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Progresar sin contaminar, el reto de China

jueves, 28 abril 2016 - 11:59
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“No queda otra”, repiten los chinos cuando las ciudades parecen envueltas en una nube tóxica. El Gobierno enfrenta el desafío de tomar medidas drásticas contra la contaminación sin frenar el crecimiento económico del país.

“Alimentar al pueblo con esmog”, es la frase con la que los chinos se burlan del problema de la contaminación. Esta frase, que es producto de un juego de palabras, tiene su origen en "Para servir al pueblo"el célebre discurso que dio de Mao Zedong en 1944. En él, el líder chino exhortaba a los ciudadanos a unirse y derrotar a los invasores. En esa época, la guerra era contra los japoneses; hoy la guerra es contra la contaminación. Los días que la capital, Beijing, amanece cubierta de niebla tóxica, los chinos dicen algo parecido.

La frase “alimentar al pueblo con esmog” es una burla, pero también una queja. Apareció mucho en Weibo, el Twitter chino, especialmente a inicios de diciembre pasado. En esos días, el presidente Xi Jinping participaba en la Cumbre del Cambio Climático en París. Mientras él hablaba del compromiso contra el deterioro del ambiente, Beijing estaba envuelta en una nube de contaminación. En dicha Cumbre, Barack Obama reconoció la responsabilidad de EE.UU. como el segundo mayor emisor de CO2 y afirmó que “uno de los enemigos a los que nos enfrentamos es el cinismo, la presunción de que no podemos hacer nada ante el cambio climático”. Por su parte, Xi Jinping, en representación del mayor emisor de CO2, dijo que “hacer frente al cambio climático tiene que convertirse en la misión compartida de toda la humanidad”.


El índice PM2.5 para medir contaminación no debe pasar
los 25 microgramos, en Beijing ha llegado a 274.

Si bien este problema atañe a todos, no nos afecta por igual. Esos días, Beijing olía a carbón y el altísimo nivel de las partículas PM2.5 había obligado a las autoridades a declarar la alerta naranja. Dicho índice en Beijing había alcanzado 274 microgramos por metro cúbico considerado “muy dañino”, según el Centro Meteorológico Municipal.

PM2.5 es como se denomina a las partículas pequeñas que están en el aire y miden 2.5 micrómetros (100 veces más delgadas que un cabello humano) producidas por la fundición de metales, combustión de los automóviles, etcétera.

Una semana después llegó la alerta roja, la primera en la historia de Beijing. Dicha declaratoria implicó el cierre temporal de más de 3.200 escuelas, la prohibición de la circulación de la mitad de los cinco millones de automóviles de la ciudad y el cierre temporal de fábricas y obras.


Espesa niebla contaminante. Así lucía Pekín en diciembre de
2015, cuando se decretó la segunda alerta roja.

En el mismo mes, en Europa también estaban alarmados por sus niveles de contaminación. Las tres mayores ciudades de Italia: Roma, Milán y Nápoles, limitaron la circulación de automóviles para enfrentar la elevada contaminación. En Milán, por ejemplo, el índice llegó a los 84 microgramos por metro cúbico. Dicho índice sería motivo de alegría en la ciudad de Shenyang, al norte de China, que en noviembre alcanzó los 1.200 microgramos por metro cúbico.

Según la Organización Mundial de la Salud, el índice de las PM2.5 no debe superar los 25 microgramos, de lo contrario, el riesgo de enfermedades pulmonares y cardiacas aumenta.

RESIGNACIÓN E IMPOTENCIA

En invierno es cuando el problema de la niebla tóxica recrudece en el norte de China porque el sistema de calefacción central se alimenta de energía obtenida del carbón y porque las grandes fábricas metalúrgicas están al norte. Sin embargo, los habitantes ya se han adaptado a esta realidad.

Cada mañana, al despertar, lo primero que hace Dong Ning, fotógrafo de 36 años, es ver la hora y revisar el índice de las PM2.5 en su teléfono. Tiene que revisar el índice de las páginas oficiales chinas y también el de la Embajada de EE.UU. en Beijing. Generalmente, este último registra mucho más que el índice chino. “Saco un promedio de los dos para tener una idea porque los portales chinos disminuyen el índice, y el estadounidense lo aumenta para alarmar”, comenta Dong. Además, tiene una mascarilla con filtro y purificadores de aire en su casa y el trabajo. Estas son medidas básicas que toman los chinos para soportar los días grises.


El 66% de la generación de energía de China depende del carbón. Las
autoridades se han comprometido a bajar esta cifra al 60% de 2020.

El año pasado, Dong fue uno de los muchos atletas que corrió la Maratón de Beijing con mascarilla. Él pertenece a un grupo de deportistas que se reúnen para trotar los fines de semana. Hace dos años, solo salían cuando el índice de contaminación no llegaba a 100, pero como eso en Beijing es inusual decidieron comprar mascarillas y salir a correr con ellas. "Mei banfa” responden ellos cuando se les cuestiona sobre la contaminación. Esa palabra que podría traducirse como “no hay otro modo” o “no queda de otra”, respuesta generalizada de los chinos. Parece una filosofía de vida basada en la resignación y la impotencia.

Pero también hay quienes defienden la versión oficial, como si lo hubieran aprendido de memoria en la escuela. Muchos chinos argumentan que grandes ciudades como San Francisco y Londres también soportaron altos índices de contaminación durante la revolución industrial, y que ahora tienen un buen nivel de vida, así que este es el precio temporal que China debe pagar para convertirse en un país desarrollado. Justamente cuando Beijing ha soportado los peores niveles de contaminación es cuando circulan con mayor frecuencia en las redes sociales chinas imágenes de Londres y San Francisco envueltas en una capa de humo. Esta táctica sirve para calmar el ímpetu de una población que cada vez alza más la voz.

En los últimos años, la agencia estatal de noticias Xinhua ha realizado encuestas preguntando a los chinos cuáles son los aspectos que más insatisfacción les producen de su país. La corrupción de la burocracia estatal y la contaminación son las dos principales respuestas. Como de costumbre, cuando se trata de temas delicados, las autoridades chinas no revelan la muestra de dichas encuestas ni los detalles de las mismas.


Muchos se han adpatado a las actuales condiciones de las urbes
chinas que soportan altos niveles de PM2.5 en el aire. 

Para el Partido Comunista, es una encrucijada: debe tomar medidas drásticas que disminuyan la contaminación sin afectar el rápido crecimiento económico del país. Según el consultor político estadounidense George Friedman, lo que mantiene al Partido Comunista en el poder no es que el pueblo sea fiel a su ideología, sino principalmente el crecimiento económico. Si China deja de crecer, el Partido Comunista sentirá las consecuencias.

¿QUÉ SE ESTÁ HACIENDO?

Al poco tiempo de la Cumbre de París, el Gabinete chino anunció que reduciría la emisión de contaminantes ambientales en un 60 por ciento antes de 2020, a través de la reforma a su sistema energético. Actualmente, el 66 por ciento de la generación de energía de China depende del carbón.

Según cifras de las Naciones Unidas, China es responsable del 23,75 por ciento de la emisión de carbono. El segundo país que más carbono emite en el mundo es Estados Unidos, con un 12,10 por ciento.

Para cambiar esa realidad, China apuesta por el desarrollo de otras fuentes de energía como la nuclear, la hidroeléctrica y la eólica. Este país tiene 23 plantas nucleares operativas y se están construyendo 28 más que estarán en funcionamiento en 2050, y ocho de ellas antes de 2030. Además, el Gobierno se comprometió para 2020, que la capacidad de generación de energía hidroeléctrica se duplicará y la capacidad de energía eólica se triplicará. Paralelamente se han reubicado decenas de fábricas en provincias más alejadas de Beijing donde no hay tanta población ni extranjeros, tal como se hizo previo a los Juegos Olímpicos de 2008. Aunque hay quienes exigen medidas drásticas como el cierre de fábricas o mayores límites a la venta y tráfico de vehículos, estas son poco factibles en un país que está resignado a “alimentarse de esmog” con tal de ser la primera economía mundial.

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