Les voy a contar la historia de una familia en la que ambos cónyuges tenían buenos empleos que les permitían satisfacer las principales necesidades de sus hijos y tener una vida holgada. Pero ellos aspiraban más, así que se endeudaron frecuentemente para poder comprar una casa más grande, un auto nuevo y cambiar los electrodomésticos. Aparentemente todo iba bien, hasta que el papá perdió su empleo y los ingresos familiares cayeron a la mitad.
El padre tranquilizó a sus hijos asegurando que no era un problema que no tengan ahorros, ya que endeudándose podían seguir manteniendo el mismo ritmo de vida. Por casi dos años siguieron gastando, reemplazando con dinero prestado el sueldo que dejó de percibir el padre.
Pero los problemas se incrementaron: el cupo de las tarjetas de crédito comenzó a acabarse y los únicos prestamistas solicitaron intereses muy elevados. ¿Podrá esta familia seguir viviendo de la tarjeta de crédito de manera indefinida? ¿Deberían reducir su nivel de gasto?
Esta familia es el Ecuador. Desaparecieron los ingresos petroleros, y el gobierno insiste en seguir gastando adquiriendo nuevas deudas. Entre enero y agosto, el gobierno recibió desembolsos por la astronómica cifra de 12.610 millones de dólares o 13 por ciento del PIB. El consumo que hoy nos da bienestar, se transformará en las deudas del mañana que nosotros y nuestros hijos tendremos que pagar.
Recordemos que no hay plazo de no se cumpla, ni deuda que no se pague.
La austeridad es una palabra que cayó en desuso hace ya una década. A pesar de la contracción contracción en los ingresos, el gobierno sigue incrementando el gasto corriente y limita los recortes solamente a la inversión. Se trata de una situación insostenible.
La economía ecuatoriana tiene solo dos alternativas: realizar un ajuste rápido o un ajuste lento. El ajuste rápido lo contempló el FMI en sus proyecciones iniciales que estimaban una contracción económica de -4,5 por ciento en 2016 y de -4,3 por ciento en 2017. Pero al tercer año retornaría el crecimiento.
El ajuste lento, preferido por el gobierno, implica que el gasto fiscal se iría reduciendo gradualmente debido a la falta de financiamiento.
El FMI estima que esta política no produciría una contracción económica tan fuerte en el corto plazo, sino un largo proceso de contracción por los próximos cinco años. Recién al sexto año volveríamos a ver cifras positivas. Esta situación podría agravarse si se insiste en más gasto público como la salida, cuando fue ese excesivo gasto el causante de la crisis que nos aqueja.
¿Qué es preferible, dos años de fuerte contracción o cinco años de contracción moderada?
Esta pregunta se debe responder pensando en los intereses de las grandes mayorías de la población, en aquellos 72 mil nuevos desempleados, en los jóvenes que ingresarán a un mercado laboral que no les ofrece oportunidades... ¿Podemos pedirles que esperen por cinco años para encontrar un empleo? Escojamos la vía rápida para erradicar la enfermedad que aqueja a la economía ecuatoriana y que retorne el crecimiento en el menor tiempo posible.