La cercanía de las elecciones presidenciales trae al debate público las preocupaciones de los ecuatorianos: mejorar sus ingresos que ya no alcanzan y más empleo. Está en manos de los políticos, discernir la vía más apropiada para satisfacer estas justas aspiraciones.
Lamentablemente, no existen soluciones sencillas. Es ingenuo pensar que se puede incrementar los salarios “por decreto”, independientemente de las fuerzas del mercado. Una política de este tipo acarrea importantes efectos negativos. Provoca inflación impidiendo una mejoría en la capacidad real de compra, a pesar de tener salarios nominalmente más elevados. Adicionalmente, impulsa una mayor sustitución de personas por máquinas que “ahorran” el número de trabajadores, incrementando el desempleo.
Entonces, ¿cómo mejorar los salarios reales? La única vía es incrementar la productividad del trabajo. Esto significa que cada trabajador rinda más, sin extender el tiempo laborado. Para lograrlo, es necesario aumentar la utilización de maquinaria y equipos que facilitan la producción. Por ejemplo, una fábrica que produce 1.000 zapatos por día con una máquina, puede adquirir una segunda máquina y subir su producción a 2.000 zapatos por día. La mayor utilización de maquinaria, incrementará el rendimiento de los trabajadores. Este resultado también se puede alcanzar a través del progreso tecnológico que implica utilizar máquinas más eficientes.
Cuando esta transformación se produce a escala nacional, es posible el pago de mayores salarios sin que se produzca el efecto indeseado de destrucción de empleos. En otras palabras, es un incremento salarial con sustento económico. Queda claro que, el secreto es adoptar políticas públicas que impulsen la inversión productiva. Esto se logra garantizando estabilidad económica y jurídica, apertura de mercados, mayor facilidad para hacer negocios al eliminar trabas burocráticas y trámites engorrosos, entre otros. En paralelo, es necesario reducir los costos de producción generados por el Estado: elevados aranceles, impuestos excesivos y altos precios de la energía eléctrica.
Durante la bonanza, las remuneraciones en Ecuador incrementaron su participación en el ingreso nacional de 32 por ciento del total en 2007 a 37 por ciento en 2015. En buena parte de ese período, los fuertes incrementos salariales no se tradujeron en más desempleo porque la devaluación del dólar compensó los mayores costos de producción sin afectar la competitividad. Pero el escenario cambió. El dólar se ha fortalecido y la política comercial proteccionista nos ha transformado en un país costoso para producir.
El empleo adecuado sigue siendo un lujo de solo cinco de cada 10 ecuatorianos que forman parte de la población económicamente activa. La cruzada por el empleo y mayores salarios exige devolver al país la productividad y competitividad perdida. Mientras no logremos incentivar la inversión productiva y el Estado no reduzca los costos de producción, será imposible pensar en salarios realmente dignos.