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Sin mordazas

jueves, 6 mayo 2021 - 05:33
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    El lema del periódico Washington Post es: “La democracia muere en la oscuridad”. Los medios son la linterna que alumbra los secretos que el poder esconde, por ello la labor de la prensa es básica para la supervivencia democrática. Ecuador lo comprobó, cuando durante la década del gobierno de Rafael Correa, a través de una ley violatoria a todos los convenios internacionales firmados por Ecuador, se quiso poner una mordaza a la prensa independiente. El objetivo de ese régimen fue que la sociedad solo consuma la verdad oficial. Aquello no debe volver a ocurrir jamás.

    El presidente Lenín Moreno comenzó a desmontar el andamiaje de esa mordaza al eliminar la SUPERCOM, el organismo que se erigió en juez supremo de la verdad.

    Recientemente, la Asamblea también borró la concepción absurda de considerar a la comunicación como un servicio público, igual que la energía eléctrica y el agua potable, y la definió como un derecho humano.

    Ahora, el presidente electo Guillermo Lasso ha anunciado que enviará un proyecto que derogue la ley de Comunicación y propondrá una ley sustitutiva. Es una buena noticia.
    No obstante, para que no exista en el horizonte ningún otro nubarrón, son necesarias dos reformas adicionales. La primera está en Código de la Democracia, que ha dejado vigente el artículo 207, mediante el cual el gobierno del expresidente Correa enjuició a Vistazo por haber emitido una opinión durante el silencio electoral, argumentando que se trataba de propaganda política. En un fallo histórico, la Corte Constitucional dictaminó que al sentenciar a Vistazo el Tribunal Contencioso Electoral atentó contra la libertad de expresión. Sin embargo, dicho precepto legal continúa vigente y se debe dejar de forma explícita que una opinión editorial no puede ser considerada publicidad política.

    Por último, el presidente electo Lasso debería también archivar la disposición que obliga a los canales de televisión y a las radios a transmitir cadenas nacionales. Esto no tiene razón de ser, pues por la naturaleza de las funciones gubernamentales, los actos más importantes serán siempre noticias para los medios. Sin embargo, mantener esa obligación es una puerta abierta para los estados de propaganda, como aquel que el país vivió con el expresidente Rafael Correa, donde fuimos forzados a escuchar durante horas al día el mensaje oficial.

    Allanados estos dos temas, la labor periodística podrá cumplir sin temor con la función de ser el faro que alumbre la democracia, como dice la frase del periódico Washington Post.
     

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