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Carta a la promoción de bachilleres del 2021

lunes, 5 julio 2021 - 17:59
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    Hace una semana, un colegio de Quito me invitó a dar el discurso en la ceremonia de graduación. Acá comparto una versión modificada con algunos consejos para los bachilleres que se gradúan por estas épocas en la Sierra.

    Hace 25 años, cuando yo me gradué del colegio, tenía un nudo en el estómago, una mezcla de vértigo y nervios. Entre la ilusión de empezar mi vida de adulta y la felicidad de haber terminado el colegio, me preguntaba: ¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer para no defraudar a los que más te quieren?

    Imagino que algunos de ustedes tendrán esa misma vocecita en la cabeza y esas mariposas en el estómago. Sentirán tal vez el peso de las expectativas de su familia, sus amigos y su comunidad. Algunas de esas expectativas son reales y otras son inventadas. Algunas son implícitas y otras explícitas. Pero todas son señales sutiles de lo que se espera de nosotros. Marcan lo que se debe hacer y cómo.

    Mi consejo para ustedes hoy es: no construyan su vida en base a esas expectativas. Traten de seguir su propio camino y de tomar decisiones de acuerdo con sus valores y aspiraciones. Aun cuando éstas entren en conflicto con lo que se espera de ustedes.

    Es más fácil seguir la corriente. Seguir el camino marcado por otros genera menos fricción, menos miedo, y puede parecer menos riesgoso. Pero en mi experiencia, los momentos más valiosos y de mayor transformación han sido cuando he tomado decisiones siguiendo mi brújula interna y no la de otros. Aunque no siempre ha sido fácil.

    Cuando me gradué del colegio, se me metió en la cabeza que tenía que estudiar economía. Mis papás no me presionaron, pero estaba de moda. Se me ocurrió que una profesión de economista me daría estabilidad económica, poder y prestigio.

    Al terminar el primer semestre de universidad yo no quería levantarme de la cama. Odiaba las clases. No tenía nada en común con mis compañeros. No sentía motivación ni conexión con lo que estaba haciendo. Me sentía vacía.

    Al terminar un segundo semestre de pesadilla, una amiga me vio llorando, sentada en las escaleras a punto de entrar a una clase de cálculo. Esa tarde, con su ayuda, tomé la decisión de cambiar drásticamente de carrera a algo que siempre me había gustado. Me metí en la facultad de literatura y filosofía. De eso me gradué tres años más tarde.

    Hoy en día mucha gente me pregunta cómo terminé trabajando en las Naciones Unidas después de estudiar literatura. La respuesta es que las amistades que hice y los profesores que tuve durante esos años me marcaron profundamente y me encaminaron hacia la vida que tengo hoy. Me ayudaron a descubrir que en vez de prestigio, poder y estabilidad lo que realmente me importaba era el servicio público, los derechos humanos, los programas sociales y la cooperación internacional.

    Más adelante, mi primer trabajo con las Naciones Unidas fue en Tanzania. Recorriendo clínicas en la región de Iringa, al sur del país, donde ocho de cada diez niños estaban desnutridos, me di cuenta de las enormes desigualdades que existen en el mundo. Con la perspectiva que ofrece la distancia descubrí también las inequidades en mi propio país. Entendí que haberme graduado del colegio y luego de la universidad era un privilegio y que eso conllevaba una gran responsabilidad. Con mi trabajo le fui dando sentido y propósito a mi vida.

    En África empezó para mí un proceso de educación que continúa. Desde entonces he vivido en diez países y visitado más de cincuenta. Cada país en el que vivo, cada persona y familia que conozco, me convencen de que no hay una sola manera de vivir la vida, o una sola forma de ser o de amar. Cada persona y cada familia tiene valor, merece ser respetada y tiene el derecho a vivir con dignidad. Si pudiéramos aceptar esa diversidad y valorarla, este mundo sería más solidario, menos racista, homofóbico y clasista. Sería una sociedad más equitativa y tendríamos la oportunidad de vivir en paz.

    El mundo que les espera será cada vez más volátil. Así como habrá muchas oportunidades, habrá también retos enormes. La pandemia por la que estamos viviendo es una muestra de los grandes desafíos que vendrán.

    Lo que deseo hoy para ustedes es que puedan encontrar su propósito. Y que busquen una manera de vivirlo todos los días. Ojalá en los próximos años puedan conectar con aquello que les motiva, que les apasiona. Eso les permitirá a su vez dar lo mejor de ustedes a los demás. Así podrán no solo sacar adelante a su familia. Sino que también podrán contribuir a crear una sociedad más justa y sostenible y a sanar a nuestro planeta, que tanto lo necesita. El futuro, lo que será de este planeta y de todos los que vivirán en él, depende ahora de su generación.

    Si se están graduando este año, después de haberse adaptado al cierre de colegios, a la pérdida de la cotidianidad escolar y al aprendizaje en línea, entre otros muchos desafíos domésticos y académicos, significa que ustedes ya tienen una las herramientas básicas necesarias para sobrevivir en el mundo que les espera: la resiliencia. Ahora su tarea más importante es buscar y seguir su propio rumbo.

    ¡Felicitaciones a los bachilleres del 2021! Un abrazo a la distancia.

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