Steff Alarcón: actriz guayaquileña camaleónica e imparable
Steff tiene los ojos grandes de Bette Davis y de su abuelo materno y el cabello rizado de Zendaya y Halle Berry. Verla en un escenario es pasear por el teatro y los musicales acompañando a una artista que construye su personaje como si fuera el último de su vida.
A tan solo 29 años ha trabajado unos roles inolvidables demostrando su capacidad camaleónica y su cualidad hipnótica. Bailó y cantó en Rapunzel y Hairspray, se convirtió en una enfermera sensible y amargada en “Diario de un loco” y evidenció su poder cómico al disfrazarse de hombre en la obra clásica “La ternura”.
EL ARTE COMO CAMINO DE VIDA
La joven guayaquileña fue una niña tímida que se encerraba en su cuarto para ver los videos noventeros de Pink, Cristina Aguilera y Britney Spears. Con el pasar del tiempo imitarlas se convirtió en una obsesión del detalle hasta tal punto que cuando su madre pudo presenciar una de sus interpretación la inscribió en una academia de modelaje, canto, baile y actuación. “Tenía siete años y lo único que sabía es que me encantaba ser otra”, recuerda Steff que participó en algunos concursos de canto de niños y ganó uno encarnando a Thalía en “No me enseñaste”.
Hace veinte años Steff caminaba jorobada viendo el piso pero nunca dejó de creer en su buena estrella. Cuando se levantaba a las 4 de la mañana para ir a su colegio “Santa Mariana de Jesús” sabía que ser vulnerable pronto iba a ser su fortaleza. A los 17 años decidió estudiar Negocios internacionales pero no dejó la actuación. Para sus padres era un hobby, para ella un camino de vida. “A mis inicios creo que me equivoqué con algunas obras pero muy rápido comprendí que vivir del arte no significa ser famoso sino ser inspiración de alguien. Yo le debo al arte porque me ha sacado de mi oscuridad”, relata la actriz que conoció a su esposo en una escuela de actuación. “Él comprende mi oficio aunque se decidió por una carrera de arquitecto. Es tan crítico como confiado y cuida el tipo de arte que hago”.
ACTRIZ Y CANTAUTORA
De cuerpo menudo esculpido por sesiones de gimnasio y una dieta vegana, Steff se transforma en el escenario. “Me obsesiono con mis personajes y para encarnarlos los tengo que comprender. Si me toca pegar a alguien o tener un discurso incoherente lo hago. Para aprender mis textos los escribo una y otra vez para asimilarlos y digerirlos”, acota la actriz que tiene como referentes a Viola Davis y Jim Carrey: “Viola siempre me gustó porque tiene algo que decir desde su verdad y libertad. En cuanto a Jim Carrey su expresividad es un don que muchos quisiéramos tener”.
Steff ama el teatro porque revela humanidad y responsabilidad. “En el cine o la televisión puedes grabar algunas tomas para quedarte con la mejor, en las tablas te pones en riesgo a diario”, asegura la profesional que debe sus primeras obras al dramaturgo, productor y actor de teatro Ricardo Velásteguí y las últimas a Lucho Mueckay seguidor del teatro de movimiento francés y verdadero ícono del arte nacional. “Lucho me ayudó a perder el miedo y la vergüenza en ser actor e Iñaki Moreno me enseñó la técnica Meisner enraizada en el instinto y la precisión, fomentando la transparencia y la creatividad del artista. Los tres dieron un giro a mi forma de pensar y actuar”, asegura.
Steff está en el mejor momento de su carrera y el 31 de octubre lanzará “Papel en blanco” su primer sencillo como cantautora. “Tengo 12 años de carrera como actriz y decidí expresarme también a través de la música. Solamente será mi voz, un piano y un violín. Si me disfrazo como actriz quiero presentarme muy autentica e íntima como cantante”, anota la fan de la cantante ecuatoguineana-española Buika.
¿Y qué opinan tus padres de tu carrera artística hoy en día?, le pregunto antes de despedirnos. “Están en un proceso de comprender que nunca trabajaré en una multinacional y que el teatro y la música son mi vida. Mi papá tiene un carácter fuerte, fue militar de profesión. Hace poco asistió a una obra que compartía con Lucho Mueckay. Al final busqué su mirada, no tuvimos un contacto visual pero lloraba. Un milagro más que nace del arte...”
