‘Exorcismo: El Ritual’ es una cinta dirigida por David Midell, protagonizada por Al Pacino y Dan Stevens, que toma como base el exorcismo real de Emma Schmidt —también conocida como Anna Ecklund—, considerado uno de los eventos más ampliamente registrados en la historia estadounidense.
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Uno de los principales atractivos del film radica en su propuesta narrativa: alejada del típico terror lleno de sobresaltos y efectos especiales exagerados, Midell opta por una aproximación más íntima y realista. Utiliza cámaras en mano y una estética casi documental que, si bien puede resultar divisiva entre el público, logra acercar emocionalmente al espectador tanto al sufrimiento de la poseída como a las luchas internas de los sacerdotes.
Aunque el argumento se apoya en elementos clásicos del cine de posesiones —como la levitación, la glosolalia o los vómitos espeluznantes—, el relato se construye también a través de pausas, silencios y momentos de introspección que aportan profundidad psicológica y dimensión espiritual a los personajes.
Lejos de rechazar el componente religioso, la película lo abraza como eje central. En lugar de ponerlo en duda, lo utiliza para explorar temas como la culpa, el dolor, la fe y la posibilidad de redención desde una mirada seria y respetuosa.
La relación entre los dos protagonistas se convierte en el núcleo emocional de la historia. Al Pacino, en el rol del padre Riesinger, brinda una interpretación cargada de matices y humanidad. Aunque su acento alemán ha generado opiniones divididas, termina siendo un rasgo distintivo del personaje que aporta autenticidad a su presencia en pantalla.
En paralelo, Dan Stevens interpreta al padre Steiger, un sacerdote joven que enfrenta sus propias heridas emocionales. Tras la muerte de su hermano y el replanteamiento de su vocación, se presenta como un personaje lleno de dudas, lo que lo convierte en un contrapunto ideal frente a la firmeza de Riesinger. Su transformación a lo largo del relato enriquece la tensión dramática y suma una capa de complejidad emocional al desarrollo del filme.
Desde lo visual, Midell apuesta por una dirección sobria y minimalista: planos poco estilizados, una banda sonora discreta casi ausente y un tratamiento visual que, lejos de buscar la espectacularidad, pone énfasis en la vulnerabilidad de los protagonistas. En lugar de sobrecargar la narrativa con efectos digitales, se enfoca en el lenguaje corporal, los gestos contenidos y los silencios como herramientas expresivas.
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La película tiene una duración moderada —apenas 98 minutos— y evita caer en el exceso o el alargamiento innecesario. Su estructura, más cercana al enfoque documental que al drama convencional, refuerza una sensación de realismo y profundidad que distingue a Exorcismo: El Ritual dentro del género.
Más que ofrecer un espectáculo terrorífico, esta producción construye una reflexión sobre la condición humana, el dolor psicológico y la lucha entre el bien y el mal desde una perspectiva espiritual. Es una propuesta honesta, introspectiva y respetuosa que apuesta por el contenido emocional antes que por el impacto visual.