<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

La delincuencia nos ha visto los ojos

viernes, 13 noviembre 2020 - 01:04
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
     
    Corro en la playa sintiendo libertad, corro sintiendo  la brisa marina desde Same, provincia de Esmeraldas en Ecuador hasta Tonchigüe. Es mi kilómetro  7 y voy a buen ritmo. Una mariposa amarilla me acompaña y sonrío pensando que debe ser presagio de esa buena  suerte que tanto la necesito. Mis audífonos a todo volumen con música. Veo mi destino a un kilómetro aún y de  repente: siento un jalón intempestivo en mi brazo derecho. Regreso a ver desconcertada y me encuentro con un  hombre asustado con un cuchillo de 50 centímetros diciéndome “te voy a matar, dame todo”.
     
    Entra en mí un pánico tan inmenso que logra disfrazarse de tranquilidad y le digo “no me mates, soy mamá,  tranquilo”. Me arrancha mi reloj mientras jala mi top y lastima el pecho en un forcejeo brutal. El cuchillo muy cerca  a mis costillas. “Mis hijos, Dios”, solo pienso eso. Regreso a ver de reojo y no hay un alma, nadie me puede escuchar, nadie. La muerte frente a mí, así que le digo “tranquilo, vamos yo te doy dinero, mira tengo 20 dólares”. Los  agarra, sale corriendo y siento un grito ahogado en mi ser.  Con el pecho aruñado, corro muy rápido de regreso a casa. Los vecinos me ven desde la playa, me untan alcohol  y me dan agua. Me meto al mar con mi ropa de deportes  y entre lágrimas rezo el Padre Nuestro. Puedo contar esta historia y eso es motivo suficiente de gratitud eterna.
     
    Mi país… La inseguridad nos ha mermado, el hambre  es protagonista. Hay un 25 por ciento de desnutrición infantil crónica y alguien que tiene a sus hijos con hambre  es capaz de matar. Pero yo no quiero morir en manos de  un delincuente y tampoco vivir con miedo. Me solidarizo con cada persona que ha pasado un momento similar  y por eso debemos poner un alto.
     
    Que los planes de gobierno dejen de ser pomposos  y vayan a lo básico: la seguridad, la salud y la educación.  Como lo dijo Pitágoras: “Educa a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Es algo que nos urge y  en lo que no se puede perder más tiempo.
     
    Sobre esas bases hablaremos del resto. Escribo esta  columna con marcas en mis brazos y en mi pecho, con lágrimas a punto de brotarme al sentirme ultrajada, y por  eso debo dejar esto plasmado en blanco y negro. Por mí,  por ti, por nosotros y nuestros hijos.
     
    Que el Ecuador vuelva a tener lo básico: paz… De ahí,  después de eso señores, lo demás. 

    Más leídas
     
    Lo más reciente