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Torpeza

miércoles, 16 octubre 2019 - 01:46
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    “Los pueblos que no  conocen la historia  están condenados a  repetir sus errores”,  sostenía el filósofo Manuel de Santayana. La Conaie y los sindicatos,  que fueron humillados durante más  de una década por Rafael Correa  se alinearon con sus objetivos para  derrocar a Lenín Moreno. La amalgama para esta aleación fue el decreto 883 que eliminó el subsidio  a los combustibles fósiles, que el  propio Correa sostuvo que favorece  al rico más que al pobre: “El rico  con un 4x4 recibe 1.000 dólares y  el pobre por no subir los pasajes de  bus percibe 60 dólares anuales en  subsidios”. También el ambientalista Pérez que cambió su nombre  Carlos, por Yaku que significa agua,  defendió de que se mantengan los  subsidios contaminantes. De paso  olvidó los insultos de Correa: “No  representan a nadie… Se reparten  la Patria como piratas”. Lo mismo  ocurrió con Lourdes Tibán, a quien  Correa llamó “ladilla”. Y, qué decir  de los sindicalistas como Mesías Tatamuez y los de la Unidad Popular:  “Tira piedras, atrasa pueblos… etc”.
     
    No solo que sufrieron de amnesia sino de miopía que devinieron  en torpeza política: no pudieron controlar a los infiltrados ni a los  propios. Al estar alentadas las marchas por figuras visibles del correísmo: Gabriela Rivadeneira, Paola Pavón, Virgilio Hernández y Ricardo  Patiño prevaleció su interés: forzar  un anticipo de las elecciones. El  propio Correa promovió la tesis y se  hizo voluntario para ser candidato.  El caos tenía un solo propósito: la  eliminación de los procesos judiciales en marcha, que son el obstáculo  para regresar y “venir por más”. Los  eventos se sucedieron en la semana que se definía la casación en el  caso Odebrecht, pedida por el exvicepresidente Jorge Glas. También  estaba citada la audiencia para el  caso Sobornos, donde los indicios  recogidos por la Fiscalía apuntan a  una sentencia en contra del expresidente Correa por sobornos, financiamiento ilegal de campañas y dolo.
     
    Al no controlar las marchas, la  Conaie y los sindicatos se expusieron a que su nombre sea la mecha del caos y el vandalismo y que en  esa espiral de violencia se incendien  también. Esto fue evidente en el  secuestro a policías y periodistas en  el teatro de la Casa de la Cultura en  Quito, donde Jaime Vargas y Leonidas Iza de la Conaie pronunciaron  discursos virulentos. Vargas llamó  “patojo” a un mandatario en silla  de ruedas. Sus palabras incitaron  la brutal agresión al reportero de  Teleamazonas Freddy Paredes por  alguien que “tenía coraje”.
     
    Quien siembra vientos cosecha tempestades. En ocho días, la  Conaie y los sindicatos destruyeron los puentes que habían tejido  con el resto del conjunto social.  Justificaron la acusación que les  hiciera Rafael Correa, “no tienen  el derecho de imponer su visión e  intereses al resto de la sociedad”.  Entregaron a quien cuarteó sus  organizaciones, la pólvora para que  vuelva a dinamitarlos. No aprendieron de la historia.

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