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Opinión: Ministro no se escribe con mayúscula

jueves, 27 mayo 2021 - 17:43
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Dentro de los egos por los cielos, el uso de recursos del Estado al antojo del funcionario o las contrataciones públicas para pagar rubros que deberían salir de las cuentas personales, sin duda el comportamiento que más atención me causaba era cuando en documentos oficiales, comunicados o tweets se escribía ministro con mayúscula.

¿Qué hay detrás de esa mayúscula mal utilizada? Las opciones están sobre la mesa para que cada uno agregue su dosis de creatividad. En mi caso, creo que la jugada les sale mal, muy mal. Reflejan en una mayúscula el poder que concentran, la burla a las autoridades de fiscalización cuando evalúan sus gestiones, el poder hacer y deshacer sin rendir cuentas. Ellos que se sentían tan poderosos escudados en una mayúscula (mal empleada) lo único que dejaban ver era su propia debilidad, inseguridad y ridiculez.

El presidente Lasso en su primer día en funciones estableció un Código de Ética para empleados gubernamentales. ¿En qué estado se encontraba el sector público que resultó urgente dejar por escrito los procedimientos éticos y no éticos? Aplaudo la urgencia del gobierno entrante, aunque no deja de preocuparme como ecuatoriana y contribuyente la enorme tarea de devolver el sentido común a los pasillos de cada institución. Desarraigar las prácticas abusivas no sucederá de la noche a la mañana, así como tampoco a los funcionarios que han hecho de la trampa su mejor arma.

Que la “viveza” de la que tanto hablamos sirva para encontrar soluciones vanguardistas, para generar ahorros, para crear una cultura de eficiencia en el servicio. No tengamos miedo de alzar nuestra voz o señalar a aquel que con “viveza” evade responsabilidades y contribuye al lucro personal. No señores, eso no es servir. Dejen de elaborar discursos tan románticos para el servicio público, el que quiere servir lo hace con coherencia, austeridad y transparencia. No necesita un carro lujoso, no necesita meter mano en finanzas y tampoco hacer temblar con su arrogancia a quienes están debajo de él.

Un buen nombre tarda años en construirse y segundos en desaparecer. No necesitamos otro Caso Sobornos, otro Caso Hospital de Pedernales u otro caso Las Torres. Que quienes hoy toman las riendas de este país puedan caminar libres y con la frente en alto al finalizar su periodo. Que ser un prófugo de la justicia bajo el membrete de “perseguido político” nunca sea una opción.

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