Opinión

Extrañando a Obama

Barack Obama irradia integridad, respeto, sagacidad y optimismo. ¿Los mandatarios latinoamericanos tienen una, dos, tres o alguna de estas características?

“¿No destruyo a mis enemigos cuando los convierto en mis amigos?” (Abraham Lincoln). Leyendo “Extraño a Barack Obama”, un artículo de David Brooks, columnista conservador del diario New York Times, uno puede concluir que el presidente Obama conquistó a uno de sus más duros críticos. Ante la falta de civilidad en la campaña presidencial, Brooks sostiene que Obama “irradia integridad, respeto, sabiduría y optimismo” ausentes en un mundo donde las democracias retroceden y el autoritarismo se toma el escenario.

Las características que exhibe Obama deberían ser un común denominador en los mandatarios. De ellas, la más importante es la integridad. Obama no ha visto empañarse su mandato con escándalos familiares, corruptelas o abusos de poder. ¡Qué pocos son los mandatarios latinoamericanos que pueden exhibir integridad! En Brasil, nadie está a salvo de la mancha de corrupción del partido gobernante, ni Lula, ni posiblemente Rousseff. En Venezuela, las evidencias de vínculos con el narcotráfico tocan el hogar del presidente Maduro y del expresidente de la Asamblea, Diosdado Cabello. Y hasta en el impoluto Chile, la presidenta Bachelet tiene a su hijo y nuera implicados en tráfico de influencias.

Una y otra vez, Obama ha dado ejemplo de respeto. En la Cumbre de las Américas en 2015 tras escuchar la letanía de quejas de los latinos contra Estados Unidos, dijo: “América no sostiene que es perfecta, sostenemos que estamos abiertos a cambiar…Podemos estar en desacuerdo, pero manteniendo el espíritu de respeto y civilidad.” En contraste, la arrogancia le impide al presidente Rafael Correa tener respeto con quienes disienten con él. Es una metralleta de oprobios para los opositores y de su rabia no se salvan ni quienes lo apoyaron por años en su movimiento. Fernando Bustamante y Alberto Acosta son dos ejemplos.

A la hora de decidir, se destaca la sagacidad en Obama. “Muchos de los miembros de su gabinete sostienen que no siguió su consejo, pero que sus perspectivas fueron consideradas a fondo, (antes de descartarse)”. Varios presidentes de la región actúan y se equivocan por su soberbia: creen ser dueños de la verdad. Dilma Rousseff le dijo a un subalterno: “El día que ganes una elección con 55 millones de votos, me pides que cambie la decisión”. ¿Suena familiar?

Por último, los líderes deben tener resiliencia y encontrar aun en las crisis los resortes para el optimismo. “La gente es motivada a optar por soluciones mejores por la esperanza antes que por el miedo y el odio”. Obama no ha recurrido a esas pasiones. Tras el anuncio de Donald Trump que de llegar a la presidencia impedirá el ingreso de musulmanes, el presidente Obama visitó una mezquita en Baltimore y en un discurso maravilloso les agradeció por su contribución a la cultura estadounidense.

No es el caso de muchos líderes de nuestro continente, que quieren amalgamar a sus huestes por miedo y odio. Por el miedo se crean supuestos enemigos para culpar de las crisis, como ocurre en Venezuela o en Ecuador; se amenaza con el regreso de la partidocracia para acabar con los beneficios sociales. Y por el odio hasta se inventan categorías sociológicas: los pitiyanquis venezolanos y los pelucones ecuatorianos.

Si Brooks va a extrañar a Obama, ¡nosotros también extrañaremos con sana envidia su buen ejemplo!

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