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Cómo administrar este 2020

viernes, 17 enero 2020 - 02:49
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    No es una exageración advertir  que este 2020 será un año definitivo. Definitivo, porque si seguimos al pie de la letra el discurso gubernamental, tendrá que comenzar la  resiliencia económica.
     
    Porque en los meses venideros, la  clase política definirá los nombres de  quienes se disputarán el poder en las  próximas elecciones generales. Y porque  será el año en que la Justicia demuestre  si la transición ha valido la pena, más  allá del resultado de sus fallos.
     
    Sin embargo, el complejo entorno  en el que discurre la convivencia nacional hace que el debate urgente sobre lo  económico, lo político y lo institucional  se vaya por las ramas. Los esfuerzos se  agotan en la búsqueda de interlocutores que superen el estándar nacional,  donde el éxito de sus carreras se mide  por la infinita capacidad de boicot hacia sus adversarios.
     
    Después del paro de octubre, Ecuador quedó vulnerable. El Gobierno  apenas es capaz de hacer pocas reformas frente a poderosos ‘veto players’  que desde la Asamblea, la representación empresarial, la sindical y la dirigencia indígena eluden el análisis técnico de la economía. Lo peligroso con  este juego irreal es que la campaña  electoral volverá a distorsionar la magnitud de la crisis y el país queme tiempo precioso. De subsidios, reformas laborales, ajuste en la seguridad social  y ahorro fiscal se hablará solo aquello que resulte políticamente rentable.
     
    El país tampoco es consciente de la  orfandad de su dirigencia política. Lasso y Nebot no cubren todo el espectro  ideológico. Y el correísmo, ensimismado en sus líos judiciales, promete revanchismo en todas las facetas de una  agenda donde no hay una sola reflexión  crítica por su década de excesos.
     
    Quito mira hacia todos los lados.  La construcción de una corriente que  la represente en las elecciones nacionales demora. Solo hay precandidatos,  todos de un solo hervor, mientras las  discusiones derivan últimamente en  un preocupante regionalismo. Desde  los pormenores de la protesta de octubre hasta el análisis, 20 años después, de quién es el papá de la dolarización contienen este ‘clivaje’ que  parecía haberse superado años atrás.
     
    Finalmente están las dudas interminables sobre cómo la Justicia pretende llegar al desenlace de los casos que  podrían proscribir a Correa como un sujeto político en los próximos años.
     
    Lo triste de esta discusión radica,  precisamente, en que el país reduce la  cuestión judicial a lo que ocurra con el  exmandatario ubicándolo dentro de  un calendario electoral, cada vez más  cercano. Lo fundamental, es decir hablar de la independencia y la honorabilidad de este poder del Estado, ha  quedado en un segundo plano.
     
    En la reciente entrevista con Políticamente Correcto, el expresidente Jamil Mahuad hizo una analogía  preocupante sobre la grave crisis de  1999 y las actuales circunstancias.  Mientras el país siga inmerso en el  bloqueo político, la economía se deteriorará más por la falta de acuerdos. Si el incentivo por destruir la  reputación del gobierno y sus autoridades persiste, el shock tarde o temprano volverá a ser la drástica salida.  Si las élites replican una y otra vez su  lamentable comportamiento histórico, ¿cómo administrar entonces la  importancia de este 2020?

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