Si usted es de los que tiende a postergar o aplazar las cosas pensando que las hará después, no está solo. Procrastinar es muy común. Descubra qué puede estar detrás de esta actitud.
Recuerde cuando estaba en el colegio y en lugar de terminar los deberes empezaba a ver la televisión. Adelántese unos años e imagínese en la universidad: está a unos días de entregar un ensayo, pero no está trabajando, sino distraído en las profundidades de YouTube. Ahora piense en algo más actual. Está en el trabajo y debe entregar un reporte, pero se detiene a ver las actualizaciones de Facebook, revisa las noticias o sale de la oficina a comprar un dulce. Si estos comportamientos le resultan familiares hay una razón: usted ha procrastinado. Procrastinar es la decisión consciente de diferir o aplazar tareas incluso cuando no es necesario. Contradiciendo el popular dicho, se trata de dejar para mañana lo que se puede hacer hoy.
En unos casos más que en otros, esto puede tener efectos negativos. Especialistas que han investigado científicamente el tema afirman que procrastinar es la forma en que se visibiliza una dificultad para tener autocontrol, explica la revista estadounidense Psicología Hoy. La cura para este mal –que puede conducirnos a atrasos y otras complicaciones– empieza con una pregunta: ¿por qué perdemos el tiempo?
Una respuesta podría ser la dificultad de la tarea a realizar. Elliot Berkman, profesor de Psicología de la Universidad de Oregón, explica que existe una relación entre la dificultad de las tareas y la tendencia a procrastinar. En su ensayo Los orígenes psicológicos de procrastinar menciona que las actividades complicadas suelen ser exigentes mentalmente y, en consecuencia, las personas se inclinan por distraerse con tareas más relajadas. Igualmente, el trabajo tiende a ser aplazado cuando es considerado poco placentero.
A nivel cerebral, la decisión de procrastinar está ligada a las recompensas. El escritor Tim Urban, autor del blog WaitButWhy, explica que normalmente el cerebro de una persona sigue comandos racionales. Por ejemplo, si se tiene un trabajo importante que hacer, lo racional es comenzar lo antes posible. Sin embargo, paralelamente a la racionalidad hay una necesidad de conseguir “gratificación instantánea”. Esto conduce a la persona a dejar de hacer las actividades que debe terminar para conseguir placer en ese instante, ya sea evitando el trabajo pesado o buscando estímulos externos que no estén relacionados con sus obligaciones.
¿ES UN PROBLEMA?
Regularmente procrastinar no es problemático. Urban sostiene que cuando se acercan los plazos para entregar los trabajos, los individuos se llenan de ansiedad y empiezan a esforzarse el doble por cumplir sus metas y reponer el tiempo perdido. El problema llega cuando no se tienen metas fijas o no hay plazos a cumplir. Entonces la historia es otra: sin la presión que genera la ansiedad, muchas personas suelen dejar pasar el tiempo y no hacen el esfuerzo necesario ni siquiera para empezar. Quienes optan por este camino, según Urban, pueden llenarse de arrepentimiento o sentir que “han sido espectadores de su propia vida”, pues no han hecho lo necesario para cumplir sus objetivos.
Frustración. Procrastinar puede resultar peligroso cuando
se deben cumplir plazos fijos.Tras perder el tiempo, las
personas pueden desarrollar frustración por sentir que
no cumplen con sus metas.
Sin embargo, no siempre es así. No se puede generalizar sobre los efectos de procrastinar, argumenta un estudio publicado este año por la revista Ciencias Educacionales: Teoría y Práctica, en el que participaron académicos de Turquía, Canadá e Inglaterra. Quienes tienen la tendencia de distraerse no necesariamente van a mantener esa misma actitud frente a cualquier actividad en sus vidas, según los resultados del análisis. Para llegar a esta conclusión analizaron datos de 182 estudiantes universitarios durante cuatro momentos distintos de un semestre. Los especialistas encontraron que cuando las tareas enviadas a los estudiantes tenían indicaciones claras, ofrecían recompensas por buenos resultados, eran interesantes y obligaban a que se usen distintos tipos de cualidades, los individuos procrastinaban menos.
Procrastinar, incluso, podría tener un aspecto positivo. Otros de los hallazgos de la investigación publicada en Ciencias Educacionales señalan que procrastinar puede ser considerado un mecanismo para lidiar la ansiedad generada por grandes cantidades de trabajo. Dilatar las responsabilidades y sentir ansiedad suelen tener una relación positiva. Es decir, mientras más se procrastina más ansiedad se llega a sentir. Y la ansiedad puede ser un factor necesario para que los individuos terminen sus actividades.
MANOS A LA OBRA
Pero si detecta que procrastinar se vuelve un problema para sus metas existen maneras de superar las distracciones y ponerse manos a la obra incluso cuando la fuerza de voluntad flaquea. Un método, sugiere Berkman, es dividir las labores en módulos manejables que puedan ser completados sin complicaciones. Asimismo, encontrar motivación también puede ser vital para no procrastinar. Según Berkman, si se logra hacer una conexión entre el proyecto que se está desarrollando y las metas personales del individuo, este va a tener más motivación para completarlo y así evitará perder el tiempo.
La clave es tener autocontrol, aseguran las conclusiones de un estudio de GovenorsStateUniversity (Estados Unidos). La decisión de no trabajar cuando se tiene que trabajar, explica el informe, está vinculada con la habilidad de manejar los deseos y las emociones. Por ello, añade el documento, la predisposición a procrastinar afecta las tendencias de consumo de las personas. Las personas con poco autocontrol, es decir, aquellas que procrastinan con mayor frecuencia, son asimismo consumidores que tienden a comprar por impulsos. Mientras que aquellos con mayor autocontrol suelen optar por decisiones de compra más racionales.
Los autores coinciden en que procrastinar es una decisión que todos hemos tomado en algún momento. La principal forma de evitar sabotear los proyectos personales aplazando el trabajo es conocerse a uno mismo, explica el estudio, que añade que ante la sensación de que se quiere dejar una tarea para luego, por pequeña que esta sea, lo recomendable es hacer un esfuerzo para seguir trabajando.
METAS CON PLAZOS
Margie Warrell, escritora y colaborada de la revista Forbes, desarrolló una lista de consejos para evitar seguir dilatando las metas personales. El primero es enumerar los objetivos personales y las metas que se esperan cumplir y ponerles un plazo fijo. Lo siguiente, si es posible, es tomar esas metas y dividirlas en pequeños pasos para así poder completarlas con mayor facilidad. Cada paso, por supuesto, debe tener su propia fecha límite.
Enfocar. Procrastinar es una forma de lidiar con la ansiedad.
Para no excederse, los especialistas sugieren dividir
el trabajo y recompensarse con los pequeños logros.
En el proceso de cumplir cada paso es esencialmente importante visualizar los objetivos de la meta final. Warrell argumenta que sirve de mucho como motivación proyectar cómo nos sentiríamos en el momento en que cumplimos la meta. Asimismo, agrega que aunque parezca estresante también es recomendable dejar por sentado qué pasaría si no completamos la meta propuesta. De esta manera, el miedo a fallar también puede ser una motivación para dejar de dilatar las actividades que realmente importan. Por último, la autora de los libros Find Your Courage, Stop Playing Safe y Brave cree que es importante recompensarse con pequeños premios por los logros conseguidos.