Un régimen político de mano dura deja huella, y más aún si ejerce el poder durante una década completa.
De allí que el presidente Rafael Correa se jacte de cambios irreversibles. El tiempo dirá el resultado final, por lo pronto indica que él tiene razón. Pues no solo se trata de una Constitución y medio de centenar de leyes, que no es poca cosa, sino del comportamiento ciudadano. En el que es lo de menos que a casi toda la nomenclatura estatal le haya cambiado de nombre mientras ha evaporado del hacer político ciertos vocablos inconvenientes para los fines de la transformación.
A estas alturas del partido lo más notable resulta el proceso de su retirada del mando. Puesto que si bien es cierto que la vegetación ha cambiado alrededor, con unas redes sociales que desfogan autocomplacencia, deviene claro también que es para imponer su voluntad a rajatabla como una suerte de precio que la sociedad debe pagar con tal de que se vaya. Pues acaba de promulgar la reforma tributaria 26 en 101 meses desde el golpe constituyente de Montecristi, una cada tres meses y medio.
Después de todo él mismo ordenó a la asamblea que le prohíba reelegirse por esta vez, para tomar un período presidencial sabático, y ahora mismo acaba de instruirla para que por esta sola vez hasta que él se vaya suba dos puntos el IVA y rebaje cuatro para el dinero electrónico, que también por esta sola vez estará exonerado del respaldo de los activos líquidos del banco central que por esta vez podrá volver a ser emisor pero de patacones electrónicos, en homenaje a la primera moneda que tuvo la república de papel, hoy travestida de electrónica, hasta que el sucre sustituyó al peso.
Esto es parte del precio que hay que pagar. Pues precedentemente los excedentes de liquidez de la más grande bonanza ya fueron invertidos cuando se extinguió la lotería petrolera que no alcanza para pagar el más grande endeudamiento de la historia, que será amortizado con ventas anticipadas que cubren hasta dos períodos presidenciales más si es que el barril de crudo no sube de precio. Todo sostenido por el superdólar y encaramado en el monopatín de la solidaridad por el terremoto, aunque que no se sabe si es el de Pedernales o el de la despedida.
En todo caso, esto se desenvuelve bajo el esquema revolucionario de la socialización que como muy bien la definen sus 4 acepciones en el DRAE nada tiene que ver con un proceso de debate legislativo. Sino como lo que ha resultado, un conglomerado de saludos a la bandera y declamaciones de recetas precocinadas.
Entre los vocablos en feriado del hacer político está el derecho constitucional a la resistencia que sirvió para archivar los proyectos de ley de herencias y plusvalía así como la exclusión por una sola vez de la reelección consecutiva. Esperemos que este feriado no vaya a malograr el sabático presidencial.