Las amenazas sobre los pueblos aislados de la Amazonía

Indígenas en aislamiento enfrentan el avance de la delincuencia en su territorio. Narcotráfico, minería ilegal y tala incontrolada asecha a los amazónicos.
Alejandro Pérez
Indígenas en aislamiento enfrentan el avance de la explotación petrolera, el crimen organizado, presencia de colonos y tala incontrolada.

La extracción de petróleo, el narcotráfico, la minería ilegal, la presencia de colonos y la tala incontrolada cercan a los pueblos en aislamiento de la Amazonía andina.

Durante los últimos años, el avance de la tala ilegal, el narcotráfico y de la extracción legal de combustibles fósiles, entre otras amenazas, han acelerado la presión sobre el territorio amazónico en el que se desplazan los pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario. Este 20 de agosto, Ecuador decidirá en un referéndum si continúa o no con la explotación de petróleo en un área del Parque Nacional Yasuní. Este territorio, cercado por presiones múltiples, es habitado por los pueblos Tagaeri y Taromenane, que transitan en las fronteras de Perú y Ecuador.

La Red Investigativa Transfronteriza de OjoPúblico en alianza con Revista Vistazo visitó el Yasuní, recogió testimonios de líderes indígenas en ambos países y documenta en este reportaje la multiplicidad de problemas. Además, cómo el tráfico de drogas ha instalado caminos en seis de las siete reservas indígenas en Perú. Las fuentes oficiales confirman que la presencia de grupos armados ilegales ejerce presión sobre los pueblos en aislamiento, lo que ha generado un incremento en los avistamientos. En cambio, el Estado ecuatoriano enfrenta una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por no haber protegido a los últimos pueblos aislados, que quizás estén al borde del exterminio.

Por: María Belén Arroyo, Jonathan Hurtado y Alejandro Pérez

Red Investigativa Transfronteriza

Gemeneweno significa tierra de los ceibos en idioma waorani. Rodeada de estos árboles gigantes, en el corazón de la Amazonía ecuatoriana, a orillas del río Shiripuno, se encuentra la comunidad waorani Gemeneweno. Al interior de un salón comunal y con las puertas cerradas, se realiza una reunión. Sobre una sábana colgada sobre la pared, un líder indígena proyecta el mapa del Parque Nacional del Yasuní. Con voz suave y tranquila, habla sobre un hecho histórico que definirá el futuro del área natural amazónica más importante del Ecuador, hogar de por lo menos dos pueblos en aislamiento voluntario.

Este domingo 20 de agosto, de manera simultánea a la elección de la primera vuelta presidencial, los ecuatorianos decidirán en un referéndum si se debe o no continuar con la extracción de petróleo en un lugar específico del Parque del Yasuní, el bloque petrolero 43. Es la primera vez que son consultados sobre una política nacional de esta dimensión; sin embargo, el crudo se extrae en otros lugares del Yasuní, y esto no ha sido sometido a consulta popular. Un equipo de la Red Investigativa Transfronteriza de OjoPúblico y la Revista Vistazo visitó la última semana de julio este territorio waorani.

El apu Gaba Wane, uno de los líderes más longevos de la comunidad, dice que prefiere que el petróleo se quede bajo tierra. Él, como otras personas que participan en la reunión comunal, se oponen a la extracción de petróleo, denuncian la contaminación y quieren preservar los territorios. No solo por los bosques sino también para los pueblos indígenas Tagaeri y Taromenane que viven en aislamiento voluntario y a quienes llaman “hermanos”.

A esta comunidad, que se sostiene del turismo, llegan con frecuencia extranjeros que quieren conocer la vida waorani, recorrer los bosques y navegar los ríos. Gemeneweno se encuentra en los límites de la Zona Intangible creada por el estado ecuatoriano para los pueblos en aislamiento voluntario Tagaeri y Taromenane, que se extiende hasta la frontera con Perú. La zona, creada en 1999 y delimitada recién en 2007, no es el único sitio por donde transitan los aislados en la Amazonía del lado ecuatoriano. Esto ocurre, porque ellos tienen dos patrones de movilidad. Uno estacional, que se refiere a la época en la cual recolectan frutos del bosque, y uno cíclico, que responde a la costumbre ancestral de volver a la tierra donde las abuelas sembraron, según el antropólogo Roberto Narváez.

Los Tagaeri y Taromenane forman parte del pueblo Waorani, pero, a diferencia de sus parientes, en la década de los años 60 decidieron vivir aislados cuando los otros grupos de waorani entraron en contacto forzado con los misioneros evangélicos. Desde entonces, viven sin contacto de la población y transitan los bosques que atraviesan las fronteras políticas de Perú y Ecuador. Son pueblos transfronterizos, que según investigaciones recientes, recorren los territorios colindantes a los ríos Napo y Curaray, cuyos afluentes llegan hasta Perú.

Ambos pueblos indígenas son reconocidos en Ecuador desde el 2008, y en Perú desde setiembre de 2022. Pero, aunque se trate de los mismos pueblos, tienen diferentes tratamientos en ambos países. En Ecuador, la Zona Intangible creada para ellos dentro del Parque Nacional Yasuní no los protege porque fue definida sin considerar sus dinámicas de movilidad. De hecho, hubo encuentros violentos entre indígenas aislados y colonos fuera de esta Zona Intangible, lo que confirma que los no contactados están cada vez más acorralados.

Ecuador (2) y Perú (25) han reconocido la existencia de 27 pueblos en aislamiento voluntario y contacto inicial, pero estos no tienen altos niveles de protección. Ecuador debe confirmar la existencia de un tercer pueblo, los Dugakairi. En Perú, aunque el estado ha creado siete reservas indígenas para garantizar los territorios de otros pueblos en aislamiento, los Tagaeri y Taromenane, aunque son reconocidos, todavía no cuentan con una reserva y la solicitud está en proceso.

La Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente (Orpio) ha propuesto al gobierno del Perú crear una reserva indígena para estos pueblos en los alrededores de las cuencas de los ríos Napo, y sus afluentes Arabela y Curaray, y Tigre, en la frontera de Loreto con Ecuador.

En esta zona del lado peruano, la empresa anglo-francesa Perenco opera los lotes petroleros 67 y 39, el primero se ubica completamente dentro de la propuesta de reserva, mientras que el segundo lo hace parcialmente.

En setiembre del año pasado, cuando el gobierno publicó el decreto supremo que declara “el reconocimiento de los pueblos indígenas aewa, taushiro, tagaeri, taromenane y záparo en situación de aislamiento, correspondientes al ámbito de la solicitud para la creación de la Reserva Indígena Napo, Tigre y Afluentes”, la transnacional presentó una acción de amparo para frenar la creación de esta reserva y negó la existencia de estos pueblos.

“Los pueblos indígenas no tenemos fronteras, lo que nos separan son las políticas; los que mantenemos esas regiones sin presencia del Estado, somos los pueblos indígenas”, dice el líder indígena del pueblo kukama kukamiria, Jamner Manihuari, de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).

El Apu Jamner Manihuari de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).

La presencia del negocio de hidrocarburos en ambos lados de la frontera, sumada a otras actividades ilegales ha generado encuentros violentos de foráneos con estos pueblos en aislamiento. La Red Investigativa Transfronteriza de OjoPúblico, en alianza con la Revista Vistazo, ha logrado documentar cómo también el narcotráfico –junto a la tala y la minería ilegal– ha ganado terreno en los alrededores de las reservas territoriales para pueblos en aislamiento.

UN CORREDOR DE VIDA EN LA FRONTERA

Además de los pueblos Tagaeri y Taromenane, el experto indígena Eduardo Pichilingue Ramos, sostiene que existe evidencia de que podrían haber otros grupos más en esta parte de la frontera amazónica entre Ecuador y Perú. Él coordina desde Perú la iniciativa Cuencas Sagradas, un proyecto de carácter binacional.

Pichilingue sostiene que los aislados conocidos como zaparo en Perú podrían estar emparentados con un pueblo de nombre similar en Ecuador, que se desplazó hacia el sur, luego de tener conflictos territoriales con los waoranis. El experto considera que el manejo integrado del territorio entre ambos países podría convocar al apoyo internacional, por tratarse de una zona de alta biodiversidad.

La futura creación de la reserva Napo Tigre por parte del gobierno peruano “es un gran avance para la población aislada. Su creación puede devenir en un corredor de vida para los aislados a nivel binacional, pero esto depende de que existan políticas claras de integración”, señala, por su parte, el antropólogo José Proaño, director para Latinoamérica de la organización Land is Life. Esta entidad actúa como Secretaría del Grupo de Trabajo Internacional para los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial. La iniciativa reúne a nueve países.

A inicios de año, José Proaño participó en un encuentro de grupos indígenas de ambos países, en el que se “compartieron preocupaciones por la ausencia de autoridades en las dos fronteras”. Pero los líderes profundizaron en una inquietud aún mayor: la amenaza creciente de actividades ilegales: narcotráfico, extracción de madera, minería ilegal.

“A las comunidades sobre el río Curaray, en lado ecuatoriano, en el límite sur del Parque Yasuní, han llegado dragas artesanales desde el Brasil. Se puso la denuncia ante el Ministerio, no hay autoridad judicial con capacidad para ir a constatar”, señala Proaño. Estas actividades ilegales están relacionadas, explica, ya que el narcotráfico usa su dinero para comprar excavadoras y dragas dedicadas a la extracción de oro ilegal.

José Proaño, de Land is Life

“Las reservas para aislados son áreas que increíblemente se han mantenido en buen estado de conservación, porque estaban un poco más alejadas; pero a estas alturas las presiones al territorio son tantas que eso ha empezado a cambiar”, advierte Miguel Macedo, antropólogo del Instituto del Bien Común (IBC).

EL NARCOTRÁFICO EN TODOS LADOS

Las actividades asociadas al tráfico de drogas están presentes en casi todas las reservas indígenas, señalan los reportes oficiales del Ministerio de Cultura de Perú.

Hombres armados movilizándose en embarcaciones de gran velocidad, intimidación directa a trabajadores que resguardan zonas protegidas, y comunidades atemorizadas componen el nuevo paisaje de las fronteras de la Amazonía.

“Lo que preocupa mucho es el cultivo de la coca”, alerta Beatriz Huertas Castillo, antropóloga que lleva cerca de 30 años haciendo investigación sobre pueblos en aislamiento y contacto inicial. La siembra de coca se da sobre territorios talados y deforestados, y luego, para la transformación a cocaína se usan insumos sumamente tóxicos que están contaminando las quebradas.

En Perú, la región Ucayali es la que concentra más superficie de reservas para pueblos en aislamiento (1’708.004 hectáreas) y es también la región que –junto a Loreto– presenta el mayor crecimiento de cultivos ilegales de hoja de coca: 466% entre el 2018 y 2022, según el último informe de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida).

Documentos oficiales confirman que en la Reserva Indígena Murunahua, ubicada en la frontera de Perú con Brasil, los sobrevuelos de avionetas ilegales se han hecho cada vez más frecuentes. Esta reserva la habitan los pueblos aislados chitonahua (también llamados murunahua), mashco piro y amahuaca, en contacto inicial.

De acuerdo a información generada por el Gobierno Regional de Ucayali, entre el 2020 y el 2022 se identificaron más de 60 narcopistas en esta región, dos se ubican prácticamente en el límite de la reserva indígena. El Ministerio de Cultura señaló a OjoPúblico que sus trabajadores de la zona son “continuamente hostigados y amenazados” por desconocidos.

En estos bosques de la frontera amazónica de Perú y Brasil, en los alrededores de la reserva indígena para aislados también transitan los denominados “mochileros”, personas que trasladan droga a pie y que andan armadas.

Stany Pérez, de la Asociación de Comunidades Nativas para el Desarrollo Integral de Yurúa (Aconadysh), señala que mientras caza en el monte se ha encontrado con personas que tienen el rostro cubierto. “Preguntan sobre cómo llegar a un punto y luego siguen su camino”, dice.

Las comunidades viven atemorizadas por su presencia. “Es gente armada, y si ocurre un asesinato no hay forma de avisar porque no hay señal”, dice Pérez. Según el informe de la organización indígena de Ucayali (ORAU), existen varias rutas para sacar la droga hacia Brasil. Una de ellas atraviesa la Reserva Indigena Murunahua por el río Piquiyacu.

La Reserva Indígena Isconahua, en la frontera con Loreto (Perú) y Brasil), es otra de las reservas donde el narcotráfico avanza. Fritz Villasante, exfuncionario del Ministerio de Cultura y experto en pueblos en aislamiento, sostiene que el año pasado visitó el puesto de control Murucuta y pudo constatar la presencia de personas que llegan de otras regiones para dedicarse al cultivo de hoja de coca.

En reportes internos del Ministerio de Cultura del 2022, se da cuenta de la presencia de personas armadas transitando por el río Abujao, cerca de la reserva, en el distrito de Callería. Asimismo, en las cuencas de los ríos Utiquinia y Shesha se han podido constatar cultivos ilegales y posibles rutas de transporte de droga. En esta zona, como han advertido investigaciones de OjoPúblico, se ha extendido el dominio de organizaciones criminales procedentes de Brasil, como el Comando Vermelho.

En la Reserva Indígena Mashco Piro, también en la frontera amazónica de Perú con Brasil, se han registrado en los últimos años tránsito de personas encapuchadas y armadas. Según el reporte de Cultura, estas apariciones se dieron antes de los años 2019 y 2020, en las comunidades de Miguel Grau, Balta, Triunfo y Santa Rey.

A fines de 2020, en esta última comunidad murieron flechados un hombre y tres mujeres del pueblo mastanahua en contacto inicial. Aparentemente, los autores del ataque fueron indígenas en aislamiento del pueblo mashco piro. Eran los últimos mastanahuas en contacto inicial por lo que no figuran más en las listas oficiales.

Algunos investigadores consideran que detrás de aquel hecho pudo estar el narcotráfico. “Cuando hay presencia externa o presión territorial se producen reacciones violentas de los aislados”, dice la antropóloga Beatriz Huertas.

Infraestructura petrolera en la Amazonía ecuatoriana.

CONTACTOS FORZADOS

Las presiones al territorio de los aislados pueden motivar su desplazamiento. En un sobrevuelo realizado este año, se encontró evidencia de aislados en el corazón del Parque Nacional Alto Purús (cuya superficie de más de 2,5 millones de hectáreas se superpone por completo a las 816.057 de la Reserva Mashco Piro), informó Chris Fagan, de la organización civil Conservación Alto Amazonas.

“Esto puede significar dos cosas: que los aislados se sienten cómodos en las áreas del parque, o que han tenido problemas con actividades del narcotráfico por lo que se han tenido que desplazar”. Aunque no tenga frontera con Brasil, la Reserva Mashco Piro es zona de tránsito del narcotráfico. Los mochileros se trasladan por aquí y andan armados.

Herlín Odicio Estrella, presidente de la Federación Nativa de Comunidades Kakataibo (Fenacoka), es un activo defensor del territorio y de los indígenas aislados, a los que llama “hermanos”.

Lleva tiempo denunciando las invasiones a sus comunidades y al espacio de la propia reserva. Explica que desconocidos de otras regiones invaden y crean caseríos, y luego deforestan y siembran hoja de coca. Denunciar a los invasores y al narcotráfico lo ha puesto en riesgo: hoy vive amenazado y lejos de su comunidad.

En Perú, históricamente, las organizaciones indígenas se abanderaron de la defensa de los pueblos aislados. Perú es, después de Brasil, el país amazónico con mayor número de pueblos no contactados y en situación de contacto inicial, explica el antropólogo de origen español, Daniel Rodríguez, quien ha trabajado durante 20 años en la región Madre de Dios, en la cual habría entre 750 y mil indígenas en aislamiento, según cifras oficiales. Él pone en duda estos datos. La explicación: el caso de los Mascho Piros, que se hizo público a partir de 2011 cuando aparecieron en zonas de playa en el río, en el parque nacional Manú. “Ese pueblo estaría en tres regiones de Perú. Si no se identifican casas comunales, si no se identifica qué pasa bajo la cubierta del bosque, si se triangula el grupo del alto Madre de Dios con lo que pasa en otras zonas alejadas del parque nacional, si no hay una articulación para monitorear en Brasil, no se puede saber si es el mismo grupo, o si son varios”.

Rodríguez advierte que “Hay una serie de presiones que hacen que su posición sea mas difícil de defender, son pueblos que habitan en zonas de gran interés económico por los recursos, y eso puede llevar a la criminalización de dirigentes indígenas que los defienden”. Cita con enorme preocupación el caso de Julio Cusuriche, quien como dirigente de la Federación Nativa Madre de Dios (Fenamad), fue procesado por denunciar que una zona de explotación maderera estaba ubicada en territorios donde transitan indígenas en aislamiento. “Hay violencia hacia los defensores”.

Esta alianza entrevistó al líder Julio Cusuriche, quien corroboró que mantiene una sentencia en su contra.

“Mi vida está en peligro”, reveló en entrevista, Cusuriche, quien fue presidente de Fenamad y de AIDESEP. Explicó que la organización indígena está a cargo de la protección de zonas donde habitan pueblos en aislamiento. El esquema funciona a través de un sistema de control y vigilancia, con cuatro puestos de monitoreo y once agentes de protección que son indígenas. El mecanismo busca evitar el ingreso de madereros, misioneros y cualquier persona extraña a las zonas habitadas por pobladores indígenas no contactados.

Además de las actividades vinculadas al narcotráfico, la tala ilegal sigue siendo una de las amenazas más fuertes contra los aislados. En Perú, las reservas para pueblos en aislamiento son áreas que resultan atractivas a los madereros porque allí aún se pueden encontrar especies de alto valor comercial, explica el antropólogo Miguel Macedo, del Instituto del Bien Común.

“Solo que a diferencia de antes, hoy las invasiones en zonas como el Bajo Urubamba (Cusco) se hacen más organizadas y mejor financiadas. Por ejemplo, por agricultores del Vraem [Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro]”, dice por su parte Chris Fagan.

El 3 de junio de 2017, Daniel Condeña Santacruz, natural de Cusco, fue herido con una flecha que le ingresó al pecho por un costado. El hecho ocurrió en el distrito Las Piedras en la región Madre de Dios de Perú, cerca de la reserva territorial del mismo nombre para indígenas aislados. Aunque su cuadro era grave pudo recibir atención a tiempo.

De acuerdo a la Federación Nacional Indígena de Madre de Dios (Fenamad), la organización indígena regional, Condeña Santacruz era un trabajador maderero. Tuvo suerte. En los últimos años se han registrado varios hechos violentos contra trabajadores del mismo sector y comuneros que han llegado a tener como saldo la muerte.

Israel Aquise, coordinador de la Fenamad, sostiene que las empresas madereras que operan en sectores como el Tahuamanu son una amenaza para los aislados. “Nosotros no sabemos qué pasa dentro de sus concesiones”, alerta. El año pasado en dicho sector, cerca de la comunidad de Nuevo Oceanía, murió un trabajador presuntamente por el ataque de un aislado.

El riesgo es también para las comunidades aledañas, en este caso a la Reserva Territorial Madre de Dios, habitada por indígenas mashco piro y que abarca las cuencas de los ríos Los Amigos, Pariamanu, Las Piedras, Tahuamanu y Acre. El Monte Salvado tuvo que ser evacuada en helicóptero debido a la presencia de aislados, que llegan a las comunidades por animales y herramientas.

En los últimos 20 años se han registrado cerca de 120 avistamientos de indígenas aislados en esta zona, según un registro del Ministerio de Cultura.

Las razones por las que los aislados actúan de esa manera no son del todo claras. Sin embargo, de lo que se tiene certeza es de las amenazas crecientes en su contra. Según Beatriz Huertas, los que se dejan ver son los aislados más jóvenes, mientras que los mayores se quedan internados en el monte.

Una explicación de estas salidas es la presión que se pueda estar dando dentro de su territorio. Especialistas señalan que se tienen versiones de que madereros han llegado a atacar y matar a aislados, pero que esto es muy difícil de comprobar. Los madereros andan armados.

Según el registro de la Fenamad, este año se ha contabilizado el avistamiento de unos 28 aislados, la mayoría son mujeres.

Madre de Dios, al igual que Ucayali y Loreto, registra presencia de cultivos de hoja de coca y de actividades asociadas al narcotráfico. Devida contabilizó el 2018 36 hectáreas de hoja de coca, mientras que el 2022 1.013 hectáreas.

Eusebio Ríos, vicepresidente de Fenamad, tiene la tesis que los avistamientos de aislados se incrementan por la presión del narcotráfico, por los sobrevuelos de avionetas, por la actividad maderera. “Por todos lados están siendo presionados y ya no tienen espacio a dónde ir”, reflexiona.

La expansión de actividades ilegales cerca de reservas para aislados preocupa a organizaciones y expertos, por el riesgo de que se generen encuentros que puedan tener un desenlace fatal. “Un encuentro es un contacto, y este puede ser no deseado, fortuito o también puede ser premeditado, como el que se realizó el 2015 en el río alto Madre de Dios”, explica Fritz Villasante.

Aquel año el Viceministerio de Interculturalidad anunció una política de “contacto controlado” con indígenas mashco piros en Madre de Dios. Fue la salida que eligió ante los avistamientos y contactos recurrentes que se daban en algunos puntos.

Para la antropóloga Beatriz Huertas, dicha política —que contaba con el apoyo de un grupo de antropólogos a favor del contacto— generó críticas debido a la falta de fundamentos sólidos que la justifiquen y a los riesgos que dicho contacto podía ocasionar a la vida y salud de estos pueblos.

Foto: Segundo Espín

AMENAZAS POLÍTICAS

A las amenazas en el campo, se suman las amenazas políticas —explica el experto peruano Miguel Macedo— como la que impulsan empresarios y políticos en la región Loreto al negar la existencia de indígenas aislados y señalar que son un invento de las organizaciones no gubernamentales.

Se refiere al proyecto de ley que presentó el congresista peruano de Fuerza Popular, Jorge Morante Figari, en noviembre de 2022. La iniciativa planteaba que sean los gobiernos regionales y no una comisión multisectorial —como es actualmente— los que decidan sobre la creación o no de reservas para aislados. En junio último el proyecto fue finalmente archivado con la votación de los miembros de la Comisión de Descentralización del Congreso.

Por su parte, Héctor Rodríguez, asesor legal de la organización indígena regional ORPIO en Perú, sostiene que hace falta ajustar la ley peruana de pueblos en aislamiento, pues actualmente las reservas mantienen una intangibilidad relativa, por lo que si se declara el interés nacional la explotación de un recurso energético dentro de la reserva, se permitiría el ingreso.

El apu Jamner Manihuari, de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), alerta que los pueblos indígenas deben ser consultados frente a este tipo de decisiones. Menciona dudas sobre la débil institucionalidad estatal para enfrentar las amenazas externas.

En la frontera con Ecuador se encuentra la propuesta de Reserva Indígena Napo, Tigre y afluentes. Al estar en un zona remota, las amenazas contra los aislados son más acotadas. La principal amenaza a los aislados en esta zona es la actividad petrolera, explica Eduardo Pichilingue, ecólogo.

Como parte de la coalición de organizaciones Cuencas Sagradas, Pichilingue acompaña el proceso de ORPIO para lograr el reconocimiento de un área para los aislados en la frontera. En el lado ecuatoriano, el referéndum de este domingo puede marcar el destino de estos pueblos en aislamiento transfronterizos.

Si bien la consulta popular no tiene efecto sobre todas las áreas del Yasuní afectadas por la extracción petrolera, sí es un primer paso. El antropólogo José Proaño defiende que este mecanismo de participación es el punto de partida, para comprender la magnitud del problema y revertir la práctica extractivista del último medio siglo en Ecuador.

Yasuní, la reserva de biósfera donde hasta hace un siglo transitaban libres los indígenas waoranis, tiene dos millones de hectáreas y es un vestigio del Pleistoceno. Las especies en este lugar no han mutado en más de 12 mil años. Pero en nombre del desarrollo económico se empezó a mermar el territorio. Y los directamente afectados son los pueblos en aislamiento. Están cada vez más acorralados.

Corona y pinturas que usan los waoranis.
Diseño de de Kevin Hidalgo Muñoz