembros de la Guardia Nacional
marcaron primero sus casas y luego procedieron a derribarlas.

La gasolina es literalmente otro elemento de combustión. En Venezuela se vende a precio subsidiado y con los cambios actuales, mientras un galón en una estación legal de Cúcuta vale casi dos dólares, en San Antonio de Táchira, al otro lado del río, vale casi dos centavos de dólar. Basta con mirar el tamaño de las cifras para ver las diferencias. Por eso en las ciudades colombianas de frontera abundan las ventas ilegales de gasolina venezolana en fundas de plástico. Esto ocurre hace muchas décadas, pero ahora, con problemas de refinación, Venezuela lo considera un desangre imposible de soportar. Una vez más, Maduro señala exclusivamente a los colombianos.

Sin embargo, el diario español ABC, que usualmente revela información delicada sobre el régimen venezolano, afirmó que detrás del contrabando y del tráfico de gasolina hacia Colombia, hay carteles de militares de Venezuela y que la agresión armada de los tres uniformados que dio origen al cierre, fue producto de un enfrentamiento entre estas organizaciones. Semejante noticia no tuvo mucho eco en medio del debate político en los dos países y ante el tamaño del drama humanitario.

El otro tema crítico es de los conflictos internos en ambos países. Cuando del lado colombiano hubo fuerte presencia guerrillera en la zona fronteriza, miles de personas fueron desplazadas hacia Venezuela. Cuando los paramilitares llegaron a esos mismos territorios, miles de civiles también pasaron la frontera e incluso durante el gobierno de Álvaro Uribe, se denunció que jefes de las FARC y del ELN vivían en Venezuela protegidos por Hugo Chávez. (De hecho un miembro de las FARC, Rodrigo Granda, fue sacado de Caracas a Colombia en una operación de inteligencia. Y de hecho Nicolás Maduro es un activo facilitador de los diálogos de paz con las FARC y se da por descontado que los jefes guerrilleros viajan a Cuba a través de Venezuela).

Pero después de que se desmovilizaron los paramilitares y sus máximos jefes fueron extraditados a Estados Unidos, surgieron nuevas bandas criminales, conocidas como Bacrim, que son las que ahora, según Maduro, estarían en Venezuela liderando el contrabando, traficando con gasolina, persiguiendo a guerrilleros y colaboradores de la guerrilla y planeando tumbarlo o incluso a asesinarlo. Y ese es un tema obsesivo para el Presidente venezolano.


La pobreza del socialismo bolivariano. Una mujer venezolana busca
entre lo dejado por los colombianos un par de zapatos de niño.

El drama en la frontera ha generado indignación en Colombia desde el punto de vista humanitario, pero desconcierto desde lo político. Primero, la mesura de Santos frente a la agresividad de Maduro. El Presidente colombiano solo se hizo presente en Cúcuta seis días después del cierre y a través de los medios les dijo a los expulsados que Colombia sí los quiere. Cinco días después produjo su primera alocución general por radio y televisión y calificó de intolerable el maltrato a los colombianos. Advirtió que sentaría su protesta y pidió aceptar la corresponsabilidad en el contrabando y reabrir la frontera. Dejó en claro que se concentraría en atender a los expulsados y no en confrontaciones. “No es tiempo de hacer sonar trompetas de guerra”, señaló Santos en respuesta a sus críticos internos que esperan de él la misma beligerancia de su vecino. Y citando al presidente del Congreso, Luis Fernando Velazco, Santos señaló: “este es tiempo de los bomberos, no de los pirómanos”.

Además diversas voces colombianas han criticado el mutismo de los países del continente y el expresidente y exsecretario de la OEA, César Gaviria, se preguntó si convendría continuar en Unasur o mantener allí como secretario a Ernesto Samper.

Y finalmente, también apenas seis días después del inicio de la crisis, se reunieron por primera vez las cancilleres de ambos países. El encuentro en Cartagena concluyó sin ninguna decisión sobre suspensión del cierre o fin de deportaciones. Solo con proyectos de reuniones entre ministros de Defensa y Energía y con un permiso para que el Defensor del Pueblo de Colombia haga una visita de verificación a la parte venezolana de la frontera.

La ministra venezolana Delcy Rodríguez se limitó a decir en la declaración final que las imágenes y testimonios de lo ocurrido en la frontera eran “una manipulación mediática colombiana”. Esa misma noche el número de deportados llegaba a 1.097, sin contar a los que habían huido antes de ser atrapados.

Independientemente del desarrollo de este acontecimiento, lo ocurrido hasta ahora es lo peor que hayan vivido ciudadanos colombianos en Venezuela en toda la historia.

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