<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

La pugna de siempre

miércoles, 31 mayo 2023 - 16:12
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    La pugna de poderes tan tradicional en la política nacional, en estos dos años se transformó en una guerra campal, cuyo resultado final fue el decreto de muerte cruzada firmado por el presidente Guillermo Lasso. Durante los últimos 44 años, casi todos los presidentes debieron resignarse a que proyectos de ley diseñados como briosos caballos regresen para el ejecútese como torpes dromedarios por las reformas añadidas. En otras ocasiones, en cambio, han sufrido porque destituían por nimiedades y en seguidilla a ministros de Estado, entorpeciendo el normal funcionamiento del gobierno. Por último, la pugna volvió moneda corriente intercambiar “favores” como reparto de puestos y hasta instituciones para allanar la convivencia.

    Guillermo Lasso, en dos años, ni siquiera pudo receptar de regreso un proyecto que poco se pareciera al original, pues casi todos fueron rechazados y otros ni siquiera se trataron. Como tampoco repartió la administración pública como si fuera propiedad horizontal ni cargos a cambio de votos, vivió el inmovilismo total y varios intentos de destitución, hasta que finalmente optó por disolver la Asamblea. Con su decisión, le hizo un bien al Ecuador, aunque él -de mantenerse en su decisión de no ser candidato en las próximas elecciones -sacrificó dos años de su mandato.

    La muerte cruzada enterró a la peor legislatura que ha tenido en estas décadas el país, cuyo índice de aprobación es el más bajo de todas las instituciones: menos de un dígito. Con certeza casi nadie extrañará a una legislatura donde obstruccionistas a tiempo completo dinamitaron todo por una única consigna: el regreso de su líder sentenciado por corrupción o de amorales que pidieron que “si roban, lo hagan bien”. Tampoco harán falta los asambleístas condescendientes con delitos graves que aprobaron amnistías generales para esos delitos, pero que censuraron a las fuerzas del orden. Finalmente, la sociedad respira porque causaba indignación ver la carencia de experticia para legislar o interpelar, y la abundancia de cinismo para acusar sin pruebas y esconder delitos propios. No obstante, su castigo es más justo por lo que fue su principal defecto: la indolencia ante los gravísimos problemas nacionales. La indefensión general ante el crimen organizado, el desempleo, la crisis del IESS, las urgencias para adaptar la educación al siglo XXI nunca fueron parte de su agenda. ¡Bien decapitados están!

    Más leídas
     
    Lo más reciente