Alberto Acosta-Burneo

Delirio

El Gobierno debe realizar una licitación internacional para la refinería del Pacífico. Si es “tan buen negocio” es probable que muchas empresas hagan fila para llevarse la “joya de la corona”.

El Gobierno anunció el avance de la mayor operación de endeudamiento de la historia de la república: 14.000 millones de dólares para la construcción de la mega Refinería del Pacífico. Esto equivale al gasto de una década en salud, de tres años en educación o a seis hidroeléctricas como Coca Codo Sinclair, la mayor del país.

Con esta operación el endeudamiento nacional, incluyendo deudas de corto plazo, superaría los 51.000 millones. ¡Cinco veces más que hace seis años! A cada ecuatoriano le corresponderá, sin importar su edad, participar con 3.200 dólares en el endeudamiento nacional, importante incremento frente a 2010 cuando era de 700 por persona. ¿Se justifica hipotecar nuestro futuro para la construcción de esta mega obra?

Los riesgos son significativos. El mercado internacional de refinación atraviesa una severa transformación. Las refinerías tienen que adaptar su modelo de negocios a: bajos precios de combustibles, presiones para reducir la utilización de combustibles fósiles por motivos ambientales, y la aparición de nuevas energías de bajo costo como el gas natural. ¡Recordemos que la edad de la piedra no se terminó porque se acabaron las piedras!

En Asia y Medio Oriente se construyen algunas refinerías que acelerarán en el próximo lustro la expansión en la capacidad instalada de refinación. Ecuador llega tarde a un mercado lleno de desafíos.

Por otro lado, la mega refinería está diseñada para procesar 200 mil barriles de petróleo por día, pero el país no dispone de esa cantidad. En 2016, la totalidad del crudo para exportación está comprometido con las preventas petroleras. Los más recientes contratos de financiamiento involucran la entrega de crudo hasta 2024 en diversos porcentajes.

Traer crudo venezolano tampoco es una opción por la crisis que atraviesa la estatal petrolera de ese país. La única salida sería incierta: incrementar la producción en zonas inexplotadas del sur oriente y en el Yasuní. Pero esto requeriría de una mayor inversión privada cuando las inversiones del mercado petrolero mundial se reducen por los bajos precios del crudo.

El Gobierno argumenta que el país se beneficiará por dejar de importar derivados. Se trata de un argumento incompleto. Al utilizar todo el crudo local para la refinación, el país dejará de recibir ingresos por la exportación de petróleo. Entonces la clave será determinar si la refinería del Pacífico será competitiva internacionalmente como para exportar derivados. Pero de esto nada se ha dicho. Si no se alcanza ese objetivo, tendremos combustibles más caros que los internacionales y la producción nacional se verá obligada a adquirirlos a pesar del impacto negativo en su productividad.

Para salir de dudas, propongo que se realice una licitación internacional con amplios beneficios tributarios para que una empresa privada asuma el riesgo del proyecto. Si es tan buen negocio como asegura el Gobierno, es probable que muchas empresas de primer orden hagan fila para llevarse la “joya de la corona”. Aunque me temo que este no sea el caso, y esto no sea más que otro delirio de un Estado megalómano…

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