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Enfermedad endémica

viernes, 22 octubre 2021 - 16:08
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    A diferencia de los animales, los seres humanos somos capaces de controlar nuestros instintos y deseos, de escoger alternativas y de regular nuestra conducta. Actuamos intencionalmente para alcanzar nuestros objetivos, somos seres morales responsables por nuestros actos. La libertad no solo es un postulado político, sino también uno moral. Como seres libres, podemos escoger de acuerdo con las reglas de la moral: hacer lo bueno y evitar lo malo.

    Durante miles de años una parte de la humanidad no pudo ejercer su capacidad de escoger. Las sociedades basadas en el rango (esclavistas o de castas) restringían las decisiones de las mayorías vía estrictos controles. Afortunadamente, las sociedades burguesas actuales se fundamentan en la garantía a la libertad de los ciudadanos.

    Trasladado a la esfera económica, esto implica que somos los consumidores quienes, a través de nuestras decisiones de compra (o abstención de comprar), decidimos qué debe ser producido, en qué cantidad y calidad. Los productores son forzados a proveer, de la manera más eficiente y barata, los bienes que demandan los consumidores. Los inversionistas, si quieren prosperar, deben invertir sus capitales en aquellas líneas de negocio que mejor sirven al público.

    Sin embargo, esta supremacía del consumidor está permanentemente amenazada. Los políticos tienden a arrogarse funciones para suplantar a los consumidores en las decisiones de qué producir, qué consumir, qué cantidad y calidad, etc. Como resultado, los productores desplazan energía y recursos de la producción hacia obtener el favor del gobierno para que modifique el entorno regulatorio en su beneficio (ej. Obligar al consumo de ciertos bienes de productores locales, evitar la compra de otros que consideran nocivos, etc.). Los consumidores somos obligados a pagar precios más elevados y a comprar productos distintos a los que deseamos.

    Todo se origina con el intervencionismo estatal que permite al gobierno crear derechos monopólicos a favor de un grupo, entonces, todos compiten por ese premio. Esta es la enfermedad endémica del rentismo que debemos superar. Transitemos hacia una sociedad en donde el Estado respete la voluntad de los ciudadanos y los productores compitan por satisfacer los deseos de los consumidores.

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