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La participación social en terapia intensiva

jueves, 19 julio 2018 - 03:18
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    La sociedad civil y la participación ciudadana  en Ecuador están en terapia intensiva, el  plan institucionalizado por el correísmo para  desmantelar y cerrar organizaciones sociales, minimizar  la participación de los movimientos sociales,  controlar la libertad de asociación (vía el famoso  y ya derogado decreto 16) logró su propósito. La  forma cómo funcionó este proceso tiene su raíz en  el falso relato de que el Estado ya se estaba haciendo  cargo directa y activamente de los ámbitos en los  cuales la sociedad civil organizada actuaba, como la  superación de la pobreza, la educación de calidad,  la inclusión de los pueblos indígenas, entre otros.
     
    El Estado “pulpo” duplicó y replicó tareas que otros  ya hacían, porque la colaboración y reconocimiento  de todo aquello que estuviera fuera de la esfera del  control del gobierno simplemente fue ignorado o  directamente absorbido por este.
     
    Aquellas organizaciones menos “alineadas” al  gobierno fueron asfixiándose poco a poco, algunas  desprestigiadas públicamente como fue el caso de la  “Junta Cívica”, mientras iban emergiendo organizaciones  afines a Correa, estableciendo relaciones más  clientelistas en honor a una mal entendida lealtad.  El caso de la Red de Maestros es una evidencia de  cómo aparecieron nuevos grupos, con lineamientos  mucho más políticos, bajo la excusa de una revolución  educativa.
     
    De alguna manera la forma de participar activamente también se estatizó, porque la idea de  asambleísmo y de apertura a recoger ideas tuvo eco  solo en aquellos que se alineaban al gobierno y no  presentaban rasgos contestatarios. El nuevo pacto  social que se instaló fue soportado por un complejo  andamiaje de ministerios, secretarías, instancias  de diálogo que poco de representativos e inclusivos  tenían. De ahí que uno pueda entender con el tiempo , la relación de amor y odio con el movimiento  indígena, o los de corte más ecologistas que fueron  quedando “fuera”. En ideas de Foucault, el poder que  estableció el correísmo sobre la sociedad no se dio  necesariamente por la imposición, sino porque pudo  establecer el campo de acción y por lo tanto limitó el  juego, los jugadores, la cancha. Ahí está el decreto,  ahí están las condiciones para renovar estatutos, ahí  está quienes quedaban cerca o lejos de las decisiones.
     
    Para salir de esta terapia intensiva es requisito  indispensable que se reconozca que el Estado solo  y aisladamente no es capaz de hacerse cargo de las  demandas históricas, como la salud, educación,  inclusión indígena, etc. y que necesita un tejido  social fuerte, canales comunicantes y que depende  de su relación con otros grupos de la sociedad para  dar el salto al desarrollo. Por otro lado, comprender  que la gobernanza de un país no pasa por el control  y amenaza a los movimientos sociales, sino por su  capacidad de dialogar y consensuar. Finalmente desburocratizar,  alivianar, promover e incentivar a las  organizaciones civiles y dejar de duplicar y absorber  los esfuerzos que estas realizan. El camino implica  más confianza, más colaboración, más tolerancia y  control social mutuo, ámbitos que hoy son poco visibles  en nuestra cultura política y social.

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