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Terminal de Monteverde: cuando el gas se evapora

Monumentales sí, pero mal hechos, medio inútiles y muy caros. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) fue clave para la evaluación internacional a cinco proyectos hidrocarburíferos del anterior Gobierno.
 
Ninguno pasó el examen. La remendada –léase repotenciada– refinería estatal de Esmeraldas, el largamente esperado terminal marítimo de Monteverde, la casi desconocida planta delicuefacción de gas natural de Bajo Alto, la inexistente Refinería del Pacífico y el ineficiente poliducto Pascuales-Cuenca fueron evaluados y desnudados gracias a un acuerdo de cooperación técnica entre el PNUD y el Gobierno Nacional.
 
*REPORTAJE PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA, EL 8 DE MAYO DEL 2015
 
Monteverde, Santa Elena, julio  de 2008: El presidente de la  República Rafael Correa ponía la primera piedra del proyecto de almacenamiento de gas licuado de
petróleo. Junto a él estuvieron su entonces  ministro de Energía y Minas Galo Chiriboga, el contralor Carlos Pólit, el gerente de la  Flota Petrolera Ecuatoriana (Flopec) y altos  oficiales de la Marina que en esos años se habían encargado del manejo de Petroecuador.
 
“Por muchos intereses en mantener ciertos privilegios no se había concretado este  proyecto que cuánto hubiese ahorrado al  país si se hubiese hecho hace 20 años”, remarcó el Mandatario durante la ceremonia.
 
“Con el nuevo proyecto se garantiza una  reserva de 30 días en los próximos 20 años.  Esto ya justifica la propuesta. (…) La verdadera prudencia es saber invertir los recursos  y no ponerlos bajo el colchón aunque el país  se esté cayendo a pedazos”, añadió. 
 
Ese mismo día el ministro Chiriboga  Zambrano exteriorizó el respaldo de su  cartera a Petroecuador y Flopec “que aliadas  impulsan el proyecto Monteverde”. También se dijo que el tiempo de construcción sería de dos años y que el presupuesto era  233 millones de dólares.
 
Seis años después se inauguró la obra y  se reveló que al final terminó costando 570  millones de dólares y que parte de la culpa  del retraso era haber confiado en Flopec, una  empresa pública vinculada a la Marina, especializada en transporte, pero sin experiencia  en la construcción de estos terminales. Y que  el ahorro anual sería de 20 millones de dólares, es decir que se amortizaría en 28 años  siempre y cuando sigamos usando gas.
 
Volatilidad inicial
 
La primera vez que el sistema de almacenamiento del gas licuado de petróleo llamó  la atención de los ecuatorianos fue el 10 de  marzo de 1976. Ese día Guayaquil no pudo  dormir. Con voz nerviosa, casi gritando,  Hugo Fernández Calle, uno de los locutores  más populares de esas épocas, pedía a la  población que saliera de sus casas porque la  ciudad estaba en peligro.
 
Y efectivamente, el cielo estaba rojo.  Una gigante esfera de gas había explotado y  había partido en dos una vivienda a un kilómetro de distancia. Además,  en toda la ciudad se escuchaban una a una las detonaciones de cientos de bombonas  almacenadas en el terminal  de Liquigas, ubicado a medio  camino entre el Malecón y el  Puerto Marítimo.
 
Eso determinó que el terminal de almacenamiento y  envasado se aleje de la zona  poblada, ubicándose desde  entonces en la vía a Salinas,  sector El Salitral. Pero la urbe  siguió creciendo y pronto rodeó nuevamente a las instalaciones que, casi  40 años después, se volverán a mudar. Esta  vez al extremo norte de Guayaquil, a Chorrillos, parroquia Pascuales.
 
 
El GLP o gas licuado de petróleo es un  combustible cuya producción nacional es  deficitaria y debe ser importado. Cuando  a mediados de los años 80 el consumo se  incrementó y la construcción de nuevas  esferas de almacenamiento en tierra aún  generaba nerviosismo, se optó por contratar un buque como depósito de gas en alta mar.
 
Y así, durante 30 años, fondeado frente a las  costas de Puná, se convirtió quizá en el único “barco parado” que sí ganaba flete.  Desde allí, pequeñas barcazas iban y  venían por los ramales del estero Salado,  llevando el gas hasta un terminal conocido  como “Tres bocas”.
 
Pensando en Monteverde
 
En principio, el gas del barco  servía para unos 15 días de consumo interno. Eso sí, las renovaciones a ese contrato hechas  por varios gobiernos siempre  estuvieron bajo sospecha.
 
La idea de construir un  gran terminal para almacenamiento en tierra estaba muy  clara desde hace unos 15 años  en Petrocomercial. Para 2003,  en la página web de la comercializadora estatal se detallaba  lo que sería el proyecto de un  terminal marítimo en Monteverde y un gasoducto hasta el nuevo centro de envasado
de Pascuales. Hasta había un precio referencial de algo más de 97 millones de dólares.
 
El proyecto fue oficialmente aprobado  por Petroecuador en diciembre de 2005 durante el gobierno de Alfredo Palacio y la búsqueda de un constructor empezó meses después. En abril de 2007 el nuevo presidente  Correa declara en emergencia “el sistema de  abastecimiento, transporte, distribución y  comercialización de combustibles derivados  de hidrocarburos y gas licuado de petróleo,  en todo el territorio nacional”.
 
A la cabeza de  la movilización se pone a un oficial general  en servicio activo de la Fuerza Naval.  Con ese militarizado escenario se analizaron las propuestas a la licitación internacional que se había convocado. Empresas d México, Argentina, Brasil y Rusia estaban interesadas. Pero en junio de 2007  el concurso se declaró desierto porque  todas las valoraciones superaban en  más del 75 por ciento el presupuesto  referencial.
 
La oferta promedio era de  220 millones de dólares.  Entonces Flopec entró en escena  y recibió la adjudicación  directa para manejar la  megaobra. En el camino
la obra demoró seis años  y los costos casi se multiplican por tres. O por  seis, si se toma en cuenta  el presupuesto original.
 
El día de la inauguración, a mediados del año  pasado, el presidente Correa se quejó en su discurso: “Se pueden tomar  decisiones equivocadas.  Uno toma decisiones en base a la información que le suministran a uno  y eso no puede seguir ocurriendo en  la patria nueva. Las causas de estos  errores son absurdas agendas institucionales. (Dicen) ‘deme a mí esto, así  no tenga la capacidad de hacerlo’…  (Hubo) falta de capacidad de planificación, falta de coordinación entre Flopec y  Petroecuador y muchas  veces por absurdas rivalidades institucionales”.
 
Tierras comunales
 
Durante la construcción  se presentaron algunas  novedades. La primera  fue por el terreno en que  se construiría la obra.  Cuando se declararon  de utilidad pública unas  58 hectáreas que antes eran utilizadas para  cultivos de ciclo corto, el registrador de la  propiedad de Santa Elena no quiso registrar 
la escritura. La razón: eran terrenos de la  comuna Monteverde y según la Constitución  vigente, estos son indivisibles, prohibiendo  expresamente las  transferencias de dominio.
 
La Corte Constitucional tuvo que resolver el diferendo. La sentencia que ordenó la  inscripción de la escritura se basa en que en  2009 un decreto declaró al  proyecto como de “interés nacional” y por tanto se “prioriza  el interés general que representa a la nación, respecto al interés particular o comunal”. Finalmente
por las 58 hectáreas se pagó  a la comuna 46 mil dólares más el ofrecimiento de  construirles un centro de  salud, mejorar escuelas y  ejecutar algunas obras de
regeneración urbana.
 
Flopec tuvo que subcontratar con varias compañías.  En diciembre de 2012 la  Contraloría hizo un examen de lo ejecutado  hasta esa fecha. Primero señaló que en
algunos de los subcontratos no se especificaron las fechas de  entrega de los anticipos,  “lo que incidió en el inicio  de las obras”.
 
También obsevaron que la compañía contratada para la fiscalización, seguía trabajando y cobrando  después de la fecha señalada como de  la de terminación del contrato. Es decir  que no se había renovado ni ampliado el  mismo. Otra falla determinada fue que  se había iniciado la obra sin una licencia  ambiental plenamente legalizada. Y que  en el estudio de impacto ambiental que  se había hecho no se contempló la afectación a la fauna marina del sector.
 
Como  último punto, el examen señala que las  minas de material pétreo usadas para el  proyecto no tenían permisos y que por  ello la Agencia de Control Minero no  pudo regular esas actividades.

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