Alberto Acosta-Burneo

La verdadera revolución

 
Para la Revolución Ciudadana la maximización del bienestar de la sociedad solo se consigue a través de una agresiva intervención del Estado como contradictor de los intereses de actores individuales. Desconoce la importancia de que los individuos tomen acciones racionales y busquen maximizar sus propios beneficios porque considera que, en la mayoría de los casos, el resultado irá en contra del interés colectivo.
 
Esto equivale a decir que si a los banqueros les va bien es porque los ciudadanos están siendo perjudicados por haber solicitado más crédito. Que si las empresas de medicina prepagada tienen utilidades es porque alguien está perdiendo. Que si los empresarios tienen utilidades es porque los intereses de los trabajadores están siendo vulnerados. Para esta ideología, la única manera de construir políticas de bienestar colectivo es a través de la reducción de los intereses y derechos individuales a través de la intervención estatal. 
 
A manera de justificación, el gobierno esgrime fórmulas vacías y supuestamente indiscutibles como: “la supremacía del trabajo humano sobre el capital como signo fundamental del Socialismo del Siglo XXI”. Nuestra Constitución, leyes y reglamentos están plagadas de estas falsas dicotomías. Los nuevos fundamentos de nuestra convivencia colectiva se basan en la desconfianza y el antagonismo.
 
Estos preceptos se transforman en desincentivos económicos que han hecho del país un lugar poco atractivo para la inversión. La crisis económica, exacerbada por la caída del precio del petróleo, ha mostrado “las costuras” de este modelo económico. Es la oportunidad para repensar los principios de deberían regir en nuestra sociedad. Empecemos por reconocer que en la mayoría de los casos, el beneficio individual no se contrapone al colectivo.
 
Si los bancos tienen utilidades, es porque han otorgado más crédito y quienes lo solicitaron pudieron ampliar sus negocios o comprarse una vivienda. Si a las empresas les va bien, generan más empleo y pueden pagar mejores salarios beneficiando a los trabajadores.
 
La cooperación es clave para la vida social y debe ser estimulada. Las normas que rigen la sociedad deben premiar la cooperación entre todos sus actores: empresarios y trabajadores, proveedores y consumidores, financistas y prestamistas. Esto significa vencer los prejuicios que nos ha querido imponer el Socialismo del Siglo XXI con sus falsas dicotomías de una sociedad dividida en buenos y malos, explotadores y explotados, capitalistas y trabajadores.
Se maximiza el bienestar colectivo cuando se elimina la desconfianza de las reglas del juego.
La acción del Estado debe quedar restringida a intervenir solamente en aquellos casos excepcionales en los que se requiere resolver el conflicto entre intereses antagónicos a nivel individual y el colectivo. Pero la regla general para construir una sociedad exitosa es pensar que cuando un miembro gana, la sociedad en su conjunto también gana. Esa es la verdadera revolución.

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