Alfredo Pinoargote

Dolarización

Si tuvimos 16 años con un dólar desvalorizado simplemente llegó la hora de ajustar el sistema para mejorarlo, en vez de continuar con la locura de devaluarlo.

Sin dolarización el gobierno hubiera seguido echando el dinero por la ventana mediante la devaluación. Los 12 mil millones de dólares que recibía por petróleo los recuperaba devaluando por cuatro. Entonces los 3 mil millones que recibe multiplicados por cuatro serían 12 mil en moneda nacional. El presupuesto no se hubiera tocado, no habría sobretasas arancelarias porque con devaluación las importaciones de materias primas y bienes de capital costarían cuatro veces más, así como las de combustibles, y las importaciones habrían caído drásticamente con un dólar cuatro atmósferas arriba. Claro que todo costaría cuatro veces más, desde los calzoncillos hasta los celulares, desde la luz eléctrica hasta los tractores, y se hubiera hundido en la miseria al pueblo ecuatoriano. Estaríamos como Venezuela, pero gracias a dios y a Gustavo Noboa estamos dolarizados.

Por eso resulta inaceptable esa lamentación tenaz de gobierno y sector privado sobre la revalorización del dólar. Porque el 80 por ciento de las importaciones que son bienes de capital, materias primas y combustibles cuestan menos, 20 por ciento son bienes de consumo y solo la mitad son perecederos. Eso le conviene a la economía nacional ya que los costos de producción se reducen, con lo cual se benefician también las exportaciones y el cambio de matriz productiva. Pero la respuesta ha sido maldecir la revalorización y penalizar tributariamente a la producción exportable y de consumo doméstico. La mayoría de las exportaciones van a Estados Unidos y la Unión Europea donde el dólar no tiene problema alguno. Nuestros vecinos andinos son el único si el gobierno castiga los costos de producción.

En la república de los prejuicios otro tabú es el IVA, un impuesto maldito desde su creación en 1970 cuando precipitó la última dictadura velasquista. Pero desde su aparecimiento a finales de los años 60, en Europa, ha evolucionado hacia un cobro diferenciado que va de cero para alimentos y medicinas a 27 por ciento para bienes de lujo. En el Ecuador en cambio es tan injusto que ricos y pobres pagan lo mismo, el 12 por ciento. Es un impuesto al consumo mientras la producción debe liberarse de aranceles, sobretasas, ICE y salida de divisas. Para que haya empleo y consumo sin una producción tributariamente penalizada.

En el mundo flotan unos 10 trillones de dólares que prefieren aterrizar donde no se convierten en moneda basura, devaluada. Ese es el principal atractivo de la dolarización, que debe ser reforzada con la apertura a la inversión, el comercio y la banca extranjera. La revalorización del dólar debe ser un factor que la fortalezca en lugar de transformarse en banquete de caníbales. El superdólar al abaratar los combustibles brinda la oportunidad de terminar con la adicción al petróleo y sus subsidios.

Lo ocurrido con el petróleo y el dólar es cíclico, no era imprevisible. En consecuencia, si tuvimos 16 años con un dólar desvalorizado simplemente llegó la hora de ajustar el sistema para mejorarlo, en vez de continuar con la locura de devaluarlo.

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